Decía el escritor francés Michel Tournier que hay que escribir de pie, nunca de rodillas. Eso hace Lorenzo Silva (Madrid, 1966) cada vez que resucita a Rubén Bevilacqua, el mítico sabueso de la Guardia Civil -y de nuestra literatura-. Carga el señor con más de 30 años de experiencia en el Cuerpo, unos kilos de más y dos lentes escépticas con las que escrutar el mundo; ya anda pasados los 50 y, a falta de vocación de mando, conserva una intuición y un olfato intactos. Bevilacqua, a pesar de los trotes, no se rinde. Esa perseverancia en la épica -en el arrojo- tiene mucho que ver con la resistencia necesaria en la literatura.
Silva regresa con Donde los escorpiones (Destino), la octava entrega de una serie que ha dejado Premios Planeta (La marca del meridiano), éxito de ventas y hasta adaptaciones cinematográficas (El alquimista impaciente). En este nuevo caso, un militar español ha sido asesinado en la base de Gozareh, a 15 kilómetros de Herat, en Afganistán, y Bevilacqua es el elegido -cómo no- para resolver el crimen. El escritor -para construir esta nueva rama de la historia- estuvo conviviendo en julio de 2014 con los guardias civiles y militares españoles destinados en la base de Camp Arena. Aquí Silva -abogado en el fondo, autor en la forma y editor desde hace tres años- conversa sobre esta aventura recién estrenada -y sobre feminismo, literatura, cultura y política-.
Me llama la atención la cuestión de las mujeres militares afganas que cuenta en la novela. ¿Existen?
Bueno, realmente fue un fogonazo, porque yo iba en un convoy militar español, que vas ahí encerrado y atado con un cinturón de cinco puntos y que no se puede parar… (risas). Pero sí, de repente íbamos por una base y vi a dos mujeres con su uniforme lustroso… y me dijeron “sí, sí, éstas son dos oficiales afganas y aquí entre otras cosas se las instruye”. Recuerdo que el tipo que lo dijo, que era un comandante de infantería, dijo al verlas pasar: “Mirad: la modernidad”. Claro, en un país en el que muchos aspectos está en la Edad Media…
Resulta chocante que en un país en el que, como dice en el libro, las mujeres son poco más que ganado, se las deje tener esos puestos de responsabilidad…
Bueno, también hay alguna fiscal mujer. Es una administración un poco ficticia, que está tutelada por la OTAN… ahí se intenta potenciar ese tipo de cosas. Y hay mujeres en el Parlamento… pero claro, esto el día que desapareciera el paraguas de la OTAN volvería la tradición tribal, y esa es la que cuento en la novela en ese episodio que es real, que los rusos, el gobierno afgano-comunista, intentó escolarizar a las niñas de una aldea y mataron a todos los funcionarios del gobierno y mataron a todas las niñas.
En la base convives con pocos afganos y afganos muy cribados, como cuento en la novela. Las niñas se venden a los 12 o 13 años. Son una fuente de comercio. Es como criar un animal para venderlo a hombres de 40 años. Una mujer es muy cara y los de 25 años no han ahorrado para comprar una mujer. La hija es inversión y el hijo es plan de pensiones: los cuidan para que al envejecer los cuiden a ellos. La supervivencia les acucia tanto que se inserta en todas las relaciones familiares. Y también otra historia que cuento: el padre que deja morir a su hija porque está gravemente enferma y ya no le sirve, porque su función era ser su sirvienta.
Estuvo en Afganistán en 2014. ¿Cuánto tiempo?
Una semana.
¿Entendió algo al volver del país que no sabía en el viaje de ida?
La dureza del país es impresionante. Del paisaje y de la vida de aquella gente. Y claro, vas a una base militar bastante grande, relativamente segura… cuando yo estuve había luna llena, y hay una alerta seria de que haya bombardeos. Era la sensación constante de estar en territorio hostil. Allí el grueso del territorio es del enemigo, no es de los tuyos.
Hubo una persona que me impresionó mucho, que era la que mejor conocía a los afganos. Una de las intérpretes. Contaba historias tremendas: habla su idioma, los atiende en el hospital… yo no soy reportero de guerra ni nada así. Y creo que es posible que siendo hombre corras un poco más de peligro. Yo iba con los militares y necesitaba protección, porque ellos son objetivo.
Trayendo la idea de la sumisión femenina a España, ¿cree que este país es machista?
Claro. Te diría que como todos. Hay una larga tradición patriarcal con un papel irrelevante de la mujer en la sociedad hasta hace 40 años. Otra cosa es verdad: yo allí me encontré una guarda civil. La psicóloga era mujer. La oficial jurídico, los médicos… mujeres. Lo que ha hecho este país en los últimos 40 años es impresionante. Mira, en la base había italianos, pero italianas había muchas menos. En los puestos que sí ocupaban mujeres españolas. Y en EEUU pasa igual. En España las mujeres ya están en todos los puestos.
Y ahora que se acerca época de elecciones de nuevo, ¿crees que España sería capaz de elegir a una mujer presidenta del gobierno? No en esta legislatura, claro. Me refiero a si España le daría esa responsabilidad estatal o la seguirá relegando a alcaldías o presidencias de comunidad, donde sí es habitual.
Yo creo que está al caer. Pero necesitamos alguien que tenga esa capacidad y ese tirón. Bueno, y la comunidad autónoma andaluza es un gobierno más importante que el de muchos países. Y la comunidad madrileña también.
Pero siguen sin estar en la primera línea de fuego.
Sí, pero me atrevo a hacer un pronóstico. No pasarán más de diez años sin que haya presidenta del gobierno. Yo creo que tanto Cifuentes como Díaz serán presidentas del gobierno.
A nivel literario, ¿hay roles de género en la literatura?
Ese es un tema que miro con mucha precaución. Tengo un ensayo que se llama La mirada femenina. Yo creo que sí, que hay una mirada distinta, pero que hay que analizar de dónde viene esa diferencia. La diferencia de mirada viene del distinto rol social que ha desempeñado en la sociedad: esa sociedad que la ha acercado a algunas temáticas y la ha alejado de otras. Pero esa no es una diferencia constitucional o biológica, sino social, impuesta.
Si vamos a la esencia de la mujer en una sociedad igualitaria, creo que la mujer tiene una programación genética que la vincula al largo plazo. Hay una asignación biológica para que la mujer apoye a sus crías. Es una especie de proyecto de futuro. El hombre sí que pierde la perspectiva de las cosas a veces. La historia que a mí me interesa de mi familia la sé a través de mujeres, que tienen una visión más panorámica.
Como estamos en la Feria del Libro, quería preguntarle si es lógico conservar el precio fijo de los libros o consideras que en un mundo globalizado no cabe otra cosa que no sea el precio libre.
Te hablo como editor ahora. Yo creo que el precio fijo de los libros habría que matizarlo. De entrada es correcto para preservar un tejido que si no se barre, el tejido de las librerías, que es un tejido urbano de calidad que genera un espacio cívico más. Pero hay que flexibilizarlo un poco. No puede ser que apuestes por un libro, te equivoques por la razón que sea y te encuentres que tienes un stock al que no le puedes dar salida y te lo comes. Lo acabas convirtiendo en pasta de papel a un céntimo la hoja.
¿En qué se traduce esa flexibilización?
En descatalogarlo un poquito antes… pretender que los libros vivan dos años es ilusorio. Los libros no viven a veces ni dos semanas. Eso podría inducir al librero español a comprar más en firme. Si tú le mandas 20 y no vende ninguno, te devuelve los 20.
Parece que, por ahora, se ha dejado claro que la Unión Europea no va a permitir que se toque.
Bueno (incrédulo), las negociaciones son muy largas, los intereses son muchos… y cuando uno llega a un punto de ruptura, al final en esa ruptura se parte la diferencia.
¿Qué le parece que el ministro de cultura en funciones no sepa cuál es el verdadero nombre de Don Quijote?
No me sorprende. Me sorprendería lo contrario. Si la cultura fuera un área de gobierno de interés, seguramente estarían al frente de la cultura personas con verdadera pasión y compromiso. Pero como la cultura es un área… no te voy a decir secundaria, sino cuaternaria… no llega al nivel de adorno. Ese señor (Méndez de Vigo) es ministro de Educación, no de Cultura. La cultura le toca y le dicen “haz lo que puedas”. Es evidente.
¿Le parece que alguno de los partidos tiene verdadero interés por la cultura o presenta un programa sólido al respecto?
No lo veo. Yo sólo veo -y no estoy pidiendo el voto para ellos, yo no pido el voto para nadie jamás- dos partidos que hacen referencia a la cultura, que son Ciudadanos y el PSOE. Sólo ellos muestran interés. El PP ha mostrado una ignorancia que en algún momento ha rayado en el desprecio y hasta en la hostilidad y Podemos con su pacto en IU no hace ni una mención a la cultura porque no les interesa. Sólo le interesa que la cultura se pueda piratear libremente. De hecho, han tenido un diputado que ese es su pedigrí ideológico: el derecho a apropiarte libremente de la creación ajena.
¿Qué puntos programáticos le interesan a nivel cultural?
Yo creo que hay que revisar la imposición de la cultura, creo que no puede ser tratada como cualquier otro bien. Porque el acceso a la cultura es un acceso a la ciudadanía, y no puedes gravar ese acceso. Es como poner un impuesto por ir a votar. Lo que genera tejido ciudadano es una riqueza. Es una creación de patrimonio común.
Cuando yo creo una obra, pago el 46% de IRPF, pero hago otra contribución: desde ese momento, mi obra es utilizable libremente en escuelas, por ejemplo. Del artículo 31 al 38, tu obra queda a disposición de todo el mundo. Hay que explicar a la ciudadanía que la cultura merece un impuesto benigno porque su entrega ya supone un tributo. Y no veo a nadie hacer este razonamiento. Nadie emplea esta razón filosófica.
Y que a partir de cierto momento se penalice la creación so pena de perder tu pensión, aunque estés en condiciones de semindigencia… y que además esa medida la haya impulsado una ministra que tiene seis pisos en Madrid y que cobra una indemnización por cada vivienda… me parece indecente, en toda la extensión de la palabra. Pero es que esta creación no sólo es un derecho de los autores profesionales, sino de cualquiera que, jubilado, decida dedicar algo de tiempo a escribir, a crear. Es un derecho social.
¿Algún escritor joven que le haya fascinado últimamente?
Uy, fascinar es un verbo puñetero. Un verbo conflictivo. Me impactó mucho dentro de la novela negra un libro de un chaval muy joven que se llama Manuel Barea, Vertedero. Una historia inmisericorde de la sociedad andaluza descartada.
¿Hay intrusismo en la literatura?
Bueno, yo creo que todo el mundo puede aportar algo. Es un terreno abierto. Mejor que escriban libros a que hagan otras cosas, ¿no? Lo que sí se ha hecho un poco perverso es que personas que tienen poco recorrido, poca vocación y, sobre todo, poco compromiso con la literatura, ocupen un gran espacio editorial. Y todos estamos pensando en alguien en este momento. Me refiero a gente que ni siquiera ha escrito sus libros, lo sé al 100%. Pero el libro se ha puesto de moda como gadget fan, como merchandising. Le doy una pista al lector: personas en cuyo desempeño diario está bastante claro su bajísimo índice de lectura, que ahora aparezcan escribiendo libros. No se puede escribir si no se sabe leer.