"Entre 6,5 y 8,5 billones de euros". Esas fueron las cifras que estimó la Asociación Europea de Clubes (ECA en sus siglas en inglés) con respecto a las pérdidas que esperaban de cara a este 2021 las entidades de fútbol de este continente por culpa de la Covid-19. Mientras tanto, la Champions League ha puesto en los ojos de todo el continente una realidad paralela en los alrededores de los estadios: cientos de aficionados reunidos a las llegadas de sus equipos para darle el último aliento que no le pueden dar en las gradas.
El cierre de los estadios es el gran responsable de estas catastróficas cifras que daba Andrea Agnelli en el foro New Tank Foot a finales del pasado mes de enero. Evidentemente, son los epicentros de este espectáculo por el que se pagan millones de euros en derechos televisivos, el mismo que también genera millones de euros por los aficionados que van a los recintos, que los visitan, que compran camisetas y que llenan la hostelería cercana a estos.
Al final se trata de la misma economía que estas dos últimas temporadas se va a ver críticamente afectada, como se han visto el resto de sectores afectados por la crisis del coronavirus. Limitar las actividades se convirtió en una prioridad para los gobiernos, como era lógico, para poner cerco a la pandemia. De una manera o de otra se ha conseguido, tres olas después, y poco a poco el mundo empieza a ver la luz al final del túnel, sobre todo gracias al proceso de vacunación.
Dentro de esas limitaciones, la mayor parte de los países ha tenido que continuar con su fútbol de élite sin público. El temor a que las aglomeraciones que se producen en la previa y en el postpartido suponía un riesgo de contagio muy elevado. La llamada 'bomba biológica' que fue el Atalanta - Valencia de la Champions pasada fue uno de esos ejemplos. A pocos kilómetros del lugar donde sucedieron esos hechos, este miércoles se vieron imágenes similares en los alrededores del estadio de Bérgamo antes de que el conjunto local disputase su partido frente al Real Madrid.
Un sinsentido
Estas mismas imágenes se vieron una semana antes en Barcelona, cuando los aficionados culés arengaron a su equipo antes de jugar el partido contra el PSG, o en Francia cuando los ultras del equipo parisino también quisieron despedir a los suyos entre bengalas y pocas mascarillas. Aunque es cierto que se trata de momentos puntuales, como también sucedió durante el final de la pasada temporada con las celebraciones de títulos, y que se ha reducido el riesgo porque esto no pasa cada fin de semana, la realidad es que estas imágenes hacen que pierda el sentido que los estadios estén cerrados.
El retorno de los aficionados a los estadios estaba previsto para el comienzo de esta campaña, pero la llegada de las últimas olas de la Covid-19 ha ido aplazando esta cuestión. El plan era que una cantidad mínima de aficionados pudiera volver en algún momento de la temporada, para poco a poco que vaya creciendo esta cifra y recuperar la normalidad total. Mascarilla obligatoria y distancia social eran los pilares de este plan, así como controlar los accesos. En estas imágenes en las que no existe ningún control, se ve todo lo contrario. Que una cosa se permita y la otra no, carece de sentido.
Estas medidas citadas habrían impedido, o al menos limitado, que los alrededores del estadio de Bérgamo o del Camp Nou no se hubieran convertido en pequeñas 'bombas biológicas'. El hecho de tener que pasar varios controles a diferentes horas, tal y como establecía ese borrador que existe, por ejemplo, para La Liga, habría programado la llegada de estos evitando aglomeraciones. Evidentemente, la responsabilidad de cada uno es incontrolable, siempre que no se incumpla la ley, y podrían reunirse en otros lugares como en el caso de los aficionados del PSG, pero no se estaría limitando la economía del fútbol.
La prudencia ha sido un valor muy estimable en estos tiempos de Covid-19, ya que siempre los que se han tratado de adelantar han tenido que retroceder. Pero estas imágenes que se han visto en las últimas semanas solo provocan una sensación de que había una solución diferente; sobre todo, son de todo menos prudentes. La tercera ola parece tocar fin, mientras avanza la vacunación mundial. El deseo es que no haya una cuarta, por eso se siguen extremando las medidas. En cualquier caso, no todo el mundo irá de la mano en esta desescalada.
El futuro
Inglaterra ya ha anunciado que permitirá la entrada del público a los estadios a partir del 17 de mayo, es decir, durante la última jornada de la Premier League. De hecho, están planeando mover la penúltima para que coincida con esta fecha. Aunque esta medida tenía cono punto de mira algo más ambicioso. La UEFA organiza este verano la Eurocopa aplazada, la primera que se disputará en 12 sedes. Este organismo está cancelando las citas de juveniles en las últimas semanas ante las dificultades que sigue provocando la pandemia. Y en las altas esferas hay una idea que empieza a ganar fuerza.
La posibilidad de que la Eurocopa se celebre solo en Inglaterra es una realidad más que plausible. UEFA se dio de margen hasta abril para tomar una decisión, pero el hecho de que pueda haber público en los estadios es una tentación muy grande. En función de lo que se haga en el resto de países, el organismo tomará esta decisión. Hay mucho dinero en juego, con lo que ya ha supuesto el aplazamiento del torneo, por lo que este factor podría ser fundamental.
Ha coincidido justo que sus equipos europeos han jugado la ida fuera de sus estadios, obligando a sus rivales, por cierto, a jugar lejos de sus países por las restricciones de viajes que existen con el Reino Unido. Las próximas semanas dirán si sus aficionados también ponen en jaque la coherencia de la prohibición de la entrada de personas a los estadios mientras se permiten las concentraciones en el exterior. Las imágenes de las celebraciones de títulos del verano pasado no invitan al optimismo.
Mientras, en España la última decisión en cuanto a reuniones de personas es que Sanidad ha recomendado que no se celebren manifestaciones de más de 500 personas con el Día de la Mujer en el horizonte; otra cuestión que quita sentido que puedan permitir aglomeraciones en los alrededores de los estadios de cientos de personas. Javier Tebas explicó recientemente que, en función de qué cifras haya a final de este mes de febrero, se podría tomar una decisión para el retorno del público a los estadios.
La próxima semana en Madrid la Copa del Rey de Balonmano reunirá, como máximo, a 1.000 personas por día en el WiZink Center, mientras se han visto otros eventos como conciertos que superaban ese aforo. El presidente de La Liga es el más interesado en que sus estadios se vuelvan a abrir, pero en todo momento ha explicado que no se van a apresurar. Mientras tanto, las competiciones internacionales siguen dejando estas imágenes que cuestionan las decisiones que imperan por el momento.
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