Aaron Gordon y Zach LaVine eclipsaron el último All Star de Kobe Bryant. Sus inconcebibles vuelos devolvieron el esplendor a un concurso de mates agonizante, necesitado de savia nueva y deseoso de revivir grandes veladas como las protagonizadas por Michael Jordan, Dominique Wilkins o Vince Carter. Para muchos, incluso, el mejor concurso de mates de siempre.
La plasticidad de LaVine se impuso a la potencia sobrenatural de Gordon, en un concurso alejado de toda lógica gravitacional. El rey del mate revalidó su título ante un dignísimo –y también merecedor del título– rival que deslumbró por las novedades creativas en la ejecución, pero sobre todo, por una portentosa capacidad de salto que no pasó desapercibida.
En la sección de ciencia deportiva de la cadena estadounidense ESPN realizaron un milimétrico análisis de los mates más espectaculares, cuantificando diversas variables como el tiempo de vuelo, la distancia recorrida en el aire, la fuerza aplicada en el momento de la batida o el punto de máxima elevación. No obstante, este último aspecto ha suscitado cierta controversia y un profundo debate en las entrañas del mundo atlético, especialmente entre los saltadores de altura.
Según las mediciones, Aaron Gordon, en su acción más sublime, se elevó siete pies y siete pulgadas sobre el suelo (2,31 metros), marca que le hubiera otorgado la medalla de bronce en los pasados Juegos Olímpicos de Londres en de salto de altura –Derek Drouin, Robbie Grabarz y Mutaz Barshim compartieron el tercer cajón del podio con un mejor salto de 2,29 metros–. Sin embargo: ¿son representativos estos datos? ¿Sería Gordon medallista olímpico? Los números son innegociables, pero existen una serie de parámetros por los que se podría desmontar esa teoría.
Las “trampas” de Gordon
El primero y más importante de todos es que Gordon hace gala de una potencia desenfrenada impulsándose con las dos extremidades inferiores al mismo tiempo, mientras que en el salto de altura, el atleta solo puede despegar del suelo batiendo con una única pierna.
En este sentido, Jamie Nieto, excampeón estadounidense de salto de altura y dos veces atleta olímpico, con una mejor marca de 2,34 metros, reconoce que esa forma de saltar otorga una cierta ventaja: “Batiendo con las dos piernas al mismo tiempo se podría saltar más alto que el récord del mundo (2,45 metros)”, pero también asegura que “saltando de esa manera, a Gordon le sería muy difícil superar el listón”.
Además, el número 4 del draft de 2014 comete una sutil 'trampa'. Una vez en el aire, se apoya ligeramente en el balón que sujeta la mascota de los Magic antes de agarrarlo y hundirlo en el aro, lo que le permite ganar unos centímetros extra. Por último, el escorzo de Gordon en el aire no es uniforme en toda su extensión corporal. La altura alcanzada en la zona de los glúteos sí puede sobrepasar los 2,30 metros, pero los pies están claramente por debajo, situación que terminaría con el listón en el suelo.
Derek Drouin, actual campeón mundial de salto de altura, reflexiona en declaraciones recogidas por el portal norteamericano SBNation, que “si Gordon hubiera tomado medidas para intentar elevar su cuerpo por encima de un listón situado a 2,31, como por ejemplo, levantar los pies, tendría que sacrificar parte de la altura conseguida en el trasero”. Entonces, continúa Drouin, “es imposible decir hasta qué altura pudo haber subido por encima de la barra”.
A pesar de estas consideraciones, los atletas admiten la espectacularidad de los saltos y sus probabilidades de éxito sobre el tartán. “Creo que LaVine se adaptaría mejor al salto de altura o de longitud porque siempre salta con una pierna. Si Gordon fuese capaz de batir así, entonces sería posible para él también, aunque ambos necesitarían un poco de entrenamiento”, asegura Nieto.
El caso de Donald Thomas
Aunque el camino del baloncesto profesional a la élite del salto de altura pueda parecer una quimera, existe un ejemplo que ha derrumbado todas las teorías. Se trata del bahameño Donald Thomas, que en poco más de un año pasó de divertirse haciendo mates en la universidad a convertirse en campeón del mundo de salto de altura en el 2007.
Su meteórica carrera como atleta despega un 19 de enero de 2006 en la Lindenwood University de Saint Charles, Missouri. Thomas alardeaba de su facilidad para colgarse del aro, por lo que Carlos Mattis, el mejor saltador de altura de aquella universidad, le retó a un concurso. Thomas fue capaz de superar el listón en 2,13 metros haciendo gala de una técnica poco ortodoxa, pero valiéndose de su enorme capacidad de salto.
Los entrenadores de atletismo de la universidad quedaron sorprendidos ante tal suceso e inscribieron a Thomas para que participara en una competición oficial. A los dos días, el bahameño saltó 2,21 metros. Una auténtica barbaridad para alguien que carecía de cualquier tipo de noción técnica de salto de altura. En su primera participación internacional, los Juegos de la Commonwealth, y llevando unas zapatillas de tenis, Thomas consiguió una meritoria cuarta posición midiéndose a saltadores profesionales de talla mundial.
Un talento en bruto como él debía ser pulido por alguien con conocimientos en la materia. Jerry Clayton, que había entrenado a Charles Austin, campeón olímpico de altura en 1996, se hizo cargo de Thomas y juntos empezaron preparar en serio el mundial del 2007. En Osaka, ese chico que apena contaba con experiencia, se convirtió en campeón del mundo con una marca de 2,35 metros. Algo que rompió todos los moldes del perfeccionismo atlético.
Su historia es el fiel reflejo de que los genes y unas cualidades físicas excepcionales se pueden imponer a los límites preestablecidos del mundo del deporte. Donald Thomas llegó a la cima sin ser un fino estilista, incapaz de impregnarse de los aspectos técnicos de la disciplina. Aaron Gordon y Zach LaVine reúnen cualidades necesarias para destacar en una prueba de saltos. Si alguno de los dos decidiera seguir el ejemplo de Thomas, no se sabe hasta dónde podrían llegar, pero lo que está claro es que el atletismo no les reportaría tanto reconocimiento como “volar” en la mejor liga de baloncesto del mundo.