Cuando ya parecía que This is America era el vídeo musical más indiscutible del año -con su feroz crítica al racismo estadounidense, su violencia y sus guiños culturales- ha llegado Ariana Grande a dar un puñetazo sobre la mesa con God is a woman, un poema visual lleno de símbolos vaginales donde canta al sexo y al poder de la naturaleza femenina. “Tener coño es un privilegio”, ha lanzado la joven artista, sin recatos.
Homenajea a la mujer ya al comienzo del vídeo, donde Grande emerge en pleno cosmos y el movimiento de su cintura condiciona los giros planetarios. Pisa fuerte con sus botas de tacón sobre el planeta Tierra. Ella domina los colores y las posibilidades, la Creación, y cuestiona con esta propuesta el machismo imperante en las religiones monoteístas. God is a woman es un regreso a las fuerzas universales femeninas y subraya a la mujer como única vía de subsistencia, como madre y amante del mundo.
Una de las imágenes más potentes es esa en la que un enorme libro se abre y aparece una Ariana Grande inmensa, sentada en una suerte de escalón, mientras un grupo de hombres diminutos y furibundos le lanza insultos: “Puta”, “Falsa”… pero ni la rozan. De hecho, las palabras le rebotan. Es un símil de la violencia verbal a la que está sometida la mujer que interviene, la mujer que opina y que trata de incidir en el mundo. Es un alegato a la fortaleza, al oídos sordos. Ariana Grande es todas las hembras y ninguna: danza, se desdobla, guarda en su cuerpo todo un ejército. Cuando se dirige a la cámara, tres lobos la escoltan.
Homenaje a Madonna
La artista aparece también bailando en la llama de una gran vela mundial, como una forma de decir: “Nosotras iluminamos el mundo”. Con sus dedos cambia el rumbo del planeta, mueve sus corrientes, sus huracanes, sus temporales. Camina y crecen flores -siempre guiños a la fertilidad-. En otra de las escenas, la cantante se muestra armada, con casco en la cabeza y un martillo que simboliza el golpe de la justicia: lo lanza a los aires hasta que choca con la parte alta del edificio, haciéndolo volar en pedazos: metáfora de la ruptura del techo de cristal.
Desde ahí resuena un monólogo de Madonna, en el que la diva politiquísima del pop recita un pasaje de las escrituras. Ezequiel 25: 17, el mismo versículo de la Biblia que mentó el personaje de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction: “Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanas. Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé cuando caiga mi venganza sobre ti”. Canta bajo dos enormes piernas femeninas abiertas, coronadas con tacones. En lugar de la vagina, brilla la luz creadora.
Ariana Grande camina, en medio de un campo, sobre una cuerda floja. Se siente observada, pero no balbucea y sigue andando: en la mano lleva unos globos de colores que no representan otra cosa que los planetas. Sus hermanas cantan con ella, en coro. Quizá la escena final del vídeo musical es la más artística: ahí emula La creación de Adán, el célebre fresco de Miguel Ángel que luce en la Capilla Sixtina. Pero, eso sí, editado: aquí la que aparece como ser humano es Eva, una Eva negra que eleva su dedo hacia Dios. Dios es mujer, y a ratos se manifiesta en forma de Ariana Grande.