El coronavirus ha afectado a todos los niveles de nuestra vida. Nuestras relaciones personales cambiaron, la forma en la que nos relacionábamos también lo hizo. Se modificaron nuestros hábitos, nuestras maneras de divertirnos. El ocio se vio obligado a mutar, y hasta el arte ha visto cómo la pandemia se metía en su ADN. Pero sin arte no se puede vivir. 2021 será diferente, o eso queremos creer.
La llegada de la vacuna y la opinión de los expertos hace presagiar un curso para volver a creer en el futuro y ser optimistas. Pero, de momento, el primer Concierto de Año Nuevo desde que llegó el coronavirus, también se vio afectado. Por primera vez, todas las familias que el 1 de enero se han levantado a escuchar y disfrutar de clásicos de la música, han visto la Sala Dorada del Musikverein de Viena vacía. Ni rastro de público. Las medidas de seguridad mandan, y el maestro Riccardo Muti ha tenido que enfrentarse a un auditorio vacío.
"Estanos interpretando este concierto en una situación especial. Es extraño para nosotros interpretar en una sala vacía. Después de este año horrible estamos aquí dando el mensaje de la música. Los músicos tienen flores como armas en esta sala, no instrumentos mortales. La música es importa no sólo como entretenimiento, sino que la música es una misión, y por eso hacemos este trabajo. Lo hacemos para hacer de la sociedad algo mejor. La salud es importante, pero también al de la mente, así que mi mensaje a los mandatarios es que consideren la cultura como uno de los elementos primordiales para lograr una sociedad mejor", dijo el maestro Muti antes de empezar con El danubio azul, de Johan Strauss, una de las clásicas piezas y la que precede al colofón final.
Sin público, sin aplausos y ante el imponente auditorio que sólo devolvía el eco de su propia música, la orquesta se enfrentó al silencio más absoluto... y lo rompió. El resultado fue sobrecogedor. En el año más raro de nuestra historia, la música hizo compañía a millones de personas. Consiguieron lo imposible, emocionar con una marcha Radetzky sin los vítores del público. El momento de euforia de todo el evento, el que corean los chavales y los padres desde casa, estuvo sumido en el absoluto silencio. El plano aéreo de la realización sobre el auditorio, con sus sillas vacías, cortaba la respiración.
Los organizadores del concierto sabían que la ausencia de público podía matar la esencia del himno. Por eso, y gracias a la nueva tecnología, se sustituyeron por aplausos virtuales. Gracias a un programa informático, la orquesta pudo escuchar en unos altavoces las ovaciones de los espectadores desde sus casas. Una forma de que la orquesta sienta el calor del público que cada año vive con ilusión este concierto. También ellos se aplaudieron a sí mismos en varios momentos. Se daban calor, ánimo y esperanza en un momento que nunca pensaron que vivirían.
La salud es importante, pero también al de la mente, así que mi mensaje a los mandatarios es que consideren la cultura como uno de los elementos primordiales para una sociedad mejor
Sin embargo, el retardo del sonido hizó imposible que Muti pudiera dirigir las palmas, como suele ser habitual, así que llegaron después de la marcha -y en otros momentos concretos donde la gente desde su casa hizo llegar su sonido-. El director bromeó con esto en la rueda de prensa que ofreció días antes para presentar el concierto más atípico de la historia. "Por primera vez escucharemos la Marcha de Radeztky tal y como está escrita", dijo con un poco de mala leche.
El italiano ha sido una de las estrellas de la primera mañana del 2021. Con esta edición, es la sexta vez que se ponía al frente del Concierto de Año Nuevo, lo que le convierte en ‘la batuta viva’ que más veces ha conducido el evento. Por delante de él sólo se encuentran tres leyendas: Clemens Krauss, Willi Boskovsky y Lorin Maazel. En la rueda de prensa dejó claro lo importante que este año será dirigir a la orquesta, ya que lo que quiere es dar “un mensaje de esperanza”. Para el maestro, no haber podido realizar el concierto hubiera sido terrible, “como una tumba”.
Por eso, aunque sea sin público, fue un evento inolvidable. "Los músicos han unido más a Europa que los políticos", aseguraba hace unos días. Y claro que fue así.
Toque español
Por segundo año consecutivo el Concierto de Año Nuevo tuvo un toque español. Lo pone el coreógrafo José Carlos Martínez, que por segundo año consecutivo ha sido el encargado de crear y diseñar los bailes que el Ballet de Viena interpreta. Esta ocasión no puede ser en directo, y las dos piezas, de la segunda parte del recital, han sido grabadas previamente en escenarios de lujo como el Palacio Liechtenstein y la Looshaus en Viena.
Martínez fue director de la Compañía Nacional de Danza de España entre 2011 y 2019, y ha ganado el Premio Nacional de Danza de España. Ha sido el bailarín estrella de la Ópera de París y ostenta el rango de Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. Fue el primer español que dirigió al ballet del Concierto de Año Nuevo, pero el éxito arrollador que tuvo en su primer reto ha hecho que repita en esta ocasión tan especial que marcará el primer compás de un año que esperemos que sea muy diferente y en el que no haya ninguna marcha Radetzky sin sus aplausos.