Carlos Queiroz (Mozambique, 1953) fue un entrenador del Real Madrid. Quizás usted no lo recuerde, pero como diría alguno, con él empezó todo. Todo lo malo, claro. Queiroz siempre quedará ligado como el entrenador de un equipo que pasó de tener todo controlado y prácticamente ganado a perderlo todo en un mes.
El portugués era segundo entrenador de Alex Ferguson en el Manchester United (le había colocado allí el eterno Jorge Mendes) cuando apareció en la vida del Real Madrid. Florentino acababa de no renovar a Del Bosque y confió en Jorge Valdano el nuevo entrenador. El argentino eligió a Queiroz, buscando dar un nuevo impulso, "más internacional". Años después, reconocía Valdano que aquello fue "una decisión de alto riesgo".
El Real Madrid de Carlos Queiroz jugó muy bien al fútbol los primeros meses de temporada. Casualmente, como este Barcelona. Dominó en Champions, en Liga y en Copa. Los buenos meses iniciales les hicieron a su equipo tener una renta cómoda, casi celebrando antes de tiempo lo que no tenía. Lideraba la Liga a finales de febrero con una cómoda ventaja de ocho puntos sobre el Valencia (posterior campeón), nueve sobre el Deportivo y 13 sobre el Barcelona. A final de curso, quedaría cuarto, por detrás de los tres equipos mencionados.
Fue comenzar el mes de marzo (este Barça ha sido en abril) y hundirse aquel Madrid. Empató ante el Racing en El Sardinero (1-1), ante el Zaragoza en el Bernabéu (1-1) y en San Mamés perdió ante el Athletic (4-2). Tres jornadas consecutivas pinchando que dejaron la distancia en un punto. Entre medias, los de Queiroz perdieron la final de Copa el miércoles 17 de marzo en Montjuic ante el Zaragoza en la prórroga (2-3).
Una derrota en la jornada 32 ante Osasuna (0-3) quitaba el liderato al Madrid a falta de seis jornadas, puesto que jamás volvió a recuperar. Eso fue el 11 de abril. Cuatro días antes, el equipo que había llegado a marzo intratable, se estrellaba en Mónaco en la Champions. Al igual que este Barça, se eliminaba en cuartos. Ganó en la ida 4-2, pero en la vuelta en el Principado cayó 3-1 y, por el valor doble de los goles fuera de casa perdió la eliminatoria. Para el recuerdo quedaron los dolores de cabeza que les dio a los blancos Giuly (posterior jugador del Barcelona) o Morientes, cedido por el Real Madrid allí.
De repente, un equipo que asustaba (había eliminado al Bayern en octavos de Champions, con ocho puntos de ventaja en Liga y final de Copa) se quedó sin nada. En la jornada 33, momento en el que nos encontramos ahora, ganó en el Vicente Calderón (1-2). Sería su última victoria. En las cinco últimas jornadas, las perdió todas. No sacó ningún punto, algo incomprensible en un equipo que se jugaba la Liga y estaba cerca de ella. Le ganó el Barcelona en el Bernabéu (1-2), perdió en Riazor (2-0), le ganó el Mallorca de Eto´o, con el famoso gesto al palco (2-3), perdió ante el colista Murcia (2-1) y acabó la Liga goleado en el Bernabéu ante la Real Sociedad (1-4).
Un hundimiento pocas veces visto en el fútbol acabó con Queiroz, que fue destituido el mismo día que acababa el campeonato. El Real Madrid aprovechó la ocasión y anunció a José Antonio Camacho, que venía del Benfica. El técnico murciano duraría después tres partidos y arrancaría la peor etapa en tiempo del Real Madrid, con seis eliminaciones consecutivas en octavos de Champions, ridículos en Copa y una retahíla de entrenadores, desde López Caro a Pellegrini.
Parece difícil que el final que tuvo ese Real Madrid lo tenga este Barcelona, pero la realidad es que, hasta ahora, el guión es parecido. La única diferencia es que el Real Madrid de 2004 ya había perdido la final de Copa, mientras que el Barça aún no la ha jugado (será el 22 de mayo ante el Sevilla). Tiene tiempo de reacción el equipo de Luis Enrique, que empieza a tener cada vez más cara de Queiroz. Empieza a estar ya contra las cuerdas, porque su equipo se desploma como lo hiciera hace 12 años un Madrid que, más que perder títulos, perdió identidad y cerró su etapa más gloriosa para dar paso a su época más infame.
Sin autocrítica (cuando le preguntan por el aspecto físico se limita a 'meterse' con un periodista), Luis Enrique empieza a ponerse nervioso. Por ahora, es incapaz de darle la vuelta a la larga ya racha de malos resultados. Sus cambios se limitan a poner a Piqué de delantero. A tiempo está de evitar ser un 'nuevo' Queiroz, el técnico que hundió a su equipo en un mes cuando antes lo tenía todo ganado.