La mejor generación que ha dado el baloncesto español no se podría explicar sin este auténtico hito en la historia. Eran los Juegos Olímpicos de 1984 y la glamurosa ciudad de Los Ángeles acogía el mayor evento deportivo del verano. Aquí cambió el curso del deporte del balón naranja en España. Doce héroes llegaron hasta la cima del mundo aunque no llegaron a coronarla en solitario.
Estados Unidos y España se medían en la final de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles un 10 de agosto de 1984. El combinado, que por entonces dirigía el mítico Antonio Díaz Miguel, ya había entrado en los libros de historia. Jugar el partido era un premio. El oro se antojaba imposible pese a que los americanos no contaban con jugadores profesionales. Eso sí, en el equipo tenían a un tal Michael Jordan junto a un joven y alto Pat Ewing. Jugadores que se convertirían en leyendas con el transcurso del tiempo.
De ganar el oro, estos doce hombres se habrían convertido en el mayor éxito de la historia del deporte español. Estados Unidos, siempre bajo ese halo de imbatibilidad, no hacía prisioneros ni aun contando con jugadores universitarios. De hecho, lamentablemente para España, acabaron sin perder un sólo partido en sus juegos.
El camino a la gloria
La Selección la conformaban Juan Antonio Corbalán, Ignacio Solozábal y José Luis Llorente (bases), Josep María Margall, Juan Antonio San Epifanio, Juan Manuel López Iturriaga y José Manuel Beirán (aleros), Andrés Jiménez y Fernando Arcega (ala-pivots) y Fernando Martín, Fernando Romay y Juan Domingo De la Cruz (pívots). Una lista con jugadores de gran nivel en el ámbito europeo y que formaban las plantillas de los dos grandes equipos de España: Real Madrid y Barcelona.
El sendero que conducía a una gloria inesperada a la postre fue duro. Tanto es así que, para alcanzar la impensable final, había que cargarse a la siempre temible Yugoslavia en semifinales. Pero, contra todo pronóstico, España consiguió derrotar al combinado balcánico por 74-61. Ni en los mejores sueños de los españoles se imaginaba un final así, pero lo consiguieron y pusieron los cimientos para que, en el futuro, alguien recogiera su testigo.
La plata sabía a oro y el combinado de Díaz Miguel lo celebró según concluyó el encuentro ante Yugoslavia. La final ya se antojaba la más absoluta de las quimeras, pero daba igual. Era el momento para los festejos y disfrutar de un partido que sabían perdido aunque lo intentaron competir.
El trámite americano
El Forum de Inglewood era el escenario de la gran final de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Un pabellón que disfrutaba cada día prácticamente del mejor baloncesto que se ha practicado con el Showtime de los Lakers de Magic Johnson. Una atmósfera más que imponente. Delante de los héroes españoles, un imberbe Michael Jordan capitaneaba a los jovencitos estadounidenses. Y junto a Su Majestad, Pat Ewing y Chris Mullin. La derrota era de esperar, sobre todo cuando sabes en lo que se convertirían esos tres angelitos.
El resultado final fue de 96-65. No dieron opción alguna, pero la historia ya había situado a España en el podio de unos Juegos Olímpicos en esta disciplina. Una plata eterna y, sobre todo, precursora de lo que es hoy en día el baloncesto español.
Los Ángeles, el inicio de todo
Fue a partir de este acontecimiento cuando el curso del baloncesto español cambió para siempre. A nivel de clubes, se dominaba de la mano de un Real Madrid que imponía su hegemonía en Europa como también lo hizo en fútbol. Pero faltaba dar un paso más allá y crecer en el ámbito de las selecciones.
El medallero español apenas contaba con tres metales hasta ese momento. Las tres medallas fueron de plata y en Campeonatos de Europa. A partir de ahí, los niños se interesaban más en el baloncesto y aumentó el interés en este deporte en un país donde el fútbol era intocable. Era el momento en que los futuros Júniors de Oro verían la luz del mundo.
Los Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Ricky Rubio, José Manuel Calderón y compañía no se entenderían sin los doce héroes de Los Ángeles. El baloncesto español le debe mucho al combinado que aunó Antonio Díaz Miguel hace 34 años. Uno de los mayores hitos del deporte español que desembocó en la mejor generación de baloncestistas, capaces, ahora sí, de luchar de tú a tú contra la todopoderosa Estados Unidos. Una plata que supo a oro y que, a día de hoy, sabe a gloria eterna.