La última semana todo el mundo habla de ella. Unos cuantos la conocían de antes, pero muchos la han descubierto gracias al último fenómeno de Netflix. Se han quedado prendados de esa señora cascarrabias, irreverente, divertida y de lengua afilada que hace partirse de risa a Scorsese cada vez que habla. Se llama Fran Lebowitz, y a ella le dedica el director de cine la serie documental que ha estrenado la plataforma y que ha hecho que millones de usuarios del servicio de streaming se interesen por ella.
La serie se llama Supongamos que Nueva York es una ciudad, y son seis episodios de menos de media hora donde Lebowitz está en su salsa. Habla con su amigo Martin Scorsese y crea una legión de nuevos seguidores entre quienes no la conocían y hace que los que sí lo hacían puedan decir en redes sociales que ellos la vieron primero. Se merecen presumir, porque Lebowitz es un huracán. Siempre tiene el dardo perfecto, la acidez suficiente y la bilis correcta. No hay nada que escape a su juicio.
En la serie habla de todo. De Nueva York, de cuando la ciudad era la cumbre de lo cosmopolita y cómo ahora imitan a otras ciudades que antes les habían imitado a ellos. Del mercado inmobiliario, del transporte y de cómo le molesta la gente. Reclama a las nuevas generaciones que se dejen de tecnologías, que miren al suelo y descubran las placas que hay en las calles de su propia ciudad. Que lean, que se rebelen, que no den nada por supuesto. Cada frase es eso que llaman una lección de vida.
Pero ¿quién es realmente Fran Lebowitz? Lebowitz es todo un icono en Nueva York, una escritora que fue descubierta por el mismísimo Andy Warhol, que la contrató como columnista de la prestigiosa revista Interview. Su columna I Cover the Waterfront se convirtió en un fenómeno y rápidamente se granjeó un nombre… también en la noche neoyorquina y en el mítico Studio 54. Le bastaron sus artículos de opinión y un primer libro de ensayos titulado Metropolitan Life, publicado en 1978, para hacerse un nombre y que todos se dieron cuenta de que era puro ingenio.
Fan del jazz, amiga de Mapplethorpe, de Susan Sontag, fan de la vida nocturna y contestona profesional, Lebowitz es de esos casos que darían para una película para ensalzar el sueño americano que ella se encarga de destrozar en sus charlas públicas por las que la gente paga para ir. Ella tiene claro que Nueva York no es una ciudad fácil, y lo dice alguien que a los 17 años huyo del seno de su familia judía practicante y se fue a la gran manzana tras ser expulsada del instituto.
Cuando llegó trabajó de todo, como recuerda en la serie: chófer, taxista, vendedora de cinturones, limpiadora… nunca camarera. Lo recuerda y lo enlaza con el movimiento Me Too. Explica cómo en aquellos momentos los dueños de las cafeterías pedían a las jóvenes que llegaban de otras ciudades que se acostaran con ellos para tener el trabajo. Deja claro que cree a todas las víctimas y que las actrices de Hollywood fueron las que consiguieron dar visibilidad a un movimiento que pensaba que nunca llegaría, pero que en quien hay que poner el foco es en la limpiadora de un hotel de la que abusa su jefe, porque ella es la realmente indefensa y porque todavía su voz no se escucha.
En 1981 publicó su segunda obra Social Studies y… ya. Realmente no tiene más libros, aunque se convirtió en una de esas personas a las que siempre había que preguntar para conocer la temperatura de lo que pasaba en Nueva York. Se hizo una habitual de los programas nocturnos como Late Night con David Letterman. Y hasta hizo sus pinitos como actriz. Interpretó doce veces el papel de la Juez Janice Goldberg en la serie de televisión Ley y Orden y tuvo un pequeño papel para su amigo Martin Scorsese en El lobo de Wall Street.
Hasta 1994 no publicó nada más. Y tampoco era lo que sus fans esperaban En 1994 salió The Fran Lebowitz Reader, que no era más que la recopilación de las dos obras anteriores. Ese mismo año probó suerte con Mr. Chas and Lisa Sue Meet the Pandas (El Sr. Chas y Lisa Sue conocen a Los Pandas), una novela infantil sobre unos pandas gigantes de Nueva York que se mudan a París. Tuvo que explicar por qué no había publicado nada, y mostró una Fran Lebowitz que no habían visto antes, una frágil. Estaba bloqueada. El miedo a la página en blanco pudo con ella. No tenía miedo a sus charlas o a ir a la televisión, pero sí a tener que abrirse y escribir.
En 2004 amagó con la publicación de una novela. Hasta llegó a publicar en Vanity Fair un adelante que contaba la historia de unos artistas que quieren ser millonarios, pero 17 años después nadie sabe nada. Viendo Supongamos que Nueva York es una ciudad uno entiende a la autora, y de hecho ya no importa que esa obra nunca llegara. A cambio tenemos su sentido del humor, su opinión insobornable y a una mujer que sigue rompiendo moldes. Parte de su éxito internacional reciente se lo debe a Scorsese, que ya en 2010 había rodado otro documental sobre ella -Public Speaking, en HBO-. Después del año más raro de la historia reciente, sabe bien empezar con alguien como Fran Lebowitz, y más si está acompañada de la risa colegial de Scorsese.