Si hay algo que transmite este Real Madrid con eficacia, eso es seguridad. Y lo que es mejor, lo hace tanto en la victoria como en la derrota. Al menos, en las dos sufridas hasta la fecha. Ni el tropiezo ante el Barça en la Supercopa ni el sufrido contra el Baskonia en la Euroliga dejaron demasiado mal sabor de boca. ¿Por qué? Porque el equipo nunca dejó de competir. Si faltó corazón, sobró talento, y viceversa. Laso y los suyos poseen ambas cualidades a raudales y, como necesitaban dejarlo claro a efectos prácticos con urgencia, no tuvieron piedad del Olimpia Milán. Los blancos se llevaron la autoría del traje de Armani, y no sus legítimos dueños, pero hubo que hilar fino para acabar de tejerlo (90-101: narración y estadísticas).
Ya fue una buena señal que Sergio Llull rompiese su mala racha desde el triple (0/18 en el acumulado hasta este jueves) durante los primeros minutos. El ataque visitante se mostró tan fluido como en todo lo que va de temporada, con dos parejas de ases excepcionales: en el perímetro, Llull y Carroll; en la zona, Randolph y Hunter. Conocen de sobra sus virtudes. El menorquín tiene el don de la oportunidad, siempre listo para aparecer en los momentos comprometidos. Por su parte, el rubio de Wyoming tiene un 'feeling' evidente con los segundos cuartos: balón que toca, balón que pasa por el aro. Una sintonía tan buena como la de sus compañeros norteamericanos en la pintura: Randolph las mete con clase y Hunter se encarga de hacerlo con contundencia.
Más tosco pero igual de efectivo resultó el trabajo de Rudy Fernández y Jonas Maciulis. El mallorquín brilló a ambos lados de la cancha, más volcado en lo defensivo el lituano. Fue en esa parcela donde el Madrid mostró bastante más consistencia que en su anterior duelo europeo. Aun con algunos momentos de flaqueza, la regularidad atrás fue una constante más habitual que ante el Baskonia, y eso se reflejó en todo momento en el marcador.
Las sensaciones y el juego casi siempre favorecieron a los blancos, a pesar de que el Olimpia se empeñó en que la ventaja contraria no fuese mucho más allá de los 10 puntos. Había que amagar con el 'sorpasso' en los minutos finales. La artillería de Ricky Hickman y Krunoslav Simon fue marcando el camino para que el conjunto lombardo, poco a poco, se creciese en la segunda parte. Por momentos, generando cierta incomodidad al Madrid, sobre todo a base de algún triple con la clara intención de invocar a las dudas.
Objetivo más que conseguido, ya que los milaneses llegaron a estar tan sólo dos puntos abajo durante el cuarto final. La pujanza de Jamel McLean por dentro y la aparición explosiva y por sorpresa de Rakim Sanders amenazaron seriamente con dinamitar el partido. Craso error despertar a la bestia. Llull reapareció al oler la sangre, Hunter se puso de nuevo el mono de trabajo, Randolph se puso la camiseta de Armani, Rudy cogió su fusil y el Olimpia menguó definitivamente. Al otro lado de la cancha, el Madrid creció en el momento más oportuno para amarrar la victoria. Con sangre fría y sin (demasiado) sudor frío, volviendo a ser gato y no ratón.