Hubo un día en el que el fútbol chino parecía dar el paso definitivo para competir con Europa. En el mercado de fichajes de 2016, por ejemplo, la Superliga fue la segunda competición que más gastó con 400 millones. Era un plan de gobierno donde Xi Jinping quería que en 2025 pudieran competir de forma directa con el Viejo Continente. Hoy es 2021 y esa gran división está paralizada por interés gubernamental para premiar todos los esfuerzos a que China alcance el Mundial 2022 en Catar.
La situación es tan caótica que el campeón de la última Superliga ha desaparecido. La burbuja inmobiliaria que ha explotado en China con el gigante Evergrande como principal perjudicado ha tenido su incidencia en la competición. Aunque la competición quedó muy tocada en el instante en el que se instauró el tope salarial en ese afán intervencionista que tiene el país asiático. Esa fue una medida con la intención de que la burbuja de los grandes dispendios que estaban haciendo los clubes no estallase, pero no sirvió para nada.
Se podría decir que era una situación que se veía venir. Después de ver a Carlos Tévez firmar por el Shanghai Shenhua para cobrar 40 millones de euros netos en concepto de salario, a Jackson Martínez costando 55 millones y cobrando 12,5 en el Guangzhou Evergrande o al Jiangsu Suning pagase 28 millones por Ramires, a pesar de las ingentes cantidades económicas con las que contaban las entidades, era cuestión de tiempo que se descontrolase. Las empresas que alguna vez gastaron decenas de millones para adquirir jugadores ahora no pueden pagar sus facturas.
Ahora en las oficinas de la FIFA hay reclamaciones millonarias, principalmente de jugadores sudamericanos, contra estos clubes chinos. Una situación que también sucede con los entrenadores. Mientras la liga lleva dos meses parada por culpa de la clasificación para el Mundial, los equipos siguen buscando sobrevivir y ver cómo pagan a esos futbolistas y también otros grandes proyectos como los estadios proyectados antes de la Covid-19.
Problemas económicos
Evidentemente, los parones por la pandemia también han provocado esta situación. Además de afectar a los patrocinadores, los clubes tampoco encontraban nuevas vías de financiación. Esto llevó al Jiangsu Suning a la quiebra. Era uno de los pocos clubes que quedaba desde la histórica competición que precedió a esta Superliga. Después de ganar su primer campeonato, la empresa de electrónica decidía que no seguiría apoyando más a esta entidad. A Joao Miranda, exrojiblanco, le deben 10 millones de dólares.
Algo similar le puede pasar al famoso Guangzhou. Apoyado por Evergrande, el conglomerado inmobiliario que ha hecho estallar la peor crisis del siglo en el país asiático, tiene en vilo a su ciudad. Fabio Cannavaro era, gracias a esta empresa, uno de los técnicos mejor pagados del mundo. La semana pasada acordó su salida del club. Además, están construyendo un mega estadio que podría acoger hasta a 100.000 espectadores y que por ahora está paralizado.
Las situaciones de impagos se han vivido en varios clubes. El Wuhan, equipo por el que pasaron varios españoles recientemente, está sancionado sin fichar por varias denuncias. La FIFA sigue estudiando los casos que le han llegado en los últimos meses. Dos de ellos son los de Fernando Martins y Renato Augusto, dos jugadores brasileños que fueron liberados por el Beijing Guoan, pero que no han recibido el dinero de sus rescisiones.
Sin liga
Mientras los clubes desaparecen o resuelven sus problemas, la liga no ofrece una situación favorable. Un campeonato que iba a tener 30 jornadas ha acabado teniendo 22, aunque por el momento solo se han jugado 14. Esas ocho que quedan se volverán a disputar en diciembre, cuando está previsto que regrese la competición. Esa confianza en que el equipo nacional llegue a Catar 2022 como fórmula para potenciar el interés del país en el fútbol.
Pero no está teniendo resultado esta decisión. China solo le ha ganado a Vietnam en lo que va de fase de clasificación. Está lejos de Arabia Saudí y Australia, pero es que tiene también por delante a una Japón de la que se espera más. Mientras los clubes se ahogan económicamente sin ingresos, el gobierno que ha preferido que todos los esfuerzos se centren en el equipo nacional tendrá que responder de alguna forma.
El plan para hacer de China una referencia en el fútbol mundial ha fracasado cuatro años antes del plazo que se estableció para instalarse en la élite. Reducido el núnero de estrellas que han recalado en su país, con un país como Japón que le ha comido la tostada en cuanto a la atracción y con los problemas que existen para que su selección pueda tener un lugar en los campeonatos más importantes, el gigante asiático seguirá dormido para este deporte.
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