El lenguaje es una bola curva: no sólo sirve para asir el mundo -para delimitarlo y transformarlo-, sino que nos devuelve nuestra cara en un espejo, como una verdad inapelable. Lo que decimos y cómo lo decimos tiene mucho que ver con quiénes somos. Nos retrata, nos golpea como un bumerán. En el ecosistema artístico existe la obsesión por el estilo, que no es más que repetición: afirmarse en la reincidencia, jugar con las propias taritas como con la pelusa del ombligo. Somos las palabras a las que regresamos constantemente, somos nuestros pensamientos circulares. El estilo es encontrarse a uno mismo en las recaídas, y Joaquín Sabina lo sabe.
Analizando sus palabras fetiche se raspa, de algún modo inspirador, el subconsciente del poeta. ¿Cuáles son los términos que más usa? ¿Han cambiado con el tiempo? ¿Qué dice su lenguaje de su mirada, de sus pequeñas obsesiones, de los paisajes en los que recae? Para estudiarle -más allá de su imaginario pseudoherido y trasnochado de niño mimado del lumpen- hemos seleccionado las canciones más escuchadas del cantautor según la lupa de Spotify, las imprescindibles de cada disco, para convertirlas en muestra de su trayectoria lírica.
Analizando sus palabras fetiche se raspa, de algún modo inspirador, el subconsciente del poeta. ¿Cuáles son los términos que más usa? ¿Han cambiado con el tiempo?
Son estas: del disco Inventario (1978), Inventario; de Malas compañías (1980), Calle Melancolía; de La Mandrágora (1981), Pongamos que hablo de Madrid; de Ruleta Rusa (1984), Caballo de Cartón; de Juez y Parte (1985), Princesa; de Hotel, dulce Hotel (1987), Así estoy yo sin ti; de El hombre del traje gris (1988), Quién me ha robado el mes de abril; de Mentiras piadosas (1990), Y si amanece por fin; de Física y Química (1992), Y nos dieron las diez; de Esta boca es mía (1994), Por el bulevar de los sueños rotos.
De de Yo, mi, me, contigo (1996), Contigo; de Enemigos íntimos (1998), Llueve sobre mojado; de 19 días y 500 noches (1999), 19 días y 500 noches; de Nos sobran los motivos (2001), Nos sobran los motivos; de Dímelo en la calle (2002) y Diario de un peatón (2003), La canción más hermosa del mundo; de Alivio de Luto (2005), Pájaros de Portugal; y de Vinagre y Rosas (2009), Tiramisú de limón.
Las palabras más repetidas por Sabina
La idea es extraer las palabras más repetidas de estas canciones -limpiando las letras de preposiciones, determinantes, etc- y compararlas con las más repetidas en su último trabajo, el recién estrenado Lo niego todo. De la primera parte del experimento -de sus temas estrella entre 1978 y 2009- se concluye que el término más repetido es “quiero”, seguido de cerca por “corazón”, “vida”, “mojado”, “noches”, “Madrid”, “canción” y “amor”. Después vendrían otros secundarios, como “contigo”, “sueños” o “mar”.
Son palabras que emulan perfectamente el sabor de boca que dejan las canciones de Joaquín Sabina. Es muy claro ese “quiero” que reina entre todas las palabras: habla de los viejos tiempos volitivos, de la era del deseo, del instinto primario, del capricho. No es nunca un “querer” de “amar”: es más bien una rabieta adolescente, una aspiración breve -tal vez dure sólo una noche-, una ansiedad física, una exigencia voluble. Hoy esto, mañana lo otro. Hoy me levanté así, mañana no lo sé. Fue una época muy larga de hacer, el maestro, lo que le dio la real gana. Años de masturbación vital.
El “corazón” -todas sus referencias a la sentimentalidad, a la víscera-; la “vida” -como el eje de todo-; las “noches”, por la alevosía; la “canción”, por la plataforma; y el “amor”, como la excusa
Luego su “Madrid”, como un mapa de fechorías, como el centro de todas las aventuras. Con sus suburbios mágicos, con su metro donde refugiarse, con todas sus caras nuevas. Como la ciudad que nunca se conquista del todo, que nunca se llega a memorizar. Madrid: la urbe que fue como la mujer preferida, como la hembra inagotable. El “corazón” -todas sus referencias a la sentimentalidad, a la víscera-; la “vida” -como el eje de todo-; las “noches”, por la alevosía; la “canción”, por la plataforma; y el “amor”, como la excusa.
¿Y en su último disco?
Resulta especialmente curioso, sin embargo, que las dos palabras más repetidas en Lo niego todo sean “acusas” y “niego”. Parece que los años del “quiero” se han vuelto en contra del autor, que ahora se siente cosido a reproches y lucha como gato panza arriba por defenderse. Coincide con la síntesis que el propio Sabina hizo de su nuevo hit: está harto de su propia caricatura, de las historias que le cargan a las espaldas, del continuo recordatorio al pasado. “Se trata de cambiar la leyenda del calavera, del juglar del asfalto y el profeta del vicio, como me llamaron en un periódico de Chile, por la imagen del un tipo que llora con las películas de sobremesa los domingos por la tarde”, explicó.
Y vuelve a ser llamativo que el resto de palabras repetidas coincidan con las de los anteriores discos: “noches”, “corazón” y “canción”. Aunque ahora también sean recurrentes “rey”, “conciencia”, “golondrina”, “primavera” y “hospital”: “rey” por el prestigio, por el mito, por el poderío; “conciencia” por lo que pesa, por el ajuste de cuentas al que invita la vejez; “golondrina”, porque en el Romanticismo se asociaba al paso del tiempo, a lo irremediable de su paso, mientras que los simbolistas la identificaban con la estación de renovación y cambio, es decir, “la primavera”. Por último, “hospital”: que da terror, que huele a mobiliario desinfectado, que queda lejos del barro hermoso de la vida.