Caos. Es la palabra que define lo que se vivió antes de la final de la Champions League en los aledaños del Stade de France, a ocho kilómetros del centro de París. Robos a aficionados, saltos de vallas, agresiones y una alarmante falta de seguridad y control hicieron que el partido empezara 36 minutos tarde, algo inaudito en el fútbol moderno.
Lo avisaba Thierry Henry, leyenda del fútbol francés, días antes del partido: "Ojo, el estadio está en Saint-Denis, no en París. Sí, está muy cerca, pero créanme que no querrían estar en Saint-Denis. Saint-Denis no es París". Ese suburbio, pobre y de mucha inmigración, acabó siendo el escenario de una especie de batalla campal.
Falló el cordón policial levantado para filtrar a aquellos aficionados que tenían entradas. Estos se quedaron indefensos ante grupos organizados, en su mayoría formados por personas jóvenes, y muchos fueron víctimas de hurtos de móviles y carteras e incluso de agresiones.
Los afectados, en su mayoría, fueron aficionados del Liverpool. Decenas de miles de británicos se desplazaron a la ciudad, muchos más que los españoles llegados a París para animar al Real Madrid. El primer error de la UEFA de Aleksander Ceferin fue instalar la Fan Zone de los reds a 45 minutos en transporte público de la sede de la final. La del Real Madrid no estaba ni a media hora andando.
Las zonas dedicadas a los fans congregaron a 4.000 madridistas cerca de Saint-Denis y a unos 30.000 británicos al este de París, en los Campos Elíseos. La dispersión de las Fan Zones se desarrolló sin incidentes, por suerte.
Se agolparon más y más seguidores británicos en los accesos a su sector de las gradas, también en la estación de metro más cercana, generando un embudo de personas. Decenas de aficionados se saltaron el cordón de seguridad e, incluso, algunos de ellos accedieran al interior del perímetro vallado del estadio. La respuesta de las fuerzas de seguridad, que emplearon gases lacrimógenos, aumentó la angustia.
"Ejerciendo una presión fuerte para penetrar en el recinto, los aficionados retrasaron el acceso de los espectadores con billete. Aprovechando esta situación, un cierto número de personas lograron atravesar las rejas que protegen el estadio", explicó la Policía. Algunos fans esperaron dos horas para entrar al recinto, aunque según las autoridades francesas todos los espectadores con billete pudieron acceder al campo.
Las escenas violentas desembocaron en un total de 68 personas arrestadas, de las que 39 fueron encarceladas. Los incidentes degeneraron también en un total de 238 asistencias sanitarias a personas con heridas leves, sin que ninguna de ellas tuviera que ser hospitalizada.
30.000 entradas falsas
Otra de las claves estuvo en la venta de entradas falsas. Se dieron casos surrealistas como la detención de un hombre que llevaba encima 50 boletos fraudulentos, según France Info. La propia UEFA se vio en problemas con el control de las entradas, lo que demoró aún más el acceso de los aficionados.
En las puertas se embotellaban hinchas que tenían entradas falsas sin saberlo, otros que tenían entradas reales pero que no podían llegar a la puerta y, finalmente, un grupo que no tenía nada que ver con el partido. Durante la noche del sábado, se identificaron entre 25.000 y 30.000 entradas falsas.
El Liverpool pidió a la UEFA gestionar sus 20.000 entradas para sus aficionados, pero lo hizo emitiendo entradas en papel pese a que el organismo lleva todo este asunto de forma digital. La UEFA aceptó la solicitud, aumentando el riesgo de crear entradas falsas.
Andy Robertson, futbolista del Liverpool, denunció tras el partido lo que un amigo sufrió: "Le dijeron que su entrada era falsa, y les aseguro que no lo era ya que la conseguí a través del club. Realmente fue un desastre", dijo en la BBC el jugador de 28 años tras la final.
"La gente entró en pánico y tirar gases lacrimógenos fue inaceptable", añadió Robertson. "Fue horrible para nuestros hinchas y todas las familias que también lo pasaron. No fue una experiencia agradable, no fue una buena final a la que llegar. La Champions League debería ser una celebración, pero no lo fue", denunció el escocés.
Un infierno tras la final
El otro capítulo de esta historia de bochorno llegó tras la final. A la salida, los aficionados de ambas hinchadas se vieron totalmente desprotegidos. La oscuridad de la noche lo hacía todo más terroríficos. Esos vándalos que actuaron en la previa volvían a amontonarse en los alrededores del Stade de France buscando nuevas víctimas.
Robos y peleas. Se repetía la historia. Para muchos seguidores, tanto españoles como británicos, llegar a su alojamiento donde pasarían el resto de la noche se hizo una pesadilla. Todos se sintieron observados, acechados. Difícil confiar en alguien en un escenario así.
Francia se vio señalada por los problemas de organización a un año de acoger el Mundial de Rugby y a dos de los Juegos Olímpicos. En el país galo, este domingo amanecían buscando explicaciones para lo sucedido. La prensa ha achacado los problemas de organización a la escasez de tiempo que París ha tenido para organizar el encuentro, que hasta hace tres meses estaba previsto que se celebrara en San Petersburgo.
El ministro francés del Interior, Gérald Darmanin, señaló directamente a los aficionados británicos de este problema, y los acusó de haber tratado de forzar la entrada incluso de forma violenta. "Gracias a las numerosas fuerzas del orden movilizadas esta noche en este contexto difícil", escribió en su cuenta de Twitter. En total, hubo un despliegue de 6.800 fuerzas del orden entre el Stade de France y las dos Fan Zone.
En Inglaterra, las palabras de Darmanin y la organización de la UEFA han causado indignación: "No vi a ningún oficial de la UEFA. No vi a nadie en la hora que estuve fuera del estadio tratando de averiguar qué estaba pasando. Nadie trató de ofrecer ninguna explicación o ayudar a los aficionados. Y solo hablé con los seguidores que tenían entradas. Me aseguré de eso. Había sido caótico y desorganizado...", escribió el domingo Jason Burt, periodista de The Telegraph.
Los incidentes en Wembley
Entre franceses e ingleses está la polémica y es que los segundos ya vivieron su propio bochorno en julio de 2021. La final de la Eurocopa del pasado verano, disputada en Wembley, tuvo su dosis de violencia particular ante la deficiente organización de la UEFA.
Un centenar de aficionados ingleses consiguió colarse en aquella final por las entradas para minusválidos de Wembley. Botellas rotas, cristales, alcohol, drogas y un botellón que recordó a una batalla campal empañó la final entre Italia e Inglaterra, que terminó con 90 detenidos, pero ni eso sirvió para que el encuentro se retrasara como ocurrió este fin de semana en París.
Aniversario de Heysel
En ambas finales se rozó la fatalidad y este domingo se cumplieron 37 años de la tragedia de Heysel. En 1985, en la final de la Copa de Europa que disputaron Juventus y Liverpool, un violento episodio en las tribunas del estadio desembocó en una catástrofe que se cobró la vida a 39 aficionados por una avalancha. Aquello fue el inicio de la verdadera batalla contra el hooliganismo en Europa.
Esta vez no han sido los ultras, pero un coctel formado por causas sociales y la desorganización de las autoridades vuelven a retratar el fútbol europeo. "Es el partido más grande del fútbol europeo y los aficionados no deberían tener que experimentar las imágenes que se han visto esta noche", decía el Liverpool en una nota oficial tras la final.
El desastre en Saint-Denis alerta en Europa y en el propio país galo. El diario Le Figaro realizó una encuesta este domingo en la que el 80% de los votantes se mostraban preocupados de cara a la organización de los JJOO de París 2024. El fútbol manda un aviso. El deporte debe ir acompañado de seguridad por el bien del espectáculo.
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