Mitad del tercer cuarto en el Alemania-España de cuartos de final del Eurobasket. Después de eliminar a Francia en octavos, los germanos también amenazan con borrar del mapa a la selección más temida del Viejo Continente. Ganan por cuatro puntos y, poco a poco, parecen haber entrado en la mente de los jugadores españoles para acabar con sus facultades ofensivas.
El equipo de Sergio Scariolo no está nada cómodo delante: aguanta el temporal como puede en defensa. Pero, de repente, algo cambia. Un héroe sin capa, Joan Sastre, anota un triple que vuelve a poner por delante a los nuestros. Y, después, llega el turno de los superhéroes. Sergio Rodríguez anticipa el festival triplista que está a punto de llegar, a cargo del mejor Marc Gasol del torneo.
Él se gusta, sus compañeros también y España, tras una agonía infernal y poco a poco, vuelve a ser España para no fallar a una lucha por las medallas continentales a la que vive abonada desde 1999 [Narración y estadísticas: 72-84].
El encuentro que pervivirá en la memoria colectiva será el de Marc, con un doble-doble que bien vale unas semifinales europeas (28 puntos y 10 rebotes, más cuatro asistencias). Tampoco será difícil de olvidar la actuación de su hermano Pau, faro en las horas bajas y un bastión más a la hora de sentenciar el triunfo (19-4-2).
Y qué decir del Chacho, especialista en sonreír y hacer sonreír a los demás cuando peor vienen dadas (11 puntos y siete asistencias). Pero, como decíamos, en la canasta también hay héroes de a pie. Y uno de ellos es Sastre. Él fue el factor español más desequilibrante, el que cambió el partido. No una, sino dos veces.
Cuando más deprimido estaba el equipo nacional, el jugador del Valencia Basket dio alas para la esperanza. Sobre todo, desde la defensa sobre un Dennis Schröder que, magistral durante todo el duelo, las pasó bastante más canutas cuando le tocó vérselas con el balear. Y, también, con un acierto exterior que surgió en los momentos más oportunos posibles.
La combinación de ambas cosas despertó a una España casi cadáver en dos fases críticas de la eliminatoria: el primer cuarto de una primera mitad donde las ideas ofensivas brillaron por su ausencia y el tercer periodo de una segunda parte que llegó a antojarse dramática para los intereses españoles.
En realidad, el drama dominó la escena hasta que a Marc Gasol le ardió como nunca la muñeca, con sus tres triples decisivos en plena ebullición alemana. Tocó volver a mantenerse en pie, y empezar a ganar el encuentro, desde la defensa. Sólo así se pudo acabar conteniendo a un Schröder desatado y bien secundado por Theis, Lo y Thiemann.
Durante muchos minutos, las garantías en ataque se redujeron al poderío interior de los Gasol. Y poco más. Ni siquiera la siempre bienvenida intensidad de los secundarios (Oriola, los Hernangómez, cómo no Sastre) pudo acabar con unas carencias ofensivas que llegaron a ser nuestro mayor defecto este martes, tapada la virtud de los partidos anteriores. Ya quedó claro ante Turquía: los cruces son otra historia.
Ni siquiera cuando se consiguió dejar sin anotar a Alemania durante cuatro minutos, merced a la primera ventaja en el marcador, había comodidad en el ambiente. De eso nada en los dos primeros cuartos.
Tampoco ayudaba la fijación con los árbitros, que no pusieron mucho de su parte para dejar de ser tenidos en cuenta. Ni el regreso de los triples, con San Emeterio poniendo toda una pica en Flandes en lo que a ello respecta, parecía cambiar la tensión reinante ya tras el descanso: todo en un puño durante demasiados minutos.
Por eso supo a gloria que Marc, intenso a más no poder en la zona, decidiese ampliar su área de influencia al perímetro.
Fue empezar a ver el aro como una piscina y decir adiós a esas odiosas mariposas en el estómago que tanto se arrastraron. España volvió en sí y, entonces, Schröder, los árbitros y el agarrotamiento ya no influyeron nunca más. Esta vez, se asaltó el liderato para no soltarlo.
Los nuestros, ya en el epílogo, se dieron hasta el lujo de poder salir a la contra, algo negado antes por la dureza ininterrumpida de los alemanes. Qué bien supieron entonces la mayor pujanza defensiva de los momentos más complejos y la fortaleza en el rebote.
Poco a poco, las máximas españolas dejaron atrás la decena de renta para alcanzar un tope de 17 puntos. Y aún hubo tiempo para que Alemania intentase recomponerse a última hora. Pero ya era tarde.
Todos a una, partido cerrado y a guardar armas para que el jueves, ante Eslovenia, el baloncesto español aspire a alcanzar una nueva final europea. De la mano de héroes con y sin capa. Como Marc. Como Sastre.
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