Es la imagen de una generación, la más universal de todas las que tiene el Real Madrid en su historia. Es imposible que haya alguien que no haya visto el gol. Zinedine Zidane, pisando la raya del área grande, levantando su pierna izquierda, allí donde era imposible que llegara, y golpeando el balón dibujando la volea de todas las voleas. El balón entró por la escuadra. Este lunes, se cumplen 15 años de la mayor obra de arte vista en una final en un campo de fútbol.
Con la final de la Champions ante el Bayer Leverkusen empatada (1-1, goles de Raúl y Lúcio), y la primera parte agonizando, Solari recibió el balón en el centro del campo. El argentino vio a Roberto Carlos hacer lo que siempre hacía, correr la banda, y le brindó un pase bombeado, difícil de elegir que hacer con él. El lateral brasileño dejó botar el balón y lo mandó al cielo de Glasgow.
Era imposible hacer algo con ese 'melón' de pase. El esférico cogió tal altura que cuando bajaba lo hacía a una velocidad imposible de calcular. Sólo estaba al alcance de un genio medir los tiempos. Zidane lo vio rápido y, claro, armó su pierna y sacó el disparo más artístico que se ha visto en una final de Champions. Era el gol de un siglo que acababa de empezar.
El Madrid acabaría ganando la Copa de Europa, la novena en su historia, pero lo de menos, aunque parezca mentira, era poner un título más en sus vitrinas, la tercera en los últimos cinco años. Lo que se había conseguido era inmortalizar para la eternidad la superioridad de los blancos en Europa. Se hizo con una bella imagen, una exquisitez de Zidane que daba la vuelta al mundo y que coronaba al francés.
Y, para más éxtasis, se consiguió en el año del Centenario y el 15 de mayo, el día de San Isidro, patrón de la capital. Fue un 2002 que comenzó con una noche de Reyes mágica en la que Zizou, tras cuatro meses iniciales aguantando algún que otro pito, marcó otro de sus goles más recordados, al Deportivo en el Bernabéu.
Tras el sonado 'Centenariazo' y una Liga en la que quedó tercero, al Madrid solo le quedó una Champions en la que había eliminado al Bayern en cuartos y al Barça en semifinales. Acabó ganándola en Hampden Park, celebrando sus 100 años como mejor podía hacerlo, con la Copa de Europa.
Zidane, 15 años después entrenador del Madrid y aspirante a su segunda Copa de Europa en los banquillos, no había ganado todavía la Champions. Ya había logrado un Mundial con Francia, un Balón de Oro, algunos títulos domésticos, pero le faltaba la 'Orejona', máximo trofeo continental a nivel de clubes. Se fue al Madrid, previo desembolso de 75 millones, entonces el fichaje más caro de la historia, y ganó la Champions. Ya lo tenía todo.
El francés ni fue el que más ganó con el Madrid (solo consiguió esa Copa de Europa y una Liga) ni tampoco de los que más conquistó a nivel individual, pero nadie duda que fue de los más grandes futbolistas en toda la historia. En Glasgow regaló su mejor pincelada, a la postre su última gran creación.
Cosas de la vida, a la vez que el Real Madrid celebraba su novena Copa de Europa, su rival de la capital, al que hace pocos días eliminó en semifinales de Champions, ascendía a Primera División. El Atlético regresaba a la élite y Cibeles y Neptuno coincidieron en la misma semana con celebraciones. Diferente fueron los motivos.
Desgraciadamente para el Madrid, la belleza del gol de Zidane no aportó más en los próximos años. La volea en el San Isidro más blanco de todos los que ha habido, lejos de ser el inicio de una época fue el final de aquella. Después de esa victoria, los blancos cerraron cinco años de éxitos europeos y tuvieron que esperar 12 años más para ganar otra Copa de Europa.
Las lágrimas de Casillas
El gol del actual técnico del Real Madrid eclipsó todo lo que pasó aquella noche de miércoles en Escocia. El primer tanto de Raúl, el más pícaro de todos los que hizo el '7' blanco, el cabezazo para el empate de Lúcio y, sobre todo, las paradas milagrosas de Casillas en unos minutos finales de infarto.
El guión quiso que César, titular todo el año, se lesionara y que con el de Móstoles en la portería, el Leverkusen ametrallara a un Madrid ya cansado. Iker, con tres paradas de mucho mérito, salvó a los de Del Bosque. Sus lágrimas tras el final del partido mientras le entrevistaban representaron el final del Casillas novato y rebelde y el paso al Casillas maduro y gigante que tantos años duró después.
Ante un Bayer Leverkusen comandado por Michael Ballack y con Butt, Lúcio, Diego Placente, Bernd Schneider, Ramelow, Neuville o Bervatov en el equipo, el Madrid de las ocho copas se hizo un poco más 'borracho' y conquistó Glasgow. Era en color, pero en otra época a la actual.
Un 15 de mayo, de ahora hace 15 años, Zidane inventó el mejor gol de la historia de la Champions League. No es una opinión. La FIFA así lo catalogó. Y el Madrid bien que lo universalizó.
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