Enric Mas llegaba a Copenhague con la misión subirse al podio del Tour de Francia por primera vez en su carrera. Un viejo objetivo que lleva persiguiendo durante mucho tiempo, pero que no termina de conseguir. Este año iba más convencido que nunca ya que, como reconocía a EL ESPAÑOL antes del inicio de la carrera, había mejorado su forma de entrenar y eso le había traído valores que invitaban al optimismo.
Sin embargo, todo ha ido mucho peor de lo esperado en las casi tres semanas que ya se han consumido de la ronda francesa. 18 etapas que han sacado la peor versión de un Enric Mas que si por algo se había caracterizado precisamente es por su regularidad y por ir siempre a más a medida que avanza la competición.
De siempre se ha dicho que una de las mayores virtudes que tiene el ciclista de Artà es que tiene una enorme capacidad de recuperación. Alberto Contador, quien fuera su mentor en el equipo de su fundación, aseguraba que las características que más les asemejaban a ambos, además de su condición de escalador, era la facilidad para volver antes que los demás tras duros esfuerzos.
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Su ahora director y jefe de rendimiento en Movistar, 'Patxi' Vila, no se ha cansado de repetir una y otra vez que el Enric Mas que llegaba a este Tour era mejor que el de años anteriores, cuando había conseguido brillar en las últimas semanas de carrera firmando un quinto y un sexto puesto. Incluso mejor también que el que había conseguido terminar en segunda posición de La Vuelta en dos ocasiones.
El debate en torno a su figura se situaba en su carácter, una de sus mayores diferencias con su maestro de Pinto, ganador de 9 vueltas grandes y de la triple corona. La gran mayoría de la afición le acusa de ser un corredor demasiado conservador, de no atacar y de no dar el espectáculo que se le demanda. Con el propósito de intentar mejorar esa faceta llegó a este Tour, pero sin volverse loco. Sin embargo, lo más dramático de todo es que no ha sido ese el problema.
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El fracaso vivido por Enric y por Movistar ha estado única y exclusivamente en su rendimiento. De soñar con el Top3 del Tour a perder el Top10 después de varios desfallecimientos como el sufrido en la etapa del Col du Granon. En la de este jueves con final en Hautacam, la última batalla de los Pirineos, ha padecido el último de sus calvarios. Ha cedido más de siete minutos en meta con Jonas Vingegaard. Siempre rodando a menor nivel que corredores como Geraint Thomas, Nairo Quintana, David Gaudu, Louis Meintjes, Vlasov o Adam Yates.
Otro día para olvidar
Comenzó el día con un carácter combativo, metiéndose en la fuga y soñando con la victoria de etapa. Y lo terminó descolgado en los descensos y desinflado en las subidas, sufriendo por las esquinas mientras compañeros como Carlos Verona mostraban una mejor versión. Otro día para olvidar en un Tour que, como él mismo ha afirmado, será para aprender y mucho.
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Sin embargo, más allá de su pobre rendimiento, especialmente en la montaña, su terreno, ha evidenciado una vez más un problema que está siendo más mental que físico. Se trata de su miedo a los descensos. Un lastre que ya le ha castigado en varias ocasiones este curso. Especialmente en la Itzulia, donde sufrió una fuerte caída.
Mas, a pesar de sus buenos entrenamientos, no ha conseguido brillar en ninguna de las grandes pruebas que ha disputado por problemas parecidos. Caídas en Tirreno-Adriático, Vuelta al País Vasco y Critérium del Dauphiné que le han hecho llegar al Tour sin confianza. Las pocas piernas que parecía haber se han diluido entre los fantasmas que su mente sí ha guardado con fuerza. Todo hasta caer al undécimo puesto de la tabla a 24 minutos del líder. Sí, 24 minutos. Se dice pronto.
La confesión de Enric
Tras la etapa con comienzo en Lourdes y con final en Hautacam, en la que se quedó descolgado en el descenso del Aubisque, reconoció que está siendo víctima un drama personal. Una circunstancia que pagó durante el resto del día y que le hizo revivir su peor pesadilla. Esos miedos a las caídas en las bajadas que le atenazan, le impiden arriesgar y ofrecer lo que las subidas también le quitan. Algo que ya padeció en la etapa con final en Peyragudes, donde sufrió en cuanto el terreno se ponía descendente.
"Desde la caída del Dauphiné tengo un miedo interno que me cuesta superar, y lo he arrastrado durante todo el Tour. He tenido tres caídas seguidas este año, y mi situación es debido a eso. Muscularmente te agarrotas con situaciones así... pero son ciclos".
Para algunos puede sonar a excusa, para otros, a la confirmación de que la eterna promesa del ciclismo español se ha diluido definitivamente. En Movistar siguen confiando en él como demuestra su renovación hasta 2025. Habrá que ver si es capaz de superar esos miedos y volver a su nivel habitual.
"Vamos a esperar que para La Vuelta se solucione todo este tema. Tenemos que pasar este aprendizaje, este momento, aceptarlo. Lo importante ahora es afrontar mi situación y poco a poco, pensar en rivales que tenemos por delante y en volver a estar arriba". A este Tour solo le quedan dos sprints y una contrarreloj, por lo que ya es historia para él. Será en la carrera de casa, donde acumula dos medallas de plata, donde tendrá que volver a lucir su mejor versión. Tanto para arriba como para abajo.