Se decía que Vlaminck, aquel pintor fovista que despuntó más que ningún otro artista por el uso salvaje del color, jamás había pisado el Museo del Louvre. Según él, tenía la necesidad de destruir las viejas convenciones, de desobedecer a fin de recrear la vida y un mundo libre alejado del pasado artístico. No pensaban lo mismo quienes este martes se congregaron en la Sala de Juntas del Círculo de Bellas Artes. El motivo, el nuevo libro del periodista, dramaturgo y profesor Ignacio Amestoy, titulado Siempre la tragedia griega (Ediciones Complutense).
Sin duda no está de acuerdo Amestoy con el vanguardista francés; y acompañado del Presidente de Círculo de Bellas Artes Juan Miguel Hernández de León, el filósofo y también político Ángel Gabilondo, la vicerrectora de Cultura y Deporte de la UCM Isabel María García Fernández y el director de la Resad Pablo Iglesias Simón, presentó un recorrido histórico del teatro que aúna el pasado con el presente —porque el uno no puede comprenderse sin el otro—.
"El teatro es el mayor logro de la cultura. Es ese conjunto de pautas del vivir y del morir", explicó en su discurso el escritor bilbaíno. Concretamente la tragedia, ya analizada previamente por numerosos autores como por ejemplo Nietzsche, se convierte en el foco de atención de una publicación que parte de una tesis y del trabajo de toda una vida dedicada a la docencia.
Y es que, tal y como escribe al inicio de su obra, la tragedia "ofrece el marco más poderoso para diagnosticar los conflictos aparentemente insolubles que definen nuestro presente y encontrar recursos éticos que nos permitan pensar en alternativas". No se trata, pues, de un mero género literario nacido en Grecia hace más de 2.000 años. Como bien aclaró Isabel María García Fernández en su intervención, "el mundo moderno fue una creación europea presidida por el pasado griego".
La tragedia griega ha trascendido hasta las obras actuales; desde Esquilo hasta Weiss; de Sófocles a Sartre. Tampoco quiso mantenerse al margen el socialista Gabilondo quien, en una impecable reflexión aplaudida por todo el público presente, resaltó que "estamos donde siempre, aunque la sociedad cambie. Estamos donde siempre en lo que tiene que ver sobre la vida y la muerte".
Pero quizá la argumentación más compleja procedió, evidentemente, y por la propia naturaleza del evento, del propio autor. "Se teme al teatro como se teme a la democracia. Su fin es resolver conflictos a través del diálogo. Si se impone el silencio lo que hay es tiranía. No hay que temer al conflicto si hay diálogo", declaró haciendo un símil obvio acerca de lo sucedido en Cataluña estas últimas semanas.
Eso es precisamente lo que Amestoy plasma en Siempre la tragedia griega. Un histórico pasado que se manifiesta en todos los aspectos de la actualidad. Una actualidad que, sin la mirada hacia atrás no puede proseguir sin el conocimiento de lo clásico. El pasado sirve para asumir lo ocurrido y aprender. Porque el pasado no se supera ni se olvida; se asume. Es por ello que Amestoy presenta este libro a sus setenta, una obra que también contiene de alguna manera detalles de su persona; de su pasado. En consecuencia, no quiso olvidarse de aquellos que en algún momento le guiaron en su carrera. En primer lugar hizo un guiño a su "maestro", Miguel Narros, para luego mencionar al periodista y director de EL ESPAÑOL Pedro J. Ramírez y, por último, al "alcalde" de Madrid Enrique Tierno Galván.