En Can Barça no se respiró aire de día grande durante todo el martes. Nadie tenía la sensación de que a la noche se fuera a vivir una velada mágica en el Camp Nou. Ni siquiera por ser el debut culé en la presente edición de la Champions League. Que fuera contra el Bayern Múnich lo arruinaba todo y así pasó. El final fue un cúmulo de cabezas agachadas, una imagen que se repite en Europa desde hace años.
"Es lo que hay", decía Gerard Piqué a pie de campo tras acabar el partido. "Es dificilísimo de aceptar, pero es lo que hay", repetía luego Ronald Koeman. ¿Qué es lo que hay? Una brecha brutal entre el Barça y los grandes de Europa. Un equipo al que no le da para competir en Champions a día de hoy. El 0-3 lo confirmó por enésima vez.
La cuenta sigue creciendo, en número y en nivel de dolor y desazón entre la afición azulgrana: 3-0 en Roma, 4-0 en París, 3-0 en Turín, 4-0 en Liverpool, 2-8 en Lisboa y tres 0-3 en el Camp Nou ante Juventus, PSG y ahora Bayern Múnich. Demasiados 'palos'. Demasiadas decepciones que han acabado por frustrar al aficionado que no ve a su equipo ganar una Champions desde 2015. Y ya no está Leo Messi, que es lo peor.
La imagen que da el Barça en el campo es dolorosa, la de un león malherido que algún día fue el rey y ahora agoniza antes de su final. Ver al Bayern dominar en el Camp Nou jugando a una marcha reducida hizo que el mal fuera todavía más punzante. Fue un 0-3, pero todo el mundo sabía que el resultado pudo quedar mucho más cerca del 2-8 de hace dos temporadas y que ya anunciaba esta crisis profunda.
El Barça está a la deriva, es una realidad. Que ayer fuera la mayor de las calamidades se refleja en que, por primera vez en la historia de la Champions League, el Barça no realizó ni un solo disparo a portería. El debut de Luuk de Jong, el fichaje improvisado para el ataque culé, no cambió nada. Mientras, Messi, Luis Suárez y Antoine Griezmann verían desde la distancia la hecatombe. También Neymar, que pese a sus intentos por regresar a la Ciudad Condal se ha librado de una montaña de varapalos.
La brecha se abre entre el Barça y los verdaderos grandes del Viejo Continente. Se parte desde el nivel de la plantilla, que ha sido desahuciada para tapar los agujeros económicos del club y está lejos de tener siquiera un jugador que se encuentre entre los mejores del mundo en su posición. Si acaso Ter Stegen, que no puede hacer mucho más.
Koeman, en la cuerda floja
La derrota contra Lewandowski y compañía deja a Koeman en la cuerda floja. El entrenador que días atrás se autoproclamaba salvador del Barça está ahora al borde del precipicio. No ayuda, por supuesto, haber iniciado una guerra fría en público contra su presidente Joan Laporta. A este se le podrá acusar de muchas cosas (especialmente de mostrar un excesivo optimismo durante la campaña electoral), pero hasta ahora ha trabajado sobre la línea que le permite el desastre heredado y del que trata de reponer al club. Lo primero es la economía y de lo deportivo se ha de encargar Koeman, quien de momento no ha obrado ningún milagro y agota su crédito mientras se elogia a sí mismo.
El Barça no es ni la sombra de lo que fue. Ha pasado de ser uno de los principales rivales a evitar por todo el mundo a ser la 'cenicienta' entre los clubes con más nombre de Europa. Y es ese nombre el más perjudicado de todo porque la identidad del club catalán se sumerge en un pozo de decepciones. Esto no lo salvó Messi ni tampoco Koeman. Solo queda Laporta y para eso ha de aguantar de pie durante el año que le espera.
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