Tocas y te vas, tocas y te vas... La retahíla se repite en el entrenamiento de la cantera de cualquier club. Al fin y al cabo, esa es la base del fútbol: la pelota, el pase, la recepción y el movimiento. Así de simple y, al mismo tiempo, así de complicado. Porque no, no es fácil seguir a ese ritmo sin fallar. Ni controlar como mandan los cánones estéticos, ni encontrar el hueco de pase o, como decía Cruyff, tener en la mente “la totalidad del campo”. Eso sólo lo pueden hacer unos pocos privilegiados con condiciones innatas. Futbolistas como Nasri, rebeldes e intermitentes, pero siempre geniales. Esos con los que es mejor contar en tu equipo, como bien sabe el Sevilla, que ha recuperado para la causa al francés, autor de dos goles y una asistencia esta temporada. Y, definitivamente, de vuelta por el bien del fútbol este mismo martes contra el Dinamo de Zagreb (20:45 horas).
Samir Nasri (Marsella, 1987) ya peina 29 años. Es decir, ya no es aquel chaval que deslumbró en el Arsenal. Los tiempos en que fue una promesa ya pasaron. Él, por edad, ya debía haber explotado del todo. Y lo tenía que haber hecho en el City, con Pellegrini. Pero quizás no fue capaz o no lo dejaron. Quién sabe. Lo cierto es que su fútbol, de escuadra y cartabón, se diluyó tras dejar Londres. En Manchester, a ratos, ha brillado. Ya saben, que si un pase inesperado, que si un gol de los que no se imaginan ni con cuatro pintas… En definitiva, en los últimos tiempos, ha sido más un jugador de highlights que de continuidad. Sin embargo, ahora, en Sevilla, ha recuperado su mejor versión junto a Sampaoli.
En realidad, al centrocampista francés se le ha esperado durante años. Su momento tenía que llegar. Era, decían, cuestión de tiempo. Y, finalmente, así ha sido, como siempre se intuyó y se quiso ver desde que él era bien pequeñito. Su calidad, innata, la puso primero al servicio del Olympique de Marsella. Allí destacó y allí brilló en sus primeros años. “El podía hacer de todo con el balón: regates, disparos con el pie izquierdo o derecho. Nunca supe si era zurdo o diestro”, llegó a decir el ojeador del club, el que lo reclutó y, al mismo tiempo, lo sacó de los suburbios.
Su fútbol, ya por entonces, cuando todavía era un chaval, era de un nivel sublime. Samir, el mayor de cuatro hermanos (una chica, Sonia; y dos chicos, Walid y Malik), se crió junto a ellos jugando en la calle. Allí ejerció por primera vez de centrocampista y decidió colocar el apellido de su madre Ben Saïd en sus primeras camisetas. Pero a los 16 años decidió que sería, simplemente, Nasri. Comenzó a crecer como futbolista en el Olympique de Marsella, hizo que su padre dejara de conducir autobuses y se convirtiera en su mánager, y fichó por el Arsenal de Wenger, que lo buscó y le dio las armas para ser considerado durante mucho tiempo una de las grandes promesas del fútbol europeo.
Destacó como ‘gunner’ junto a Cesc Fàbregas y disfrutó del fútbol de toque impulsado por su entrenador. Brilló en la Premier League y se comenzó a rumorear con su marcha al Barcelona, que buscaba, como lo ha hecho siempre, ‘yonquis’ de la posesión. Sin embargo, acabó recalando en el Manchester City por alrededor de 30 millones de euros. Y, hasta la temporada pasada, no le había ido demasiado mal. De hecho, su etapa como ‘sky blue’ la cerró con 27 goles y 40 asistencias en 176 partidos. Unas cifras aceptables, sí, pero ya está. De él, en cualquier caso, se esperaba más.
SALIDA Y TRIUNFO EN SEVILLA
“Yo creo en el juego de posesión porque los jugadores, cuando son pequeños, quieren la pelota porque es lo que les gusta”, llegó a afirmar Guardiola en el Bayern de Múnich. Y, tomando como referencia esta frase, Nasri le habría venido de perlas al juego del Manchester City. Sin embargo, el francés decidió salir este verano. Pep no le aseguró que fuera a ser titular y él decidió marcharse. Y la realidad es que ha acertado con el cambio. “Quiero volver a disfrutar del fútbol”, dijo el centrocampista al llegar a España. Y, a día de hoy, lo hace.
Nasri ha conseguido replicar el fútbol de Sampaoli en el campo con toda perfección. Esta temporada suma dos goles y una asistencia en seis partidos. Y, sobre todo, ha sido determinante en más de un encuentro, como el pasado fin de semana, anotando en Butarque en la victoria contra el Leganés (2-3). ¿Y qué supone todo esto? Por un lado, que su equipo, con cinco victorias, dos empates y una derrota, se mantiene al acecho de Real Madrid, Barcelona y Atlético; y, por otro lado, que cada partido va a más gracias, obviamente, a la confianza que le ha dado el técnico argentino. Con los correspondientes resultados en Champions, donde el Sevilla marcha segundo de su grupo con los mismos puntos que la Juventus.
En Sevilla, definitivamente, Nasri ha enterrado sus fantasmas pretéritos y ha vuelto a ser el jugador de siempre, el que deslumbró en el Olympique de Marsella y el Arsenal. Ya sólo le queda que Deschamps vuelva a contar con él. Aunque claro, para eso quizás quede más. Sobre todo, después de que su novia, hace tan solo un año, lo llamara “entrenador de mierda”. No obstante, Samir puede comenzar a convencerlo de nuevo este mismo martes en el partido contra el Dinamo de Zagreb, en la Champions League. Quizás, el mejor escaparate para volver a emerger. Al fin y al cabo, Gameiro, que también fue vetado en el pasado por el técnico francés, ahora se ha convertido en fijo tras pasar por el Sevilla. Otro motivo para que el centrocampista vuelva a ser optimista.