Los grandes, a menudo, hay días en los que sólo tienen que jugar al ralentí. Salen al campo, comparecen, aprietan los dientes durante algunos minutos y ganan. Sin más. Se llevan los tres puntos, viven en relativa calma hasta el siguiente partido y curan heridas pretéritas -en el caso de que las tengan-. Más o menos, lo que hizo el Barcelona ante Osasuna -sin faltar el respeto al equipo de Vasiljevic-, que ya es equipo de Segunda tras la victoria del Leganés. Con un Messi que empezó el partido con 500 goles y lo acabó con 502; con André Gomes redimiéndose con dos tantos ante el colista; Mascherano marcando su primer gol como azulgrana; y un equipo que, tras caer eliminado de la Champions, cree que puede hacerse con la Liga si lo gana todo de aquí al final [narración y estadísticas: 7-1].



Ocurre que estos partidos, por costumbre, también sirven para que las críticas se vuelvan alabanzas y los cuestionados, como André Gomes, recuperen confianza. Así lo quiso el portugués, que se ha pasado la temporada escuchando pitos, reproduciendo memes en su cabeza y soportando burlas. Hasta que este miércoles, por fin, ha respirado aliviado colocado en la banda izquierda, en una nueva posición para él, y anotando dos goles celebrados como si se trataran de los que dan al Barcelona la Liga. Y, quién sabe, igual han ayudado.



Ante tal coyuntura, Luis Enrique decidió rotar alineando al ya mencionado André Gomes, a Denis Suárez, Arda Turan, Alcácer y Digné. Cinco jugadores poco habituales que no desentonaron ni mucho menos. Y no lo hicieron, en gran parte, porque Osasuna se encargó de abrirle la puerta de su casa al Barcelona, colocarle la alfombra y dejarlo pasar hasta el final. La defensa falló y Messi, corriendo desde el centro del campo, llegó al área y la picó por encima de Sirigu. Y, una vez por delante, el equipo de Vasiljevic desapareció y el blaugrana aumentó su ventaja. En segunda instancia, con Rakitic poniendo la pelota y André Gomes marcando el segundo tanto del partido.



Marcó dos el Barça y se relajó tímidamente. De hecho, Osasuna recortó distancias con un gol de Roberto Torres de falta directa. Incluso, pudo empatar el partido con otro disparo del autor del tanto. Pero ya está. Ahí se acabaron sus esperanzas. Desde entonces, sólo hubo un equipo sobre el campo: el Barcelona. El equipo de Luis Enrique resucitó tras esos dos pequeños despistes y ya no bajó el pie del acelerador. Volvió a marcar Messi, hizo lo propio Alcácer -con un doblete- e incluso anotó Mascherano, al que le dejaron tirar un penalti y anotó su primer tanto con el Barcelona.



Un festival que permite al Barcelona mantener el liderato y sumar tres puntos más en su lucha por la Liga. Esa debe ser su función de aquí a que termine la temporada: ganar y esperar. Y después, ya se verá. El resto depende del Madrid. Porque si ellos hacen lo propio, importa poco lo que haga el equipo de Luis Enrique.

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