Dice Eduardo Garzón -asesor de economía en el Ayuntamiento de Madrid- que aquí hay gato encerrado: ¿cómo va a ser eso de que las generaciones actuales tengan que vivir peor que sus padres a pesar de disfrutar de un mayor avance tecnológico? ¿Por qué la sociedad asume que "no somos capaces de garantizar un nivel de vida digno a toda la población" o que "necesitamos trabajar más y cobrar menos para que la economía salga adelante"?
En Desmontando los mitos económicos de la derecha (Península), el economista golpea con datos. Explica que, en el caso de España, 20 personas tienen tanto dinero como el 30% de la población; que un 28,76% de la población está en riesgo de pobreza y exclusión social; que hay futbolistas que ganan el equivalente a 1.688 sueldos mínimos; que el número dos del BBVA se ha jubilado con una pensión de 4.900 euros al día -y tiene 56 años-; que el número uno de Iberdrola gana actualmente 42.000 euros al día; que 133 banqueros españoles cobran más de 2.700 euros al día y que estamos en el puesto número 10 de los 200 países que hay en el planeta en número de multimillonarios -hay más de un millón-.
Explica que, en el caso de España, 20 personas tienen tanto dinero como el 30% de la población; que un 28,76% de la población está en riesgo de pobreza y exclusión social; que hay futbolistas que ganan el equivalente a 1.688 sueldos mínimos
Señala que, en vez de reducirse, las desigualdades crecen con el tiempo, incluso en años pantanosos: cada uno de los 500 españoles más ricos tienen un patrimonio superior a 30 millones de euros, el doble que cuando comenzó la crisis. Por eso Garzón ha preparado una guía "para que no te la den con queso" en la que trata de desmontar los mitos económicos de la derecha que la población ha asumido y desgrana algunos de los cuentos que la población compra y en los que se sustenta la corrupción de nuestro país.
Crear dinero no es malo
¿Cuál ha sido, tradicionalmente, el mito más extendido de esa derecha económica? "Tal vez el de que crear dinero genera automáticamente inflación y que eso es algo malo per se", lanza el economista. "Nunca nos hablan de quién crea el dinero, ni de cómo se crea, nunca lo hemos cuestionado: nos enseñan que es una herramienta aséptica que está ahí, pero no nos cuentan que el dinero se crea cada día, y que lo crean incluso en las instituciones financieras, en los bancos, cuando dan créditos...". Continúa: "Hay una intención de ocultar que hoy día el dinero se canaliza a través de los bancos privados para que ellos hagan negocio. Esa vía constriñe la otra posible, que es la vía del Estado y su capacidad de inyectar dinero nuevo en la economía. Esa vía se intenta demonizar".
La idea de su libro, en este sentido, es "dejar claro que no todo es blanco o negro", sino que la creación de dinero "es una herramienta que hoy se está utilizando en perjuicio de una parte de la población". Otro mito que intenta derribar es "que la gente tiene en la cabeza que el sector privado suele ser más eficiente e innovador, que es el que acaba generando renta y riqueza, y que el público es un parásito que acaba detrayendo recursos del privado a través de impuestos".
Otro mito que intenta derribar es que la gente tiene en la cabeza que el sector privado suele ser más eficiente e innovador, que es el que acaba generando renta y riqueza, y que el público es un parásito
El autor expone que se ha implantado esta forma de articular el dinero en nuestra economía, pero que se puede y se debe "rearticular de manera que no fuese necesario recaudar en el sector privado". Habla de los Estados que son soberanos de su moneda, como Reino Unido, EEUU, Japón o Australia.
"Fíjate, no necesitan recaudar dinero para poder gastarlo, ya que crean su propio dinero y no tienen ningún tipo de límite a la hora de hacerlo. Desde 1971 no hay límites técnicos en este sentido. Es importante entender que la única restricción es de tipo macroeconómico: cuando creas mucho dinero y lo inyectas en la economía, se dan tensiones inflacionistas, incluso de tipo de cambio, etc., pero cada Estado tiene un margen para crearlo y destruirlo a través de los impuestos, y ese margen no tiene sentido limitarlo, como ocurre hoy día a través de reglas fiscales sin sentido".
El dichoso déficit del 3%
Aquí aparece otro punto clave de Desmontando los mitos económicos de la derecha. Apunta que en el apogeo de la crisis de la eurozona, el periódico Le Parisien entrevistó a Guy Abeille, un alto funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia a quien se atribuye idear el objetivo de déficit público del 3% del PIB que todos los Estados miembros de la eurozona deben respetar bajo pena de ser sancionados, y cita textualmente: "Nosotros decidimos esa cifra en menos de una hora. Fue escrita en la esquina de una mesa, sin ninguna reflexión teórica, una noche de mayo de 1981 (...). Nos pedían que ideásemos rápidamente una regla sencilla, que pareciese provenir de un economista y que sirviese para frenar a los ministros que pedían más dinero para sus ministerios", dice.
Lo que propone Garzón es que no haya una regla fija, sino que el déficit público se adapte al momento que esté viviendo la economía
"Necesitábamos algo simple. Al principio pensamos en el 2% del PIB, que era un número redondo, pero enseguida desechamos la idea porque respetar un 2% es imposible. Esto nos metió demasiada presión. Yo propuse: ¿3%? Es un buen número, un número que ha sido muy utilizado durante la historia, algo que hace pensar en la Trinidad". Lo que propone Garzón es que no haya una regla fija, sino que el déficit público se adapte al momento que esté viviendo la economía. "Si las familias y las empresas necesitan más dinero para circular y realizar otras actividades económicas, no tiene sentido que el Estado no esté inyectando el dinero suficiente. Eso lastra".
¿Por qué en el imaginario del ciudadano español reside la idea de que la derecha es mejor administradora que la izquierda? El autor lo achaca a la "casualidad": "Fue porque el mayor momento de actividad económica coincidió con la época en que gobernaba Aznar. Fue una época de boom económico que, además, estaba destinado a fracasar, porque se apoyaba en una burbuja inmobiliaria y financiera que siempre viene con resaca, y es una resaca que está durando hasta hoy", opina. "Los ciclos económicos son de mayor duración que los políticos. La crisis de 2007 no se puede explicar sin analizar los procesos de los noventa".
Los capitalistas que aman el paro
¿Qué hay de cierto, como apunta un apartado del libro, en que a los capitalistas les interesa que haya paro? "Los propietarios de los medios de producción o empresarios tienen una fórmula de ganancia final que va ligada a los beneficios, y los beneficios son en parte renta y en parte salarios. Así que cuanto más bajos sean los salarios, más altos pueden ser los beneficios. A los empresarios les conviene que haya paro masivo, porque si tienes a 4 millones de trabajadores llamando a tu puerta pidiéndote un puesto, los que ya tienes dentro te dirán 'por favor, bájame el salario, pero no me despidas'. Así incrementan el margen de beneficios".
A los empresarios les conviene que haya paro masivo, porque si tienes a 4 millones de trabajadores llamando a tu puerta pidiéndote un puesto, los que ya tienes dentro te dirán 'por favor, bájame el salario, pero no me despidas'
¿Y qué hay de esa maravillosa opción que desarrolla de 'trabajo público garantizado para todos'? ¿Todos? ¿Cómo aplicarla en España si el Estado no tiene solvencia suficiente? Garzón acaba reconociendo que es una "hazaña imposible": "Hay limitaciones. No se puede crear empleo público sin ningún tipo de restricción, pero sí se puede ir avanzando en ese camino. Si hay un millón de puestos de trabajo a raíz de esa vía del trabajo garantizado, estamos incrementando la capacidad económica y adquisitiva de la población, y estimulando que consuman más, que haya más ventas y beneficios, y que los empresarios de esas tiendas a las que acuden puedan contratar a nuevos trabajadores para satisfacer a esa nueva clientela".
Cuando se le pregunta por una alternativa al sistema capitalista, el autor sostiene que "hay muchas formas de capitalismo, desde el de Haití al de España" y que lo que está en nuestra mano es, sin cambiar de modelo, "dar más espacio a las actividades públicas", pero que desde los ochenta existe una clara tendencia marcada por el proyecto neoliberal en la que se intenta "reducir gasto público y dar más espacio al proyecto privado". Nuestras buenas intenciones, señala, deben pasar por intentar ser algo menos capitalistas. La palabra "comunismo" no la menciona.