Perico Mejía es un arquitecto en desgracia, un republicano desterrado y ocioso en el Londres que mira con temor al cielo por la amenaza de las bombas de la aviación nazi. Su vida discurre entre pensamientos lastimosos por lo injusto de la derrota en la Guerra Civil y por otros más idealistas, moldeados en reuniones con el resto de compatriotas exiliados en Gran Bretaña, que sueñan con el regreso a España, a su España democrática que les han arrebatado por la fuerza.
La apatía se rompe con el sobresalto de una noche, cuando a Perico, intelectual europeísta, se le revela una misión que cumplir: "Hurgar con amor, con el amor dolorido de un proscrito, en la historia". En concreto, elaborar un estudio sobre la catarata de emigrados y disidentes españoles que habían encontrado en la isla británica su refugio particular, como los soldados del siglo XVI o los liberales del XIX. Escribe de los destierros del pasado al mismo tiempo que vive el suyo propio y el de sus camaradas.
Perico Mejía es el alter ego de Esteban Salazar Chapela (1900-1965), escritor y periodista malagueño, en Perico en Londres, un amalgama entre la crónica y la novela en el que aborda la situación de la España republicana emigrada en Gran Bretaña y que acaba de reeditar Renacimiento por primera vez en nuestro país con una detallada edición de Francisca Montiel Rayo. Salazar Chapela, crítico literario en las mejores publicaciones de su época, como Revista de Occidente, El Sol, La Voz o La Gaceta Literaria, fijó su residencia en Londres al término de la Guerra Civil tras desempeñar el cargo de cónsul de la República en Glasgow desde mediados de 1937.
Allí vivió un exilio sin fin en el que fue profesor en Cambridge, fundador del Instituto Español y colaborador en medios como la BBC y otros periódicos hispanoamericanos. De los primeros compases del destierro dio cuenta en Perico en Londres, cuya narración transcurre entre el verano de 1939, con la derrota en la contienda aún en carne viva, y 1943, cuando el fascismo empieza a replegarse. Y él, como su personaje, iba a entregarse a la tarea de construir un estudio histórico sobre los intelectuales que no encontraron cabida en España a lo largo de los siglos.
La idea germinal era redactar un Diccionario de personalidades desterradas de España, que se vio frustrado por la falta de apoyo financiero de los organismos republicanos; luego, tras hallar en el British Museum un "tesoro de cosas españolas", centró su investigación en recopilar los datos de los españoles que por motivos políticos o religiosos se habían visto obligados a vivir en Inglaterra a lo largo de la historia. Pero ese tratado sobre los "heterodoxos" —como llama Salazar Chapela a protestantes, liberales y republicanos— también quedó abortado a mediados de 1941.
Lo que sí fue capaz de forjar el escritor malagueño es una novela deliciosa y lúcida, de un humor firme y premonitorio; con pasajes ácidos, como cuando don Bernardo, un refugiado recién llegado a Londres, le asegura a Perico que dar de comer al país había sido la mejor obra de la República, a lo que este último responde: "Por ese motivo se sublevaron contra el régimen. A juicio de las derechas, esos fueron los más graves errores de la República: dar trabajo y algo de bienestar, dar instrucción... ¿A quién se le ocurren estos disparates? Solo a nosotros, los rojos...".
Perico en Londres, editado por primera vez en Buenos Aires en 1947, es un testimonio directo de las inquietudes del exilio republicano en Londres, una comunidad —también discurren por la obra los alter ego de otros notables emigrados como Manuel Chaves Nogales— que se excita cuando escucha en la radio al premier Churchill alentar a sus tropas poniendo el ejemplo de "los hombres valientes de Barcelona", y se resigna al constatar que nada será posible para recuperar el Gobierno legítimo de España, para expulsar a Franco. Fue un "libro afortunado y desgraciado", en palabras de Salazar Chapela, también autor En aquella Valencia (Renacimiento), una autobiografía novelada de sus recuerdos sobre su estancia en la ciudad del Turia en los años de guerra.
Y siendo una obra perfectamente identificable con un bando, Salazar Chapela no escatima críticas a los suyos, como esta reflexión que pone en boca del maestro Forner, un personaje secundario: "¿Habría perecido la República si antes de la guerra, desde el 31 que se proclama hasta el 36 que se le sublevan los fascistas, se hubiera realizado una reforma a fondo y colocado el régimen en una base firme y sólida? (...) Es decir, se había dado el caso de que una república aplastantemente popular, con una mayoría abrumadora desde su advenimiento, había sido entregada —no por traición, también es verdad, sino por torpeza, por falta de acometividad y mano firme— en las garras de sus enemigos, que además se podían contar con los dedos. ¡Qué insensatez!".