Ya se sabe: donde hay un maestro siempre hay un aprendiz. Pasaba en “Star Wars” y también en la sección de baloncesto del Real Madrid. En el caso que nos ocupa, Sergio Llull haría las veces de Obi-Wan Kenobi: pelo castaño, algo de barba, muchas batallas libradas y por librar y, sobre todo, sabiduría. Uno que sabe poner en su sitio al rival cuando toca y brindar enseñanzas para compromisos venideros a su Luke Skywalker particular: Luka Doncic. ¡Cómo se parecen! Nombre similar, pelo rubio, inmensa curiosidad y un talento en ciernes. Con la experiencia del maestro y el descaro del padawan, Laso y los suyos pudieron con un rebelde, el Iberostar Tenerife, que al final no lo fue tanto (Narración y estadísticas: 86-59).
El truco del veterano y del recién llegado le sirvió al Madrid para romper el partido no sólo en el perímetro, sino también en la zona. Los instructores fueron un Ayón que por fin volvió a ser él mismo en la pista y un Felipe Reyes que casi nunca defrauda. El alumno resultó ser Othello Hunter, que también tuvo sus minutos para gustarse este domingo. Esa fortaleza interior de los blancos, especialmente palpable en el rebote ofensivo (18 capturas), marcó las diferencias.
Aparte de un acierto en el triple descomunal. Con un porcentaje de éxito superior al 50% durante muchos minutos, el Iberostar Tenerife sólo aguantó el tipo exterior en la primera parte. Con Doornekamp como gran artillero, las vías de anotación de los canarios se diluyeron en cuanto el Madrid apuntaló su defensa. También fue un buen día para Fran Vázquez por dentro, pero se echó de menos un protagonismo más arrebatador de otros grandes nombres de la revelación liguera. Como Javier Beirán o Davin White, con el capitán Richotti todavía en un perfil bajo al acabar de salir de una lesión.
El que tiene el perfil alto, muy alto, es Luka Doncic. Hay que seguir insistiendo en su cariz de jugador todoterreno. Tiene 17 años y todo un mundo por delante, pero ya muestra demasiadas buenas virtudes como para no advertirlas. Anota, defiende, pasa… ¡Es todo un MacGyver baloncestístico, valga la redundancia! Y, sobre todo, tiene la cabeza muy bien amueblada. Es tan consciente de a quién debe imitar que ya incluso mete canastas sobre la bocina. Como Llull, que dejó otra 'mandarina' marca de la casa para el recuerdo instantes antes del descanso.
Señal de que el encuentro se podía romper, como así acabó sucediendo: un primer cuarto de tú a tú, un segundo con un color algo más blanco y unos 20 minutos restantes ya sin historia, pues se la apropiaron los locales. Con todo decidido, el último cuarto fue propicio para dos reivindicaciones. La de Nocioni, ídolo de la grada triple y tapón mediante, y la de Carroll, que trajo de vuelta su habitual explosividad a última hora. Cuando la gente ya empezaba a descolgar el abrigo, el Madrid terminó por despejar las dudas sobre si su rotación es o no completa. Algunos se lo preguntan, pero los jugadores del Iberostar Tenerife sufrieron la (evidente) respuesta en sus propias carnes. ¿Volver a asaltar el liderato de la ACB? "Not in my house", respondió el Palacio al unísono.