No era un día cualquiera en Leganés. La tranquila ciudad del sur de Madrid acogía el partido de fútbol más mediático de su historia. Las cosas cambiaban por la enorme trascendencia del partido. El todopoderoso y millonario Barça visitaba el Estadio de Butarque, un campo que hasta hace no mucho albergaba partidos de la Segunda B. De recibir a equipos como el Conquense, el Peña Sport o el Puerta Bonita al FC Barcelona.
El salto es tan grande que al propio club le sobrepasó la dimensión del partido. En una competición tan sumamente controlada por la LFP, con la figura monopolizada de Tebas, que no deja pasar ninguna, Butarque apareció como una isla dentro de tantas leyes de ordeno y mando. El estadio madrileño tuvo lagunas tan gordas como la goleada que el Barcelona endosó al Leganés (1-5). Y fueron fallos normales del novato, de aquél que llega a donde nunca estuvo y quiere hacerlo de primeras bien. Pero falló.
Butarque se llenó y eso provocó que se le escaparan detalles de organización. Era su segundo partido y no ayuda que sus dos primeros encuentros en su primer año en Primera División fueran dos de los más exigentes en todos los sentidos: el primero, contra el Atlético; este segundo, contra el Barcelona. No ha habido tiempo para pruebas. Eso llevó a que varios aficionados se pusieran a ver el partido por encima de las butacas reglamentarias, apoyados en las barandillas. Una cosa común en otros estadios, todo sea dicho.
Pero lo más llamativo estuvo en el (no) acondicionamiento de la tribuna de prensa. El equipo madrileño, uno de los que mejor trata a los medios de comunicación debido a un departamento moderno y siempre accesible, se vio superado por la cantidad de periodistas que acudieron a Butarque. El club acreditó a muchos, facilitando así la labor, pero el estadio no estaba preparado para tanta cantidad de profesionales.
Eso provocó que hubiera que habilitar nuevos espacios para colocar periodistas y la primera medida fue meterlos, literalmente, entre aficionados. En una misma fila, se alternaban los seguidores locales y los periodistas. La imagen era curiosa. Un periodista y a su derecha un aficionado. Y así se repitió la serie en varios casos.
La cara de los nuevos en tal estadio era siempre la misma: cuando entraban al campo, había asombro. Subían las escaleras en el coqueto Butarque y nadie encontraba su sitio. Unos miraban a otros preguntando si su sitio estaba en la grada. "¿Y cómo escribo aquí?", preguntaba un periodista de Barcelona primerizo en Butarque.
Ante tal situación, fue hasta un premio coger un pupitre. Ese era el destino para los más rápidos. El Leganés había habilitado varios puntos con sillas, las tradicionales de colegio. Pero como los anteriores, no contaban ni con conexión wifi ni con enchufes. No había nada. Sólo unos pocos afortunados contaban con una mesa en condiciones y electricidad para poder cargar sus dispositivos de trabajo. El criterio para unos en un lado y otros en otro, no se sabe.
Por no llegar, ahí no llegaron ni las alineaciones (el papel que informa de los jugadores que juegan) y la forma de seguir el partido fue aun más difícil. Los periodistas de radio con micrófonos inalámbricos tuvieron que ponerse en las escaleras. La situación era tan rocambolesca que los que llegaban tarde se quedaban de pie. Varios periodistas tuvieron que ver el partido así, sin sitio. La posición de las cámaras de televisión, en plena grada, obligaba a muchos a no ver una de las bandas del campo, por donde además atacó el Barcelona en la primera parte.
Banderas de España en la afición del Barça
Pero Leganés fue una fiesta. Nunca antes una goleada había dejado más orgullo. Porque los que este sábado llenaron Butarque hace no mucho sufrían con un equipo que deambulaba por categorías sin apenas relevancia. Y ahora sólo había que disfrutar.
Aprovecharon los 'pepineros' tal ocasión para cantar su curioso himno a capela, para homenajear a la medallista olímpica Eva Calvo y también para reconocer al rival. Iniesta se llevó la ovación. "Este sí que es un señor", gritaba un aficionado, tras recriminar las actitudes poco inteligentes de Piqué y Neymar, que quisieron calentar a un equipo que agonizaba en el campo y se llevaron la reprimenda de una grada que no es que tratara con especial maldad al Barcelona.
Sólo se calentó la hinchada pepinera cuando los aficionados culés, acotados en una esquina, cantaban contra los madridistas. Por lo demás, no hubo polémicas entre unos y otros, principalmente porque en Leganés muchos son del Barcelona.
Al llegar al estadio, aficionados de uno y otro equipo se intercalaban. Al ambiente de fiesta también contribuyeron los hinchas del Barça, muchos de ellos reivindicando su españolía con unas banderas pocas veces vistas en esta afición: la rojigualda con el escudo del Barcelona en el centro. Se agolparon muchas de las peñas de la Comunidad de Madrid en Butarque.
Tiempo habrá para mejorar. El Leganés se ha convertido en los últimos años en un ejemplo, con una gestión eficaz que le ha llevado a Primera cuando hace sólo tres estaba en Segunda B. Y no sólo en el campo, sino fuera de él. Su forma de llevar el club, cercana a la afición, con una comunicación moderna, han hecho de este humilde conjunto una especie de punto en el que todavía sobrevive la esencia del fútbol de siempre con la obligatoria reconversión en este fútbol moderno. La visita del Barça les pilló en fuera de juego. 17 partidos quedan para convertirse, en esto también, en un equipo de Primera.