Brasil tiene cosas más importantes en qué pensar ahora mismo, pero su declive futbolístico no toca fondo. Han pasado ya 21 meses desde que el prestigio de la pentacampeona fuese mancillado por Alemania en su propia casa (tampoco hace falta recordar el resultado) y la selección de Dunga es sexta clasificada en las durísimas eliminatorias sudamericanas al Mundial. La 'Canarinha' empató este martes en el último minuto contra Paraguay (gol de Dani Alves) en el sexto partido de la ronda; lo celebró como si de una victoria se tratase. Después de haber sido eliminada en cuartos de final por la misma selección en la Copa América del año pasado, perder ha dejado de ser una tragedia para la selección más victoriosa del siglo XX. El pais do futebol se ha acostumbrado a no ser potencia y se asoma al abismo de quedarse fuera de un Mundial por primera vez en su historia.
Esta por ver cómo será Brasil sin Lula y Dilma, pero la 'seleçao' no es Brasil sin Neymar Jr., su única estrella planetaria, el único jugador que lo conecta con su ADN balompédico en un equipo que destaca (en todo caso) por su defensa. Sancionado el pasado viernes en el partido contra Uruguay, estuvo ausente este martes en Paraguay, donde sus compañeros iban perdiendo 2-0 en el minuto 80. Tuvo que ser un jugador de 35 años, Ricardo Oliveira, quien diese esperanzas a Dunga y otro de 32, Dani Alves, quien permitiese un momento de euforia tras igualar en el suspiro final. Con Kaká en la convocatoria, ¿qué joven futbolista ilusiona a la baqueteada 'torcida'? Sólo Neymar, que negocia con el Barcelona para disputar la Copa América (junio) y los Juegos Olímpicos (agosto) aunque se pierda la pretemporada culé.
Superada ahora mismo (en este orden) por Uruguay, Ecuador, Argentina, Chile y Colombia, empatada a puntos con Paraguay, Brasil tiene 12 partidos todavía para meterse en Rusia 2018. Pero la decadencia es imparable. La 'Canarinha' es hoy un equipo desorientado, predecible, débil, defensivo, aburrido, cuya dependencia de Neymar es incluso contraproducente para su capitán.
Corrupción y desperdicio de talento
El Mundial de Brasil desnudó al 'rey del balón'. Expuso definitivamente sus carencias entre hermosos estadios construidos que ahora no se llenan nunca (algunos ni siquiera se utilizan), clubes con deudas elevadas, unos dirigentes envueltos en una inmensa mancha de corrupción por fin investigada, plataformas que piden un saneamiento general del balompié y un descontento popular que se dirige hacia la Federación mientras el país se llena de manifestaciones contra los políticos que ensuciaron el sueño brasileño entre corruptelas por miles de millones de dólares que tienen al otrora ídolo mundial, 'Lula' da Silva, a un paso del banquillo de los acusados.
Después del terrible 'Mineirazo' del 5 de julio de 2014, la federación brasileña desoyó el clamor renovador y escogió a Dunga, un hombre de la casa, ya seleccionador entre 2006 y 2010, para liderar la recuperación de un equipo destruido. Pocas decisiones simbolizaron más claramente la resistencia oficial a modernizar la gestión del fútbol. Dunga rejuveneció el equipo en la Copa América, cabe reconocer, pero volvió a decepcionar.
Nueve meses después, la situación es aún más preocupante. El experimentado técnico, campeón del mundo como jugador en 1994, dice que la prensa siempre critica al seleccionador y recuerda que el combinado nacional no gana en Paraguay desde 1985. Pero entonces nadie siquiera imaginaba un Mundial sin Brasil. Como jamás imaginó un 1-7. Desde entonces, sin capacidad de reacción ni renovación de su proverbial talento, cualquier cosa es ya posible en el país que una vez inventó el 'jogo bonito'.