“Honestamente, estoy muy sorprendido de haber podido mantener la maglia rosa. Estoy muy feliz. Creo que ha sido mi mejor contrarreloj, especialmente sobre esta distancia. Espero no caer ahora en jornadas 'negras' o tener alguna crisis grave”. Simon Yates es muy consciente de que lo peor, en su caso y sobre el papel, ya ha pasado en este Giro de Italia. Hasta el propio líder de la Corsa Rosa sabe que, si la montaña se pone a sus pies como hasta ahora, está al borde de llevarse la primera grande de su carrera. Pero, aunque ya roza el primer cajón del podio con la yema de los dedos, el británico aún no las tiene todas consigo.
Tom Dumoulin, segundo clasificado, tan sólo está a 56 segundos de volver a comandar la general. Una diferencia que aún puede quedar anulada a falta de cuatro etapas para la conclusión de la prueba. Y más si cabe en un tríptico final tan sobresaltado como el que traerán a colación los Alpes desde el jueves y hasta el sábado: ni una jornada de respiro en la montaña antes del paseo triunfal de Roma.
En primer lugar, se ascenderá el Prato Nevoso en una jornada monopuerto que puede dar lugar a equívocos. Como apenas hay repechos durante buena parte del recorrido, podría parecer que las escabechinas no estarán a la orden del día. Error, porque la subida final puede desencadenar movimientos de cierta seriedad entre los favoritos. Y poco importará entonces el estado de forma previo de algunos de ellos: si atacan y tienen éxito, las sensaciones pasadas caerán en el olvido.
Todavía cabe esperar más seísmos el viernes, cuando habrá que meter mano a Colle delle Finestre, Sestriere y Bardonecchia en una misma etapa. Con tramos de hasta un 14% de pendiente en la subida final y de un 9,2% en el Finestre. Para despedir esta traca final, Cervinia será la tercera y última ascensión de un sábado en el que también se subirá al Col Tsecore y al Col Saint Pantaleón: casi 20 kilómetros de subida por puerto.
De ahí que la posibilidad de que Yates deje escapar la maglia rosa que tan bien ha defendido hasta ahora aún no haya perdido toda su vigencia. Sí es verdad que Dumoulin parece el corredor con más opciones de poner fin a su hegemonía, ya que Domenico Pozzovivo y Chris Froome están a una distancia más considerable: el italiano tiene que recuperar 3'11” y el británico 3'50”. Pero, cuando de escalar se trata, la imprevisibilidad está a la orden del día.
Yates es humano, como todos. Lo que no quita para que a día de hoy tenga el Giro mejor encaminado que nadie: sólo una caída o una pájara podrían acabar con sus buenas piernas. Genera confianza porque no ha fallado en días propicios para los mejores escaladores. Sus fuerzas ya empezaron a confirmarse a los pies del Etna. Entonces se escapó en busca de su compañero Esteban Chaves durante los últimos kilómetros para disputarle la victoria en la sexta etapa.
Poco después de convertirse en el nuevo líder del Giro, el corredor del Mitchelton-Scott dio un nuevo golpe sobre la mesa en la novena etapa. En aquella ocasión, sí cruzó primero la meta, sacándole más de un minuto a Froome en la llegada. El resto de aspirantes a la general tampoco pudieron con él. La jugada se repitió en la undécima etapa, cuando se produjo su segunda victoria.
En la decimocuarta, con final en el Zoncolan, Yates volvió a escaparse solo. En este caso, para intentar dar caza a Froome y sacar aún más tiempo a Dumoulin, Pozzovivo y compañía. Aunque no ganó, dejó a las claras su excelente estado de forma. Pero lo mejor por su parte aún estaba por llegar. 24 horas más tarde, llegó la madre de todas sus exhibiciones.
A 17 kilómetros para la conclusión de la decimoquinta etapa, Yates demarró de forma letal. Afrontó el tramo final de la jornada sin rivales, con un saber estar y un dominio de la bicicleta apabullantes. Sólo Dumoulin reaccionó cuando la meta de Sappada ya estaba cercana para evitar un descalabro mayor. La peor parte se la llevaron Froome otra vez (acabó a 1'32”) y, sobre todo, Fabio Aru (más de 19 minutos perdidos).
Esa misma seguridad en sí mismo acompañó a Yates en la contrarreloj entre Trento y Rovereto. Aunque este tipo de etapas no son su especialidad, se mostró tan calculador como en la montaña para sobrevivir a las mejores prestaciones de Dumoulin en este terreno. Y le fue de maravilla, como ya empieza a ser tónica habitual en este Giro. A sus 25 años, está muy cerca de estrenarse como vencedor de grandes vueltas.
Después de hacer un sexto puesto en la Vuelta a España (2016) y un séptimo en el Tour de Francia (2017: fue el mejor joven), asaltar Italia pondría a Yates en un disparadero realmente interesante. Su temporada ya prometía (segundo en la París-Niza y cuarto en la Volta a Cataluña), al igual que sus resultados en años anteriores. Pero un triunfo así de importante acabaría por confirmarle como miembro de la élite más selecta del pelotón.
Su madera de campeón sólo necesita superar una última prueba, ese desafío extremo alpino en tres días consecutivos, para quedar exenta de toda duda. Si sale airoso de todas las dificultades que puedan arrojar las cumbres venideras, la graduación de Yates será todo un hecho. Pero que todavía no se ponga ni la toga ni el birrete por si acaso: el Giro se ganará de verdad ahora.
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