El tiempo da perspectivas, relecturas. Hasta vueltas de tuerca poéticas. No es lo mismo juzgar la España franquista de los sesenta desde la lupa del momento que desde el telescopio de ahora. Nos vamos sacudiendo el maniqueísmo, los veredictos rápidos, las simplezas, las taritas del buen santurrón. Las Cinco horas con Mario de Delibes han ido mutando, circunscribiéndose a unos ciudadanos cada vez más libres, con una inteligencia más fresca, menos asustados -¿sí?- del qué dirán.
En 1967, cuando se publicó la obra, Menchu era pura criatura del régimen: una mujercita prejuiciosa, burguesa, clasista, envidiosa, superficial y egoísta revestida de una suave patina de decencia y sobriedad. Una mujer cosida a reproches, a pequeñas frustraciones. Mario, de cuerpo presente, quedó en el imaginario como el intachable filántropo, el catedrático de instituto y comprometido periodista e intelectual, el idealista, el social, el solidario. El progre de todo esto, la voz sabia y subyacente en un país adormecido por la censura.
Sin embargo ahora, e incluso antes de la muerte de Delibes, la lente moderna obliga rabiosamente a generar interpretaciones más parciales. Lo explica el propio autor en la edición de 2008 para sus Obras Completas: "Escrita esta novela hace más de cuatro décadas, una lectura actual me ha llevado a revistar mi juicio inicial: creo que Mario se pasó de rosca, se mostró un marido radical ante un problema baladí", reflexiona. "Menchu, como era frecuente en la época, no era más que una burguesita con un lenguaje mecánico, lleno de tópicos e ideas heredadas, pero sin ninguna tacha profunda".
Dice el escritor que bastaron unos años para que las cosas empezaran a cambiar. "Los lectores ya no se mostraban unánimes en sus juicios. Mario no era el bueno ni Menchu la mala. ¿Por qué iba a ser bueno Mario? ¿Por qué mala Menchu? ¿Por haber recibido una educación trasnochada? Mario, tan entregado a su causa, no entendió que, con muy poco esfuerzo, su esposa se habría puesto de su lado".
Cinco horas con Menchu
Se refleja en la exposición Cinco horas con Mario, 50 años de historia, que puede verse desde hoy al 2 de mayo en la Biblioteca Nacional de España. La novela está de cumpleaños y resucita en la sala de las Musas del Museo. La comisaria, Amparo Medina-Boscos, explica que se recogen "las cartas que intercambió Delibes con su editor antes de la publicación de la novela, además de las que recibió después de Celaya, Guillén, Buero Vallejo... contándole que les ha gustado mucho, que se la han leído de un tirón".
También trata la difusión de la obra dentro y fuera de España. "Hay 20 libros de ediciones distintas, casi siempre publicadas por Destino, pero también por el Círculo de Lectores, Planeta DeAgostini, y por periódicos que hicieron ediciones especiales para sus lectores, como El Mundo o El Norte de Castilla", relata. La novela está traducida a 17 idiomas y, según cuenta la comisaria, citando, divertida, a Carmen Martín-Gaite, "es una de las obras en la que más gente ha metido la cuchara". "Y es verdad", repone. "Hay más de cien trabajos entre libros dedicados íntegramente a la novela, libros colectivos y artículos publicados en revistas especializadas sobre ella".
Lo que decía Mario no lo iba a permitir la censura y en esa ocasión me sirvió para que encontrara la solución: matar a Mario y verlo a través de su mujer, cuyos juicios eran oficialmente plausibles
Otra sección de la muestra aborda la obra de teatro, que se estrenó en 1979 -por José Sámano y Josefina Molina- de la mano de Lola Herrera. "Hasta el año pasado se repuso con la misma Lola Herrera, 37 años después", sonríe la comisaria. "Era perfecta para eso. Delibes lo dijo: 'Lola es la Menchu que yo había pensado'". Cinco horas con Mario es, en realidad, Cinco horas con Menchu. ¿Por qué? Porque empezó siendo un relato con Mario vivo y escrito en tercera persona, pero el autor vio que no funcionaba. Paró de escribir a las cien páginas. "Afortunadamente, vi esa luz, ayudado por la censura, porque lo que decía Mario no lo iba a permitir la censura y en esa ocasión me sirvió para que encontrara la solución: matar a Mario y verlo a través de su mujer, cuyos juicios eran oficialmente plausibles".
No-diálogo entre las dos Españas
Los censores se la tragaron entera. Nadie dijo ni "mu". Quizá por la escasa capacidad de autocrítica del momento. "No sólo no tuve ningún problema con esta novela, sino que además nadie se reconoció en ella", contó Delibes. "Esto es lo que más mechocó: personas de las que yo había tomado frases enteras,d iscursitos enteros, tics... pues nada, me decían lo bien que lo habían pasado leyendo mi novela, cuánto se habían reído, cuánta razón tenía, y yo no salía de mi asombro...".
Elisa Delibes de Castro, hija del escritor vallisoletano, que acudió a la inauguración de la exposición, sostiene que Cinco horas con Mario nunca fue una de las novelas preferidas de su padre, "y creo que es porque en el fondo Mario tenía algo de él, y quizá no quería tocarla demasiado, no sea que se vieran en él demasiadas cosas de Mario...", guiña. "En esta novela parece que mi padre se ríe de Menchu, pero en realidad también se ríe un poco de Mario, y eso se nota pasados los años". Con todo, Elisa Delibes explica que la obra le dio grandes satisfacciones a su padre, y que le creó cierta "complicidad" con el progresismo del momento.
En realidad, Cinco horas con Mario es una obra que late hoy. Todo el rato. Porque aborda una herida abierta, que es el no-diálogo entre las dos Españas; y otra que sangra cada día: hablar a quien tenemos al lado como quien charla con una pared, sin llegar a encontrar nunca el punto donde convergemos.
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