345 días. El tiempo que separa al martes 25 de agosto de 2020 y al jueves 5 de agosto de 2021. El primer día corresponde al momento en el que se empezó a fraguar la salida de Leo Messi del FC Barcelona y el segundo al que se hizo una realidad. De un burofax a un comunicado oficial. Es el inicio y final de uno de los grandes culebrones de la historia reciente del fútbol.
Messi dejó de ser jugador del Barça el pasado 30 de junio, pero desde este jueves ya se sabe que no volverá a vestir más la camiseta del club azulgrana -al menos como profesional-. No hay vuelta atrás, como si la hubo hace un año cuando parecía imposible. Ha pasado un año y aunque parecía que la situación se iba reconduciendo, al final, tanto el estratosférico sueldo del jugador como el límite salarial lo han hecho imposible.
El adiós de Messi de ahora no es como el que planificó hace un año. Entonces era un Messi prendido en cólera. El culpable era Josep Maria Bartomeu, al que señalaba del rumbo del equipo durante los años anteriores por su gestión de la plantilla. También del club, sumido en continuas polémicas extradeportivas que le llevaron a ser detenido una vez que dejó su cargo como presidente culé.
Pero antes que la renuncia de Bartomeu fue el lío del burofax. Messi, que consideraba que tenía derecho contractualmente a resolver unilateralmente su vínculo con el Barça, transmitía a través de dicho documento su intención de irse del club. Fueron días de incertidumbre en los que ni siquiera se sabía si Leo había dejado ya de pertenecer a la entidad.
No fue así porque Bartomeu no le dejó. El motivo era que en el contrato figuraba una fecha, el 10 de junio, que era el día límite en el que Messi podía comunicar la rescisión unilateral pese a tener contrato hasta 2021. La fecha había vencido y el club le retuvo en contra de su voluntad pese a que Leo, a través de sus abogados, intentaron justificar que la temporada acabó más tarde por culpa de la pandemia y le daba derecho a extender el tiempo de esa cláusula de rescisión. La literalidad del contrato no decía eso.
Si Messi quería salir debía ser porque alguien pagara los 700 millones de euros de su cláusula. Y así llegó el momento en el que el argentino rompió su silencio en una entrevista en la que anunciaba que se quedaba para cumplir su contrato, pero dejaba su futuro en el aire a expensas de saber qué pasaría con la presidencia del club.
Las elecciones
Antes de las elecciones del Barça para su presidencia, llegó el día en el que Messi era libre de negociar con el club que quisiera. Era 1 de enero de 2021. Pero el argentino aplazó todo lo que tuviera que ver con su futuro para centrarse en la temporada. En la puerta esperaban PSG y City por lo que pudiera pasar-.
Las elecciones fueron un punto de inflexión para Messi. El '10' acudió al Camp Nou para votar en los comicios como socio azulgrana. Acudió junto a su hijo mayor y hasta se fotografió con él en el estadio en un día histórico. Algo parecía cambiar en el delantero, pese a que durante esos meses no había variado demasiado en su decisión de irse.
Ganó Joan Laporta, con quien todavía guardaba una buena relación de su antigua etapa en el club y quien aseguró durante toda la campaña que convencería a Messi para renovar. El nuevo presidente tomó posesión del cargo y no tardaron mucho en sentarse a hablar y a Messi le gustó lo que escuchó. Se volvía a sentir valorado y le había convencido el proyecto del Barça que tenía en mente Laporta.
La realidad del Barça
Con lo que quizás no contaban ninguna de las partes por entonces era que la situación económica del Barça fuera tan crítica. Laporta lo descubrió cuando llevó a cabo una auditoría para conocer el estado financiero en el que se encontraba el club, mucho peor de lo esperado.
La debilidad económica del Barça empezó a poner trabas en las negociaciones entre Messi y el club. Un salario como el del argentino no tenía cabida en el panorama actual y se buscaron fórmulas para adaptar el nuevo contrato, tales como que firmara por diez años y hasta siguiera cobrando del Barça cuando se fuera a Estados Unidos a jugar -retirándose de la élite en su 'casa' y yéndose dentro de dos o tres años-.
El límite salarial de LaLiga apretaba al Barça, aunque el propio Messi y el Barça tenían apalabrada la renovación, tal y como se indicó en el comunicado de su salida definitiva. Fueron pasando las semanas, a Leo se le acabó el contrato y la firma del nuevo documento no llegaba. Se fue a la Copa América y no renovó. Tampoco en su cumpleaños ni en el de Laporta, como se habló. Con su primer trofeo con Argentina, Messi se fue de vacaciones con una aparente tranquilidad sobre su futuro.
LaLiga no cedió
El último capítulo que ha emborronado la situación ha sido el acuerdo firmado de LaLiga con el fondo CVC para inyectar capital en la competición y para los clubes. Era la única vía del Barça para renovar a Messi -aunque eso seguiría sin solucionar la inscripción de los nuevos fichajes, entre ellos Kun Agüero-, pero suponía un mazazo para la Superliga Europea y al club no le sacaba de su crisis económica.
La noticia sacudió al Barça, que vio claro que LaLiga no iba a aflojar la soga para que Messi pudiera renovar. Con la actual normativa era imposible. Leo llegaba a la ciudad condal este miércoles. Su padre, Jorge Messi, también su agente, lo hizo un día después. Todo estaba listo para firmar el nuevo contrato, pero en la reunión con Laporta se dieron de bruces contra la realidad. Era imposible. Decepción y tristeza para el argentino por un adiós así y comunicado para despedirle. Punto y final.