ETA ha muerto. Hablemos de ETA. Es una oportunidad para hacer una transición sin olvidos ni silencios, para construir un relato sin estereotipos ni mitos. A la espera de que los historiadores y las editoriales enciendan motores, es un buen día para ir a la raíz de lo que hoy desaparece, “para que no se vuelva a repetir”. Habla Ramon Saizarbitoria (Donostia, 1944), autor de la novela Cien metros, que la editorial Erein ha traducido del euskera al castellano. Fue publicada hace 42 años, tres años después de su censura y secuestro.
“Para que no se vuelva a repetir ETA hay que entender la raíz de ETA. Hay que hablar mucho de este tema, aunque no siempre haya buena voluntad. Cien metros ayuda a entender las cosas, porque los chavales de veinte años de hoy no pueden quedarse con la idea de que ETA eran unos locos, fanáticos de mierda. Eso no es entender el relato histórico”, cuenta el escritor a este periódico, en referencia a Patria (Tusquets), el bestseller de Fernando Aramburu. Saizarbitoria no es partidario de construir el relato histórico de ETA a partir de las novelas, porque son un acompañamiento de la Historia.
De esta manera se evitan, entre otras cosas, polarizar y reducir los matices a arquetipos partidistas. “Lo que sucede con Patria es que se refiere a un tiempo muy concreto, a las últimas bocanadas de ETA, cuando se había convertido en un esperpento. Y la verdad es que ETA se merece esa novela, porque ya no nos cabe la duda de lo que ha sido ETA”, dice. Cien metros, dice, es útil para esos lectores que han llegado a la organización terrorista “en el deterioro absoluto”.
“Me gustaría transmitir a la gente que ha leído Patria, que en los años setenta no había nadie en el mundo, ni un Guardia Civil, que pudiera imaginar que un militante pudiera llegar a matar a una madre junto a su hijo de cuatro años en una plaza. Y se hizo”. Ramon habla del grupo terrorista como de la “culebra”, al que no perteneció porque no tuvo “cojones” cuando esto era una dictadura. “ETA caía muy bien entonces. Ahora me arrepiento y no me cabe duda de que la lucha armada es inútil”.
Contra los estereotipos
Por eso cree que hay que hablar, porque “hay un momento en que tienes que elegir y hemos llegado a unos extremos en este asunto que ya no daba para matices, ni para hablar de grises”. Saizarbitoria, poco partícipe de la polarización ejecutada en Patria, se pregunta cuánto tiempo necesitan los partidarios de ETA para espabilar. “A estas alturas ya no hay dudas de lo que es ETA. Hace 50 años teníamos una imagen de Stalin que hoy no se soporta”, añade.
A estas alturas ya no hay dudas de lo que es ETA. Hace 50 años teníamos una imagen de Stalin que hoy no se soporta
La aparición en castellano de Cien metros es una extraordinaria noticia para ubicarla, cuatro décadas después, donde se merece: como un artefacto literario, que experimentó con la técnica a partir de un hecho político real. El protagonista corre, huye. Es un miembro de ETA, es perseguido por fuerzas del orden y termina siendo abatido, en cien metros, en la plaza de la Constitución de Donostia. En la narración de la carrera se cruzan, sin pedir permiso, recuerdos, situaciones paralelas, un enjambre posmoderno que no ha perdido músculo técnico.
Escribía en euskera cuando todo estaba por experimentar en la lengua. “Sí, teníamos esa ventaja, que era un inconveniente. Era ideal porque tenías poca responsabilidad y escribías para amigos, sin ninguna aspiración. Es lo bueno del subdesarrollo, que tiene los ríos limpios”, y ríe al otro lado del teléfono. Cuenta que añora mucho aquella época en la que escribía para funda algo, en la que estaba todo por hacer. “Era muy divertido”.
Lo de escribir ha perdido encanto y pureza. Todo es más profesional… pero imagino que este es el discurso de un viejo
Pero han pasado cuatro décadas desde aquella publicación, su segunda novela, y asegura que los escritores en euskera se han normalizado, ya hay un mercado, las editoriales son estructuras empresariales profesionales que tienen que sostenerse… “Escribir es una responsabilidad económica y eso el autor lo tiene en cuenta. Cada vez se le da más importancia al vender. Hoy vender es lo bueno y en aquella época era al revés, y eso tampoco está bien. Pero de jóvenes mirábamos mal lo premiado. Lo minoritario era lo exquisito. Lo de escribir ha perdido encanto y pureza. Todo es más profesional… pero imagino que este es el discurso de un viejo”.
Censura libre
“Todavía dicen que es una novela bastante moderna”. Recuerda Saizarbitoria que ahora sufre bastante más haciendo novelas. Las dos primeras salieron “de manera espontánea y alegre”. Fueron más frescas. “Técnicamente ahora no la haría así, tan sencilla. Esos planos los habría trabajado más y sería más larga”. Y llama la atención sobre los diálogos sin descripción de personajes, sin profundidades. Tampoco es una novela de acción, pero vuela.
En 1973, Saizarbitoria era “joven e inconsciente”, no tenía una idea clara de cómo le podría afectar el secuestro. Tuvo que declarar ante el juez, en el Tribunal de Orden Público. El franquismo seguía censurando en sus estertores y, afortunadamente, el escritor no fue directamente “al tubo”. La amnistía lo dejó libre de juicio y liberó a la novela del secuestro. Leyó el informe del censor y le quedó claro de que no había querido enterarse de nada.
Si tenía inquietud por la publicación de Cien metros no era por miedo a la Policía, sino por que le sentara mal a ETA
No guarda mal recuerdo de aquellos sucesos. Fue al juzgado a declarar y dijo que el personaje, cuando le matan, no grita “Gora ETA”. “De hecho, no se sabe si dice gora o mierda. La tesis es que la muerte es inútil”, dice.“Si tenía inquietud por la publicación de Cien metros no era por miedo a la Policía, sino por que le sentara mal a ETA".
Saizarbitoria es un personaje incómodo porque no escribe en términos absolutos. Le ha gustado transitar por los grises, lejos de los tipos ideales. Ni los buenos hablan bien, ni a los malos les huele el aliento. Su novela Los pasos silenciados fue acallada en euskera, "porque es una novela muy dura contra ETA". Martutene gustó mucho en castellano. Según cuenta su autor, esta novela desveló "que aquí había mala conciencia, que había una actitud autocrítica también". "Eso en euskera duele más".
Todo lo que no es correcto es criticado y denunciado. Es muy preocupante lo que está pasando hoy
¿Hoy hay regresión en la libertad de expresión? “Mogollón. Todo lo que no es correcto es criticado y denunciado. Es muy preocupante lo que está pasando hoy, con una ley pensada para reprimir al lobo solitario yihadista, pero aplicada a cualquiera que se salga del camino”. Reconoce que ese miedo a hablar en dictadura su generación no ha sabido transmitirla a los más jóvenes, por eso no se ha protegido la libertad de expresión.
Matar no tiene sentido
Cien metros tiene una nueva oportunidad para ser hueco de vida, porque el secuestro sesgó su lectura, que convirtió a los lectores en militantes. “La mala interpretación secuestró la novela y lo que para mí era obvio, para otros… En lo político, el tiro salió por la culata. Que te lleven a un Tribunal de Orden Público te señala como su hubieses escrito a favor de ETA. Pero yo a lo que más temía era a lo mal que iba a sentar a ETA. De todas maneras, ¿quién lee novelas?”. El autor resta valor al impacto del relato en la realidad, pero ésta manipuló el relato hasta convertirlo en otra cosa.
Porque el personaje que tenía en la cabeza cuando la escribió era Chiquía (el fraile capuchino Eustaquio Mendizábal), “que prefiere morir que matar”. Dice Saizarbitoria que era el tipo ideal de los que lucharon contra la dictadura, nada que ver con la evolución a los “Artapalos y esa gente”.
“Tengo miedo de que no se entienda el contexto de la película, quiero que se sepa de qué ETA habla. Por eso es importante el prólogo de Jon Kortázar. Habla de una ETA más romántica, en la que había una visión que en Europa se entendía como movimiento revolucionario. La que mató a Melitón Manzanas. Estábamos en una dictadura en la que se torturaba. Aun en el caso de que éticamente se pudiera justificar luchar con armas contra la dictadura, es absurdo y estéril. Esa es la tesis de la novela: matar no es práctico. Y en democracia, matar no tiene sentido”.