"Nos podemos ir orgullosos", dijo Xavi Hernández. "Es para salir con la cabeza alta", dijo Gerard Piqué. Los mensajes se repetían siguiendo el mismo discurso después de caer contra el Real Madrid en El Clásico. Se reafirmó más todavía con las palabras de un Joan Laporta que bajó al vestuario para dirigirse a la plantilla y al cuerpo técnico del primer equipo: "Ese es el camino", dijo.
Han pasado ya más de diez meses desde que Laporta fuera nombrado presidente del FC Barcelona. Diez meses en los que no solo no ha podido luchar por los títulos, a excepción de una Copa del Rey que se encontró al poco tiempo, ni por los grandes fichajes sino que ha tenido que poner la nave culé en punto muerto para librar la batalla más importante de todas contra la golpeada economía del club.
En esas está el Barça, en un proceso de reconstrucción desde abajo y que comanda un Xavi que recogió el equipo hundido en Liga y casi sentenciado en la Champions League. Cumplidos dos meses con el técnico catalán, la situación a nivel resultados no es mucho mejor, eliminados de la máxima competición continental, pero al menos se ha vuelto a puestos europeos aunque la diferencia con el líder, el Madrid, sea de 17 puntos.
Como bien dijo Laporta, el Barça puede haber encontrado su camino. Ese en el que "la fuerza de la juventud", a la que hacía referencia el presidente antes del Clásico, va ganando en dimensiones a medida que los jugadores van sumando partidos a sus espaldas. En los Ansu Fati, Pedri, Gavi o Nico está el futuro y también el presente viendo que los Depay o Frenkie de Jong han dado un preocupante paso al lado y otros como Ousmane Dembélé se bajan del barco.
Pero Laporta, que en otros tiempos se acostumbró a estar arriba con el Barça, peca en ocasiones de querer ir más rápido que lo que las capacidades del club (en lo económico) y del equipo (en lo deportivo) se lo permiten. Esos discursos atrevidos en las presentaciones de Xavi, Dani Alves o Ferran Torres no han hecho bien a un equipo que, a fin de cuentas, ha ganado dos (Mallorca y Linares) de sus últimos cinco partidos.
"Hemos vuelto", decía Laporta cuando presentó a Ferran sin ni siquiera saber cuándo podría llegar la inscripción del futbolista. Llegó solo 24 horas antes de El Clásico tras ceder a Coutinho al Aston Villa, diferir el sueldo de Umtiti y quitar la ficha a Yusuf Demir, a quien este jueves se le rescindía su cesión. Todo eso para inscribir a un jugador, pero luego se mandan mensajes que llaman a soñar con fichar a Erling Haaland en verano.
Un plazo de dos años
Laporta era más realista en verano cuando analizaba las cuentas del club que ahora en esos arrebatos de euforia. "En dos años", decía en agosto como fecha aproximada para el final de la economía azulgrana. En medio año parece querer rebajar el plazo a la mitad cuando ni el proyecto deportivo ha tenido tiempo para madurar y las cuentas son las que son.
En Arabia Saudí se consiguió competir contra el Real Madrid, pero el resultado fue una derrota. Siempre duele para el perdedor de un Clásico. Es la realidad culé. Que al menos se llegue a una prórroga contra el líder de Liga con un grupo cargado de chavales tiene su lado positivo, pero alguno se lo ha tomado con una efusividad desmedida y ya habla de apisonar al equipo de Carlo Ancelotti en el próximo duelo previsto para marzo.
Xavi intenta crecer con los recursos que tiene, que son limitados. Enchufar, por ejemplo, a Luuk de Jong es bueno de cara a la segunda mitad de la temporada. Clasificarse para la Champions 2022/2023 es obligatorio y conseguirlo será dar un paso más adelante. Aún así alguien tendrá que poner freno a Laporta cuando quiera correr antes de tiempo, que las prisas no son buenas. El Barça está en el camino correcto, pero la meta está lejos en el horizonte.
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