Olga Carmona (Sevilla, 2000) recibió una de las noticias más tristes el mismo día en el que se convirtió en la heroína de España en Sídney: su padre había fallecido. En realidad ocurrió el día anterior al partido, pero la futbolista sevillana no lo supo hasta después de la final del Mundial.
La madre y uno de los hermanos de Olga Carmona, su mellizo Tomás, volaban a Australia cuando supieron de la muerte del padre, que llevaba un año enfermo. Habían viajado para estar junto a ella en un momento tan especial a la par que delicado, aunque eso en el momento de despegar no lo sabían. Ya la acompañaron durante la frase de grupos y después regresaron a España. También voló la psicóloga de la jugadora, María Aguirre.
No quisieron darle antes la noticia para que no le afectara emocionalmente de cara a la final, y Olga acabó siendo decisiva. Solo lo sabían familiares y amigos muy cercanos. La madre lo transmitió a la Federación tras el partido ante Inglaterra y se buscó la manera de comunicarle la noticia a la futbolista, algo que ocurrió pasadas unas horas. Tras ello, la RFEF lo hizo público a las 22:00.
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El destino quiso que el día más feliz de Olga Carmona se empañara por una noticia así. La sevillana, ajena a lo ocurrido, vivía un momento dulce tras hacer en semis el gol que dio el pase a la final y esperaba ser titular en el partido por el título como así fue. Tenía preparada una emotiva sorpresa por si volvía a marcar: dedicar el gol a la madre de una amiga cercana, de nombre Merchi, que también había fallecido esta semana.
Detrás del drama, de ocultar la noticia por parte de la familia, estaba el deseo de proteger el sueño de una niña. Una niña sevillana que un día se decidió a cambiar los tacones del flamenco por las botas del fútbol.
Olga Carmona vivió gran parte de su vida en el barrio Sevilla Este, a las afueras de la ciudad. Creció junto a dos hermanos, uno once meses mayor y otro mellizo. Ellos son también futbolistas (Fran es central en el CD Teruel y Tomás, portero en el UD Tomares). Y de verlos jugar al fútbol, ella quiso también probar cuando era pequeña.
De niña practicaba natación y también fue a clases de flamenco. Su madre, de la que heredó su nombre, sentía que los niños podían no aceptar a su hija en un deporte como el fútbol. "Pero lo único que quería era darle patadas a un balón". Empezó en un club de Nervión y la menudita Carmona, igual que uno de sus hermanos, se unió después a la cantera del Sevilla cuando tenía siete años.
Hasta los 20 se quedó en el club. Allí se forjó una futbolista bajita, pero con mucho nervio y carácter. Una lateral con alma de delantera, eléctrica y que, por su estilo y su diferencia de físico respecto al resto, tenía muchas semejanzas a una leyenda del sevillismo y campeón del mundo en 2010: Jesús Navas. Sus actuaciones provocaron la llamada del Real Madrid, que la fichó para el primer año de vida de la sección femenina (2020/2021). A día de hoy es su '7', ese dorsal tan emblemático en el club blanco.
Así es Olga, una jugadora que, de las felicitaciones que recibió por el Mundial, de las más especiales fue la de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (Fakali). "Opre romnia", la escribieron. En romaní quiere decir "¡arriba, gitanos!". Ese término que alguna vez habrá escuchado como insulto, ahora no es más que una muestra de orgullo de la gente de su ciudad y de todo un pueblo.
Una dedicatoria especial
De lo que peor llevó Olga de dejar Sevilla fue separarse de su familia, especialmente de su madre. Su vínculo es tan fuerte que ambas llevan el mismo tatuaje en la muñeca derecha: una madre y una hija abrazándose junto al símbolo de infinito. La lateral se lo besa cada vez que marca un gol, aunque se le olvidó en Sídney.
El tanto de Olga en la final el Mundial tuvo otra dedicatoria, para Merchi (con un pequeño corazón sobre la 'i'). Era la madre de María Benjumea, una amiga de la selección andaluza, y había fallecido también de forma repentina esta semana. Igual que el gol de Andrés Iniesta en Johannesburgo fue para su amigo desaparecido Dani Jarque, el de Olga Carmona en Sídney fue en memoria de otro ser querido. No pudo dedicárselo a su padre, puesto que supo de su fallecimiento tras la final.
Olga, que trabaja con su psicóloga para mantener en orden su vida dentro y fuera del campo, recorre la banda de Valdebebas con los pies sobre la tierra. A pesar de haber sido campeona de Europa sub19 (2018), de haber jugado la Champions League y de haber ido con la Selección antes del Mundial, nunca vio el fútbol como la única salida.
Aunque todo lo volcó al deporte, siendo estudiante de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Además, no tiene pensado dejar de estudiar y no descarta pasarse a otras ramas como la nutrición o la fisioterapia. Aunque parece que serán salidas para un futuro lejano en el que se retire como futbolista, ya que su trayectoria profesional no ha hecho más que despegar.
La familia Carmona sufrió uno de los peores reveses casi al mismo tiempo que a Olga le llegó el mejor momento de su carrera deportiva. Un drama que entristeció, cuando conoció la noticia, a todo aquel que horas antes vibraba con la zurda de la futbolista sevillana.
Pero Olga, como sus otras 22 compañeras, como todas las que vinieron antes, es ya un ejemplo para esas niñas y esos niños que lo que comparten es su mismo sueño: ganar el Mundial. Esta es la historia de la goleadora sevillana cuyo nombre jamás será olvidado.