La espera se ha hecho eterna. Han pasado 350 días desde su fecha original, pero la final de la Copa del Rey 2020 se juega este sábado. Athletic y Real Sociedad se enfrentan por el título en un partido histórico, ya que es la primera vez que lo hacen en este contexto y, además, ha cobrado mayor magnitud por el tiempo que ha tenido que pasar, con una pandemia de por medio, para que el balón eche a rodar en La Cartuja.
Las emociones estarán a flor de piel cuando el balón eche a rodar a las 21:30 horas. Así se ha podido comprobar por las multitudinarias despedidas -en contra de las recomendaciones sanitarias- que dieron las aficiones de Athletic y Real a sus sendos equipos. Ellos no llenarán las gradas del estadio por la pandemia, quitando color a la gran final.
Sin el público no habrá reivindicaciones políticas. Al menos, en cuerpo presente. Que Athletic y Real Sociedad se jugaran la Copa del Rey era la excusa perfecta de muchos para convertir el partido en un acto independentista y antimonárquico. Cuando el año pasado se supo que la final sería entre ellos, antes de que estallara la crisis del coronavirus, las redes amenazaban con 'corromper' el partido.
Twitter se llenó de la icónica imagen de José Angel Iribar, capitán del Athletic, y Inaxio Kortabarria, de la Real, portando 1976 la ikurriña, por entonces sin legalizar. Algunos como Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu, la acompañó le lema "¡que nos oigan!" en referencia al resto de españoles.
"Sería una maravilla. Le podríamos cambiar incluso el nombre y ponerle la Copa del Lehendakari", decía el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, antes del pase del Athletic a la final. "No es un gesto demasiado educado pero también demuestra un estado de opinión. [...] Si la pitada es tan generalizada, igual hay que pensar en las razones del pitido. En el cargo también va escuchar pitidos", añadía. Porque esa es otra, sin público no habrá protestas ni los pitos al himno que se han repetido por tantos años.
No estarán en La Cartuja ni en Sevilla los más de 50.000 aficionados vascos que se esperaban para la final antes de que el virus lo paralizara todo y suspendiera una final que se fue aplazando con la esperanza de poder celebrarla con público. Nadie quería imaginar que a estar alturas siguieran las restricciones, pero así es.
Quien sí estará en el campo, paradójicamente para algunos, será Felipe VI, tal y como confirmó esta semana La Casa Real. Estará acompañado en el palco por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales. El rey no escuchará esta vez los silbidos al himno en una final de la Copa.
El fútbol se llevará el protagonismo, aunque todos echarán de menos a la afición. Es la primera vez desde 1927, cuando Real Unión y Arenas se enfrentaron, que hay una final vasca y tanto Athletic como Real llevan muchos años soñando con esta Copa. Los rojiblancos no la levantan desde 1984 cuando ganaron al Barcelona en el Santiago Bernabéu. Los blanquiazules, tres años más tarde, en 1987, ganaron su segunda y última Copa contra el Atlético en La Romareda.
Final de tradiciones
Más de 30 años después, los dos tienen la oportunidad de poner fin a su racha. Solo uno lo conseguirá, aunque el Athletic, gane o pierda este sábado, tendrá otra oportunidad el próximo 17 de abril al repetir como finalista en la edición de la presente temporada. La final de este sábado será más especial porque se juega bajo el clima de una rivalidad histórica y vencedor y vencido lo recordarán por todos los tiempos.
El fútbol vasco tiene su final. Una final con una tradición y un estilo bien marcados. La final de Bilbao y San Sebastián. Con esta final, rojiblancos y blanquiazules recuperan un tanto el protagonismo compartido en la década de los 80 del siglo pasado, la de los títulos de la Real y de los últimos grandes éxitos de un Athletic que, no obstante, lleva una década larga encadenando de nuevo grandes acontecimientos y reverdeciendo laureles.
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