Con tan solo siete canciones, tres de ellas recicladas de otros proyectos, y apenas cuarenta minutos de duración, uno podría pensar que el vigésimo quinto disco de Bowie ya nace agotado. Una obra de un artista que a sus 69 años ha dado lo mejor de sí y que tiene derecho a vivir de las rentas, como ha mostrado en algunos trabajos editados en las últimas dos décadas. Por suerte, Bowie todavía no chochea y ★, o Blackstar, que es como debe pronunciarse el nombre de su nuevo disco, es otra cosa. Por lo pronto, es capaz de inquietarnos en su primera escucha como una mano que surge de debajo de la cama en cuanto apagas la luz.
Blackstar nace como una huida del más bien clásico The Next Day (2013), con el que Bowie rompió diez años de silencio discográfico y que, en el fondo, optaba por un camino no muy diferente al de los también convencionales Hours (1999), Heathen (2002) o Reality (2003).
Según ha contado su productor y veterano compañero Tony Visconti en Rolling Stone, durante la grabación de Blackstar ambos escuchaban mucho To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar, asombrados por la forma en que Lamar ha construido un disco de hip-hop con la mente abierta y sin ataduras, especialmente mirando al jazz. Así que “la meta, en muchos sentidos, era evitar del rock & roll”, según Visconti. Según el saxofonista Donny McCaslin, otro de los grandes coprotagonistas de este disco, los referentes de Bowie en el estudio iban desde la electrónica geométrica de Boards of Canada al rap-noise de Death Grips, lo que muestra que el mutante sigue siendo omnívoro y sigue teniendo mucha hambre.
Estamos, por tanto, ante un disco que conecta con su vertiente más experimental, con la sintética Trilogía de Berlín pero también con los noventa, especialmente con el retorcido Outside (1995). Y como en aquel, estamos ante un disco con una textura muy particular, marcada por el cuarteto de jazz de McCaslin (Mark Guiliana, Jason Lindner y Tim Lefebvre), convertido aquí en musculosa banda de acompañamiento con cierto margen para la improvisación, pero también por el tratamiento espectral en las voces, por unas atmósferas densas y oscuras y por una vuelta a aquellos maravillosos ritmos rotos.
Y si McCaslin, Visconti y el propio Bowie son tres de los pilares de Blackstar, finalmente la colaboración con James Murphy, de LCD Soundsystem, apenas se ha materializado en su presencia como percusionista en un par temas. Una pena, aunque el esquivo Murphy también ha salido de su retiro estos días, ha entregado un single navideño y ha anunciado que habrá gira y disco con su banda este 2016. Entre unos y otros, qué buena manera de comenzar el año.
Blackstar
La tarjeta de presentación del disco se alargaba originalmente hasta los 11 minutos, si bien tuvieron que ser reducidos hasta los 9:56 para poder entrar en el juego comercial de iTunes, algo que Visconti considera, con naturalidad, “una mierda total”. La canción se lanzó al mundo acompañada de un corto realizado por Johan Renck, conocido por trabajar con otros artistas como Beyoncé o Madonna, pero también por dirigir episodios para las series de televisión Breaking Bad y Walking Dead.
El resultado: como en otros casos, es imposible desvincular ya la canción de la cuidada imagen que envuelve al músico. Blackstar se puede colocar en lugar entre las odiseas espaciales y la tensión surrealista de The Hearts Filthy Lesson, con momentos que nos llevan al escenario de Dentro del laberinto (1987). Sin embargo, en una entrevista en Vice, Renck afirmaba que nunca hubo intención de incluir referencias a tiempos pasados del artista y que Bowie le enviaba bocetos con ideas para el video, entre ellos uno que decía: “Quiero una máscara con botones en vez de ojos”. Y así nació el último de sus alter-egos: el inquietante Button Eyes.
'Tis a Pity She Was a Whore
Esta ya la conocíamos: una versión más cruda y ruidosa de 'Tis a Pity She Was a Whore se pudo escuchar en noviembre de 2014 como cara B de Sue (Or in a Season of Crime), la canción que sirvió de single para la recopilación Nothing Has Changed (2014). Ambas han sido recuperadas y grabadas para Blackstar, con McClasin en las partes de saxo que tocaba el propio Bowie, que escribió y grabó este tema originalmente en su estudio doméstico.
Según la página del artista en Facebook en aquellos días, la canción buscaba su reflejo en “la crudeza impactante de la Primera Guerra Mundial”, y el título juega con la controvertida pieza teatral 'Tis Pity She's a Whore del dramaturgo John Ford, estrenada en 1629 en Londres y que giraba alrededor del tema del incesto. Su relectura gana en claridad y no pierde en intensidad.
Lazarus
Esta es la única pieza del disco que Bowie ha rescatado de Lazarus, un musical que él mismo ha coescrito y puede verse hasta el próximo 19 de enero en Nueva York. El espectáculo, protagonizado por Michael C. Hall (Dexter, A dos metros bajo tierra) declara su amor al Bowie más alienígena: está inspirado en la novela de ciencia ficción El hombre que cayó a la Tierra de Walter Tevis (cuya adaptación al cine en 1976 protagonizó el propio Bowie) e incluye la reescritura de parte del material clásico del cantante, así como temas nuevos.
La canción viene acompañada de otro video inquietante de Renck que se mueve por las mismas coordenadas estéticas que el resto del disco y que remite al Bowie más lynchiano y surrealista, que juega a asustarnos con solo enseñar los dientes, un poco como tu abuela boqueando sobre la cama como un pez fuera del agua. Según ha dicho el director en una nota de prensa, la colaboración fue “intuitiva, divertida, misteriosa y profunda” y le ha hecho plantearse la manera de rodar videos. “Básicamente, he tocado el sol”.
Sue (Or in a Season of Crime)
¿Escuchan eso? ¡Es Bowie volviendo al drum’n’bass! OH, SÍ.
Como decía un poco más arriba, Sue (Or in a Season of Crime) fue lanzada como single para el recopilatorio Nothing Has Changed (2014). En aquel entonces, con sus siete minutos y medio y arreglos orquestales de Maria Schneider, era una pieza mucho más jazz y con un sonido “grandioso”, acorde a lo que podría ser una big band. Su actual relectura dispara los ritmos sincopados del be-bop hacia el jungle noventero y aplica a la mezcla final unos cuantos filtros de electrónica y suciedad, lo que le sienta de maravilla. No deja de tener su gracia que Jason Lindner, el teclista del cuarteto de jazz, haya reconocido que su primer contacto con Bowie fue precisamente con el disco Earthling (1997), en el que el artista metía mano al drum’n’bass cuando aún la mayoría de las estrellas del pop de su tamaño todavía no sabían ni lo que era.
Girl Loves Me
Más referencias no convencionales: la letra de Girl Loves Me está inspirada por el Polari, el slang usado por la subcultura gay londinense a mediados del siglo pasado, e incluye también términos de Nadsat, el lenguaje creado por Anthony Burgess para su novela La naranja mecánica, como son cheena (mujer), yarbles (testículos) y vellocet (un tipo de droga). Esto es muy del Bowie de los setenta, que ya incluyó una referencia a los drugos en Suffragette City.
Dollar Days
La segunda parte Blackstar suena menos arriesgada que la primera y algo más fofa en lo musical, con tendencia a inclinarse hacia esa balada elegante y boscosa que se le da tan bien a Bowie. Es el caso de esta Dollar Days que el músico compuso en el estudio, durante la grabación del álbum, a partir de una guitarra acústica y un esbozo de idea. Luego se incorporaron el resto de músicos, y también la producción cristalina y los arreglos dramáticos que preparan al oyente para el inevitable desenlace.
I Can't Give Everything Away
Ecos de A New Career In A New Town y de la fabulosa I’m Deranged resuenan en este tema agridulce, en cuyos versos casi todos han querido ver un mensaje sobre el retiro actual del cantante de los escenarios y su rechazo a las entrevistas en medios de comunicación (y su música como único canal de comunicación): “Seeing more and feeling less / Saying no but meaning yes / This is all I ever meant / That's the message that I sent”. Poco podemos hacer a estas alturas por arrojar algo de luz: la presencia de misterios ha sido una constante en su música y uno de los más estimulantes retos que nos siguen empujando a escucharle. Felices 69 y el año que viene habrá que celebrarlo a lo grande.