Messi. Lionel Messi. La estrella argentina es el centro de todas las miradas en su país tras la debacle de su selección en el Mundial de Rusia. Primero fue un empate ante Islandia en el que el '10' falló un penalti. Después, en la segunda jornada, cuando tenía que redimirse, el desastre: Argentina fue vapuleada por la Croacia de Modric y veía cómo sus opciones para pasar a octavos se reducían por completo.
La cara de Messi era un cuadro antes y después del partido. Se lo veía venir. Mientras sonaba el himno de su país, el ídolo de la albiceleste se restregaba la frente, miraba al suelo, pensaba en la carga que llevaba sobre la espalda. Cuando el árbitro señaló el final, Messi fue el primero en esconderse en el túnel de vestuarios, sin ni siquiera pararse para despedirse de sus rivales o de su afición. También fue el primero en encabezar la fila que salía del estadio junto con Claudio Tapia, el presidente de la AFA, que caminaba a su lado.
Tras coger el avión que llevó a la selección argentina de vuelta a Bronnitsy, donde están concentrados, Messi fue directo a la habitación 221, que comparte con Agüero, según adelanta Clarín. Ya no salió hasta el día siguiente. No bajó al comedor a cenar. No quería hablar. No quería estar con nadie.
Su cara mejoró un poco en la tarde del viernes, cuando la victoria de Nigeria ante Islandia daba opciones a Argentina de pasar a la siguiente fase. Ahora la albiceleste depende de sí misma: tiene que ganar a Nigeria y, si Islandia vence a Croacia, conseguir una diferencia de goles mayor. Argentina confía en Messi. Messi confía en Argentina.
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