En el cruce de caminos de Abbey Road, frente al paso de peatones que franqueó la gran puerta al pop, turistas y curiosos siguen firmando en las vallas que protegen los estudios de grabación más legendarios de Europa. Aquí abundan, por supuesto, las encendidas dedicatorias a los cuatro miembros de The Beatles. Declaraciones de amor a los espíritus de John Lennon y George Harrison. Apoyos sin rubor a la senectud de Paul McCartney y Ringo Starr.
Aunque ante estos muros que parecen un decorado para selfis posmodernos, quizá haya alguien que ignore que sin la participación de George Henry Martin no estaría aquí. Y que, quizá, tampoco los Beatles hubieran sido los Beatles. Palabra de McCartney: "Tengo maravillosos recuerdos de este gran hombre que siempre estarán conmigo. Fue un auténtico caballero, un segundo padre para mí. Guió la carrera de los Beatles con tal destreza y buen humor que se convirtió en un auténtico amigo para mí y para mi familia".
Con la desaparición a los 90 años de George Martin, anunciada ayer por Ringo Starr con dos sentidos mensajes de pésame en su cuenta de Twitter, se rompe uno de los últimos eslabones cruciales en la historia del conjunto musical británico que cambió para siempre el devenir de los sonidos contemporáneos. Porque el pop, el pop como lo conoce hoy el mundo entero, no sería igual sin la participación del productor, compositor y arreglista que identificó pronto el potencial de esta música generacional como banda sonora en la última mitad del siglo pasado.
Fue el hombre que organizó, consintió y alentó muchas peripecias sonoras de los cuatro de los Beatles. Por eso, y es justicia, Sir George Martin fulgió como el quinto Beatle, sobre todo a partir de las sesiones de grabación del disco Rubber Soul, aquellas catorce canciones luminosas registradas en cuatro semanas del otoño de 1965.
Para calibrar la importancia del productor George Martin en la obra musical de los Beatles se antoja necesario un ejercicio retrospectivo. Imagine usted, lector, que vivimos en medio de la grisura de los británicos años 60. Y que usted, oyente, es el productor de uno de los grupos que están encaramados en las listas de éxitos. Cuatro chicos de barrio que llegan a los estudios rebosantes de ideas, ejem, novedosas.
Músicos que pretenden introducir partes pregrabadas en cintas caseras, efectos como el ruido que hacen las gotas de agua al caer. Que un instrumentista iluminado por sus viajes a Oriente quiera añadir el sonido del ancestral sitar indio en la música contemporánea. Y que, además, los cuatro músicos quieran grabar secciones de guitarras y pasarlas al revés para moldear la versión final de la canción. ¿Aceptaría usted, querido productor? George Martin lo hizo y el invento, uno de tantos, se tituló Tomorrow never knows. Reconocida como decimoctava mejor canción del repertorio de los Beatles, en el puesto 19 en la lista de mejores temas de los años 60.
Martin consintió al grupo introducir partes pregrabadas en cintas caseras, efectos de gotas de agua al caer o añadir el sonido de un ancestral sitar indio
En tiempos de autoritarismo procedimental en la gran industria discográfica británica, el mayor mérito de George Martin fue, sin duda, la cesión de autonomía que concedió a sus artistas. En especial, a los cuatro miembros de los Beatles. No solo se encargó de tutelar las sesiones de grabación en los estudios de Abbey Road, sino que también alentó que los artistas convirtieran su sede en algo más que un lugar de trabajo. Martin permitió, y agitó, la utilización diferente de recursos de grabación ya conocidos y, además, lanzó la audacia de personajes que iban a marcar un tiempo y un lugar en la historia del pop.
De un conjunto que hubiera estado abocado a ser una mera continuación natural del sonido Mersey, con el apoyo de George Martin se iba a convertir en la antorcha del sonido que logró poner a danzar a varias generaciones. Si con Elvis el mundo blanco aprendió a bailar como los negros, con los Beatles la ciudad se reencontró con la alegría de vivir, con música de celebración y fiesta. Con el júbilo de quien se sabe protagonista de su historia.
Para esa crónica grande del pop queda la relación de éxitos cosechados por el productor en su medio siglo de actividad profesional. Sus logros ya están en cualquier enciclopedia, pero no está de más subrayar ahora algunos méritos. Criado pronto delante de un piano, cuyo aprendizaje debió abandonar por desavenencias familiares y los peligros de una guerra como no se había visto antes, George Martin se empleó primero como arquitecto técnico e incluso sirvió por un tiempo en las fuerzas armadas británicas.
Aprovechando su condición de antiguo militar, en el ecuador del siglo pasado continuó estudiando piano y también se familiarizó con instrumentos como el oboe. Siempre con las obras de Ravel y Rachmaninov como primeros faros sonoros asociados a las músicas clásicas europeas. Tiempo después, su conocimiento de lo clásico iba a alumbrar la eclosión del nuevo pop, pero primero tuvo que pagar peaje grabando a artistas como Peter Sellers y Mike Milligan.
Aunque en 1950 Martin se incorporó a la plantilla de la disquera EMI, no fue hasta cinco años después cuando ya agarró el timón del subsello Parlophone. Una de sus primeras ideas fue abrir el catálogo a los nuevos sonidos que demandaba la juventud británica. Pronto escuchó hablar de un grupo nuevo que, llegado de Liverpool y con una estancia temporal en Hamburgo, trabajaba con el manager Brian Epstein. El 13 de febrero de 1962 se produjo una reunión de Martin y Epstein para tratar la carrera de The Beatles, quienes por entonces ya habían recibido calabazas de la discográfica Decca para publicar sus primeras canciones.
Apenas tres meses después, sin haber conocido en persona a los cuatro músicos ni siquiera haber visto al grupo en concierto, George Martin se arriesgó a firmar un contrato inicial en el que se estipulaba el cobro de un penique por cada copia de discos vendidos. Los primeros cuatro temas de los Beatles se grabaron el 6 de junio en Abbey Road, estudio que con los años se iba a convertir en casa-cuartel de John Lennon, Paul MacCartney, George Harrison y Ringo Starr. Allí se iba a escribir la historia del pop.
La alianza entre el entusiasmo contagioso y el ingenio audaz de los fab four y el bagaje y la templanza veterana de George Martin empezó a dar buenos resultados
La alianza entre el entusiasmo contagioso y el ingenio audaz de los fab four y el bagaje y la templanza veterana de George Martin empezó a dar buenos resultados. Canciones como Eleanor Rigby, Strawberry fields forever, Penny Lane y A day in the life no hubieran sido lo que hoy son, genuinos himnos generacionales en todo el planeta, sin las aportaciones de este productor y arreglista que siempre estuvo pendiente de enriquecer las canciones de Lennon y McCartney con guiños a las músicas clásicas y a la orquestación heredada de las músicas serias.
Aunque fue Lennon el primero que puso en solfa la importancia efectiva del productor, George Martin nunca dejó de estar considerado un personaje clave en la historia del pop. Fue nombrado el productor más triunfal de la historia por el popular Libro Guinness de los Récords y, avalado por más de medio centenar de canciones que llegaron al número 1 en las listas de éxitos pop durante sus cinco décadas de trayectoria profesional, la reina Isabel II reconoció sus méritos con la distinción de caballero en 1996.
Universo Beatles aparte (con los que obtuvo un puñado de premios Grammy y un Oscar por la banda sonora de A hard day's night o acumuló méritos para entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 1999), George Martin también trabajó con otros nombres de referencia de la música contemporánea. Colaboró con Elton John en la canción que este dedicó a su amiga Diana de Gales, la empalagosa Candle in the wind, y también apoyó proyectos de artistas como Jeff Beck, Stan Getz, Neil Sedaka o Celine Dion y los grupos Cheap Trick, UFO, America, Ultravox y Mahavishnu Orchestra.
Con todo, y fue mucho, por cerrar el círculo mágico asociado a los Beatles, George Martin siempre subrayaba uno de los momentos mágicos vividos con los cuatro de Liverpool. Así lo recordaba años después en una entrevista retrospectiva concedida a la BBC: "No olvidaré nunca la primera vez que escuché Strawberry fields forever. Fue algo maravilloso y todavía lo llevo conmigo".