Domingo por la mañana. Música en familia en el Auditorio Nacional por Halloween. Al que no sea niño o no los tenga, el plan puede parecerle poco tentador, cuando no una pesadilla en toda regla. Nada más lejos, sostiene la directora de orquesta Lucía Marín (1982, Linares, Jaén).
"Halloween es todo un fenómeno y a algunos les parece lo máximo, pero si miras a la música clásica, te das cuenta de que ha abordado mucho antes asuntos como la muerte, los fantasmas o la brujería, desde lo superficial a lo más profundo", explica.
La Orquesta y Coro Nacionales (OCNE) ofrecen el domingo este concierto sinfónico, no como un divertimento sino como una firme apuesta por la divulgación, atractiva también para el público adulto. Además de niños, en España hay muchos mayores alejados de la música clásica, bien por prejuicios o por experiencias traumáticas. Pero en la alrededor de una hora en la que sonará música de Mussorgsky, Gounod, Berlioz, Wagner, Ravel, Saint-Saëns, Offenbach o Humperdinck hay mundos fantásticos, la muerte romántica por amor, una bacanal de brujos, la ternura o una danza macabra. Todo ello permite miradas tan adultas como se deseen. Es más, la mayoría de esas obras se suelen interpretar en programas fuera del área socioeducativa de la orquesta.
"¿La idea no era un programa para todos los públicos? Pues ahí lo tienen", sonríe Marín. La directora pisa fuerte, se ha preparado concienzudamente y parece saber muy bien adónde va. No sólo liderará la orquesta sino que es la autora de la idea del programa y la selección de las obras, algo a lo que a veces se presta menos atención pero que es, en sí mismo, un trabajo intelectual fundamental. El actor Miguel Rellán pondrá voz voz a un cuento como hilo conductor que trata asuntos como el acoso escolar. "Porque también hay que atacar. Hay que ser valientes y hablar de lo que pasa hoy. El bullying no sólo es un problema grave para muchos niños sino que todos, en mayor o menor medida, sabemos lo que es que te traten mal por ser más raro de 'lo normal'".
Es la primera vez que Lucía Marín se pone al frente de la OCNE y esperaba desde hace años este debut en la institución que dirige David Afkham. Ella, de alguna manera, también es una rareza. No es habitual ver a mujeres en el podio y mucho menos que sean españolas. De los 24 programas sinfónicos de la OCNE en esta temporada, sólo dos estarán dirigidos por mujeres (no españolas). Este no está entre ellos, ya que es parte del área "En familia". De las 30 principales orquestas en España, sólo una tiene al frente a una mujer: Virginia Martínez en la Sinfónica de Murcia. Al máximo nivel en España se cuentan con los dedos de una mano y sobran. Con relevancia internacional, ni eso. Frente a la legión de directores varones, las temporadas apenas cuentan con batutas femeninas y, si lo hacen, su presencia es anecdótica o confinada a programas de poca importancia.
Hay quien piensa que este tipo de programas es también de segunda.
Ofrecemos lo mejor, con la misma calidad y la misma actitud que otros programas que hace la OCNE. El siglo XXI tiene la tarea de hacer todos los esfuerzos posibles para facilitar el acceso a la música clásica. Cuando uno logra atraer a la gente, cuando pican en el anzuelo, acaban queriendo que les enseñes todo el producto. Estoy convencida de que cuando uno se sienta en la butaca de un auditorio y viaja emocionalmente, acaba volviendo y se convierte en un melómano. ¿Dónde están las barreras? Pueden ser prejuicios, y ahí tendría que entrar la educación, o que se le ofrezca demasiado y muy pronto.
¿A qué se refiere?
A las intoxicaciones. Por ejemplo, tragarse sin estar preparado una Cuarta [sinfonía] de Mahler, una Cuarta de Brahms o una sinfonía de Bruckner. Si no estás predispuesto para digerir esa gran cantidad, es normal que te agobies y desconectes, que te aburras y no viajes. Es muy humano. Por eso nuestro programa es de una hora. Es un menú degustación. A quien le guste, querrá volver. Tenemos que hacer es un enorme esfuerzo para que la música sea accesible en las dimensiones que vaya solicitando el público.
Cuestión de tamaño.
Tengo experiencias en acercamiento de la ópera en Jaén, allí donde nunca se había escuchado antes. Montamos obras de pequeño formato pero con grandes calidades. A veces se habla de sensibilidades educadas o no educadas y yo tengo un punto de vista particular sobre el asunto. Las sensibilidades son todas iguales. A todo el mundo le gusta lo bueno. Si propones algo bueno, aunque sea de pequeñas dimensiones, a la gente le encanta. ¿Se puede educar? Por supuesto. Pero no puede ser impuesto.
Hay que respetar que la sensibilidad del público puede ser musical, pero también hacia el teatro, el jazz o el cine. Lo importante es ofrecer un arte, porque una vez que conquistas al público, será más fácil que salte a otro. Por ejemplo, que alguien a quien le guste la lectura acabe yendo a un concierto. Por eso no se puede obligar a nadie a nada, y menos a ir a un auditorio. Tiene que estar dispuesto a ese viaje emocional. Yo noto enseguida. Nada más salir al escenario, sé si el público está predispuesto.
¿Antes de que suene siquiera la primera nota?
Claro. La energía se nota en el aplauso, que es una demostración de emoción. Por ejemplo, cuando vino la pianista Martha Argerich, el auditorio la ovacionó antes de dar la primera nota, mientras salía caminando muy despacio. Era un emocionado reconocimiento de su carrera. Cuando tú notas la energía del público, diriges de otra manera, te desborda y todo fluye.
¿Cómo se toma la orquesta un programa como este?
Estoy encantada con los músicos.
La Orquesta Nacional está tomando un rumbo muy positivo en lo humano y en los resultados artísticos. Aspira a estar entre las mejores orquestas del mundo
¿Cómo puedo saber que me dice la verdad y que no es lo que se supone que debe decir?
Si no lo fuera, te diría otras cosas. La Orquesta Nacional está tomando un rumbo muy positivo en lo humano y en los resultados artísticos. Aspira a estar entre las mejores orquestas del mundo. Ese es su objetivo y, por tanto, la exigencia es máxima. Cuando uno trabaja a ese nivel, hay mucho que hacer y que mejorar. La orquesta me dice: "Queremos trabajar. Queremos sacar lo mejor de nosotros mismos". Los músicos saben que es tóxico tener malas rutinas de trabajo. No por los directores. En casos como el mío, venimos una semana y nos vamos, nos llamen más o menos. Es importante por ellos mismos. Me da la sensación de que corren nuevos tiempos en la orquesta. Hay otro espíritu y también hay que decirlo. A mí, como joven directora que soy, en mi debut, me da mucha tranquilidad y también responsabilidad, porque hay que trabajar y eres tú la que dirige.
Ahora mismo hay varias plazas abiertas a concurso en esta orquesta. La de concertino [el primer violín de la orquesta] no es una por tiempo indefinido sino un contrato por cinco años. Eso puede hacer que la exigencia sea máxima en el candidato antes y después de superar la prueba.
Esa flexibilidad es positiva. Tenemos que ir actualizándonos en relación a las necesidades y objetivos de la orquesta, que es un colectivo de élite. Así no se generarán problemas que se hacen cada vez más grandes y que acaban por no tener solución, o tener muy malas soluciones.
¿En qué momento le llega este debut con la OCNE?
Todo director de orquesta español sueña en algún momento con dirigirla. Te diría que me llega de manera planificada a fuego lento. En 2012 yo vivía en EEUU, había hecho un máster y tenía una plaza de doctorado. Era directora asistente en una orquesta y dirigía otra, más pequeña. Había estado a puntito de entrar en The Juillard School [una prestigiosa escuela en Nueva York], que era como entrar en la NASA. Me hicieron una entrevista en un medio especializado y yo aproveché para llamar a las puertas de todas las orquestas en España.
Fui presentándome, poco a poco, a todos los gerentes. También llamé a la puerta de la OCNE. Yo sabía que mi perfil estaba aún muy lejos entonces, pero me interesé por los requisitos necesarios y el perfil que buscaban. Tomé nota y me fui preparando, subiendo todos los peldaños, dirigiendo otras orquestas hasta tener lo que buscaban. Y aquí estoy.
Los directores somos como los toreros, necesitamos el directo, ese vértigo constante
¿Es usted una directora joven?
Acabo de cumplir 37 y a los que estamos por debajo de los 40 nos suelen considerar jóvenes. Pero los directores estamos en permanente crecimiento, en constante contacto con el sonido y también con el directo. Los directores somos como los toreros, necesitamos el directo, ese vértigo constante.
¿Qué tipo de repertorio le gustaría hacer en el futuro con la OCNE, si vuelven a contar con usted?
Me gustaría escuchar una propuesta de la orquesta, porque los directores tenemos que estar su servicio y de aquello que le ayude a crecer. Es muy egoísta imponer un repertorio, salvo que seas una super estrella o tengas miedo a algunas obras. Y yo no quiero tener miedo a ninguna orquesta y a ninguna obra. La especialización me cerraría puertas. Tengo el corazón brahmsiano desde pequeñita y nunca he dirigido una sinfonía suya, pero si tuviera que elegir, me encantaría hacer conjuntamente la segunda y la quinta sinfonía de Sibelius. Aunque también la segunda de Rachmaninov, o La Mer de Debussy para que la gente viera colores cuando oye sonidos y sienta las olas del mar…
En EEUU, los americanos son los primeros. En Alemania, los alemanes. En Italia, los italianos. Quiero reivindicar un orgullo de la Orquesta Nacional, de los músicos y directores españoles
¿Es fácil ser un director de orquesta español en España?
Debería de haber más orgullo patrio. En EEUU, los americanos son los primeros. En Alemania, los alemanes. En Italia, los italianos. Quiero reivindicar un orgullo de la Orquesta Nacional, de los músicos y directores españoles. A veces vienen de fuera cuando tenemos una gran calidad dentro. Yo soy una afortunada, pero también es cierto que desde pequeña he sido lo suficientemente paciente, dentro de mi inquietud, para ir dando pasos firmes. Mi padre comenzó a correr de mayor. Me dijo que si un día corres un minuto, y al día siguiente otro y así sucesivamente, acabarás corriendo una maratón. Él lo hizo con cuarenta y tantos. Ese es mi ejemplo.
Y usted tiene menos de 40.
Hay directores que tras tocar en una orquesta o acabar sus estudios en el conservatorio hacen un máster y son directores. Y algunos de ellos son muy buenos. Por el respeto que le tengo a la música, yo he recorrido el camino más largo. Primero hice la carrera de piano y ahí me dediqué a la música. Después, la de dirección y ahí me dediqué a la técnica. Luego busqué las oportunidades para desarrollarme como directora, con un máster de dos años y el doctorado de tres. Eso me permitió mover la batuta todos los días durante cinco años. En vez de autoproclamarme directora, opté por ir acumulando mucho poso. A partir de ahí, pude construir lo demás.
Es injusto que a los directores se les pregunte sobre música y a las directoras sobre música y mujeres, pero lo cierto es que escasean las directoras y por eso su debut al frente de la OCNE es noticia. ¿Hay un techo de cristal?
Agradezco que los periodistas se empiecen a sentir un poco incómodos haciendo esas preguntas. Yo también me siento así. Pero hay que responderlas porque son importantes. Mi atención no va dirigida de manera especial a este aspecto, pero estoy segura de que ha habido mujeres dentro de las orquestas que se han visto atenazadas. Directoras que han ido a los podios y se han reído de ellas. Mujeres que se han hecho brechas contra el techo de cristal. Yo no las he conocido, pero por respeto debido a ellas, debemos ser generosos y solidarios.
¿A usted no le ha pasado? ¿No tiene la sensación de que por ser mujer le haya sido más difícil?
No, no lo he sentido. Pero esa soledad que tenemos en las temporadas y en la programación me llevan a conlcuír que hay evitar con todas nuestras fuerzas ser un mero aderezo o una nota de color.
La soledad que tenemos en las temporadas y en la programación me llevan a conlcuír que hay evitar con todas nuestras ganas ser un mero aderezo o una nota de color
El hecho de que haya una sensibilidad social en favor de la igualdad también puede facilitar ahora la llegada de mujeres a la dirección.
Puede ser. Tenemos que dejar de ser algo pintoresco y llegar para quedarnos. Puede que sea al final de mi vida, pero sé que viviré el momento en el que no se cuente el número de mujeres y de hombres que dirigen. En algunas temporadas, las mujeres serán mayoría por su calidad. Aún falta para eso. En España hay ahora 30 orquestas y sólo una mujer directora titular. Virginia Martínez, en Murcia. Y punto. Y lleva mucho tiempo siendo así.
Marin Alsop, veterana directora de la Orquesta Sinfónica de Baltimore, dice que hay discriminación en el gesto de dirección. Un movimiento concreto puede ser percibido como debilidad si lo hace una mujer mientras que en manos de un hombre hablaríamos de sensibilidad en la batuta.
Pues que se deje de interpretar así. Lo que me da seguridad es mi verdad y la partitura. Y nada más. Un director de orquesta no puede estar prejuzgando lo que piensan los músicos. Nos volveríamos locos. Si yo anticipo que eso puede suceder, mi actitud ya va a ser distinta en el podio. Un director sólo puede desnudarse delante de la orquesta si tiene una convicción plena en lo que hace desde el punto de vista musical y artístico. No me puedo permitir otras actitudes previas. Modificaría lo que soy y lo que quiero hacer.
Sobre Plácido Domingo, si hay delito, al juzgado. Y si no lo hay, dejémoslo, porque son cuestiones estrictamente privadas que tendrá que aclarar con su mujer y su familia
Hay una gran polémica internacional en torno a Plácido Domingo, que ha dejado de actuar en la Metropolitan Ópera de Nueva York y ha dimitido de algunas de sus responsabilidades en EEUU. ¿Cómo lo ve?
No conozco a Plácido Domingo. Como mujer, creo que si Plácido Domingo ha cometido un delito, lo que hay que hacer es denunciarlo por los cauces habituales. Desde aquí muestro toda mi solidaridad con las mujeres que hayan podido sufrir un delito, si es que se ha producido. Pero no se sabe si ha sido así. Antes hablábamos de lo proclives que somos a denostar lo nuestro. No se nos puede olvidar que han sido los americanos los que han encumbrado a Plácido Domingo y finalmente los que lo han derrocado, forzando que el resto de la sociedad mundial lo haga también.
Me parece enormemente injusto que habiendo pasado tantísimos años, en el ocaso natural de su carrera, se acabe con una de las mayores figuras mundiales que ha dado la música clásica desde todos los puntos de vista. Debemos ser enormemente cuidadosos. Ahora que es más vulnerable, es más fácil atacarle. Si hay delito, al juzgado. Y si no lo hay, dejémoslo, porque son cuestiones estrictamente privadas que tendrá que aclarar con su mujer y su familia. Yo soy muy beligerante desde dentro, pero amo tanto mi profesión, que creo que hay algunas polémicas que no nos ayudan. Tengo la sensación de que Europa se le va a abrigar un poco más. Y es merecido. Porque si no hay delito, lo moral no puede ser enjuiciado constantemente por la sociedad.
¿Está cambiando algo en España para evitar una fuga de cerebros, en este caso musicales?
Primero tiene que haber una actitud y luego apoyo económico. Y se necesita una ley de mecenazgo. Tienen que llegar apoyos privados. Está muy bien que haya inversión pública, pero no es suficiente.
Hay quien cree el apoyo a la música debería depender fundamentalmente de instituciones públicas, siguiendo ejemplos como el de Alemania. Otros creen más en el modelo americano, con mecenas y empresas.
Hay que buscar el equilibrio entre los dos modelos. No somos Alemania, no tenemos su historia, su educación ni su público. No podemos pretender ser lo que no somos. Hay que ver las herramientas que han funcionado fuera y aplicarlas aquí. Tenemos 30 orquestas maravillosas en España...
¿...Son muchas?
Debería de haber más de más niveles y menos rigidez. En EEUU hay orquestas a tiempo parcial y profesores de conservatorio que tocan también en ellas, aunque ofrezcan menos conciertos. ¿Por qué aquí no? Serían orquestas más baratas pero de calidad y funcionarían muy bien. Yo quiero llenar el mundo de orquestas. Como dice Mafalda: "si en lugar de tropas el mundo estuviera lleno de orquestas, sería una maravilla". Quiero llenar el mundo de música porque merece la pena para ser feliz. Pero hay que entender bien cada contexto y la proporción necesaria.
Yo quiero llenar el mundo de orquestas. Como dice Mafalda: "si en lugar de tropas el mundo estuviera lleno de orquestas, sería una maravilla"
¿Qué escucha ahora la directora que no sea por trabajo?
Renacimiento, por ejemplo. Pero también Sinatra, Elvis o Ella Fitzgerald. No escucho música permanentemente porque en mi cabeza siempre hay sonidos. Cada vez me gusta más el silencio. No era una niña así, pero necesito el silencio para que se atempere todo lo que hay en mi cabeza. El director se sube al podio desde abajo, desde el silencio. La música parte del silencio y no existe música sin él. Lo busco interna y externamente. Sólo cuando uno está sereno puede escuchar de verdad.