De repente, las cámaras se fijaron en un hombre de mediana edad. Podría haber sido un cincuentón cualquiera. Aficionado del Fuenlabrada o del Real Madrid. Pero no: se trataba del propietario de los Phoenix Suns, Robert Sarver. ¿Qué hacía en tierras madrileñas? Pues muy fácil: ver en vivo y en directo a Luka Doncic. Seguro que ahora se creen más lo de que el esloveno puede ser número uno del Draft de la NBA (la franquicia de Sarver ha concluido con el peor balance de la temporada regular). Con sus zapatillas de Dragon Ball, el niño voló como si llevase consigo la nube de Goku. Y, con él, todo el Madrid, que ató una nueva victoria liguera en la segunda parte [Narración y estadísticas: 75-90].
Bastó con seguir la tónica habitual en ACB: igualdad hasta que el líder quiere (y aun con bajas: Rudy, Campazzo, Reyes...). En cuanto los hombres de Laso se ponen serios, adiós partido. Aunque el Fuenlabrada se resistió durante unos cuantos minutos, tuvo que sucumbir en última instancia. El equipo de 'Ché' García ha perdido cierto fuelle en las últimas fechas, aunque todavía sigue inmerso en plena batalla por los playoffs. Ganar al Madrid no era su guerra, pero el reto se planteó de tú a tú durante un buen rato.
La culpa la tuvieron Pako Cruz y Christian Eyenga, dos de los grandes nombres propios en la guerrilla del sur de la capital. Ambos artilleros se empeñaron en que el Fuenla no tirase la toalla demasiado pronto. En que sus aficionados se fuesen a casa, una vez más, orgullosos. Y eso sucedió: pese a la derrota, la grada del Fernando Martín se mostró tan apasionada como de costumbre.
Muy a su pesar, un antiguo jugador del equipo campó a sus anchas bajo los aros. Gustavo Ayón le debe mucho a su rival en esta ocasión, pero ya se sabe: en la pista no hay amigos. En una primera parte sin fallo, su presencia interior dio media victoria al Madrid. Tavares ya había señalado el camino con anterioridad y lo haría con posterioridad. Y Randolph también transitaría la senda de la contundencia en la pintura. Aunque el triple fue otro hábitat natural para él.
Como era de esperar, Doncic tampoco falló. Se gusta en su faceta de jugador total, con valoraciones casi siempre monstruosas. Cuando tiene el balón en su poder, es casi imposible que no suceda algo mágico. Todo jugón que se precie hace fácil lo difícil, y Luka no es una excepción. El clínic de este fin de semana arrojó luz, por ejemplo, sobre las penetraciones coast to coast: qué maestría para pisar el acelerador desde un extremo de la cancha y mantenerlo a tope de revoluciones hasta conseguir la bandeja.
Incluso Taylor, en uno de esos momentos suyos un tanto raros por el rol que suele ocupar, tuvo sus minutos de cierta pujanza anotadora. A partir del tercer cuarto, el blanco fue el color al que había que apostar. Con hasta 22 puntos de renta favorable, sólo quedaba administrar la ventaja sin pausa pero sin prisa. El Fuenla no dejó de guerrear, por supuesto, pero de poco le sirvió. Sí, el Madrid se ha especializado en triturar rivales en la competición doméstica. Incluso hubo tiempo para que un canterano, el sueco Pantzar, debutase. Ahora toca afrontar el mayor desafío de lo que va de temporada: el Panathinaikos en los playoffs de la Euroliga desde el martes.
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