Cuando alguien triunfa se convierte en centro de las críticas. No falla. La gente no soporta que le vaya todo bien. Siempre tiene que tener un doblez, un punto débil, un sitio por donde atacar. Si no que se lo digan al pobre Adam Sandler, que a pesar de reventar la taquilla y ser un tío afable y accesible le llueven los palos cada vez que estrena nueva película. Puede, de hecho, que sea uno de los actores más premiados de la historia, con la peculiaridad de que todos los galardones que se ha llevado son Razzies, que reconocen lo peor de la cosecha cinematográfica de cada año. 22 veces ha optado al dudoso honor, de las que lo ha conseguido seis.
No será por todo lo que el actor ha dado a Hollywood. Durante años no había película suya que bajara de los 100 millones de dólares y era uno de los actores más rentables según las listas que Forbes realiza cada año. Ni por esas. Tampoco sirvió la mano tendida por dos directores de prestigio como Paul Thomas Anderson o Judd Apatow, que le ofrecieron dos papeles más serios en Embriagado de amor y Hazme reír. Con la primera hasta le nominaron al Globo de Oro. A Adam Sandler sólo se le toma en serio cuando más se traiciona a sí mismo y a su forma de entender el humor y la vida.
Ha llegado la hora de decir ¡basta!, de poner fin a ese odio indiscriminado hacia un actor que creció en locales de monólogos antes de hacer carrera en el Saturday Night Live. Por ello un grupo de críticos y periodistas cinematográficos se han juntado y publicado el libro Adam Sandler, la infancia infinita (Macnulti Editores) en el que, desde diferentes textos, analizan su humor, pero también del rechazo que crea en el espectador, incluso en aquellos que llenaban las butacas y reían a mandíbula batiente.
El cine de Sandler es un bálsamo para 'losers' de medio pelo, pero también un faro moral
El libro parte de una hipótesis clara: buscamos en el humor una forma de ver frustrados los actos ajenos en la gran pantalla como forma de aliviar los fracasos de la vida real. Y eso es precisamente lo que no nos deja hacer Adam Sandler, que se niega a asumir el rol de 'punching ball', como recuerda el libro. Sus personajes son hombres normales, pero incluso en su miseria resultan siempre ganadores. “El cine de Sandler es un bálsamo para 'losers' de medio pelo, pero también un faro moral”, recuerdan los autores en la introducción.
Un acto terrorista
Para Pablo Vázquez, uno de los coordinadores del libro, era muy importante no caer en la tentación de defender a Adam Sandler con “la cerrazón del fan absoluto”. “Hablar de una forma seria y documentada de alguien como Sandler es, hoy por hoy, un acto subversivo dentro de la crítica española. Y digo más, un acto terrorista, una bomba de relojería. Creo que todos los que firmamos los artículos del libro estamos de acuerdo en que las películas de Sandler dentro de 50 años se verán con el respeto y la veneración con las que hoy vemos las de los hermanos Marx o las de Jerry Lewis”, cuenta a EL ESPAÑOL.
Sus señas de identidad no responden a las de los humoristas actuales, porque su humor no encaja con “las etiquetas con las que cierta crítica tiende a clasificar a las películas”. “Es un cineasta libre, y eso a veces mosquea. Su cine es complejo y ligero a la vez, y evoca microcosmos adolescentes e infantiles pero sin la coartada de la nostalgia o el revisionismo, sino por la vía del puro disfrute”, añade el autor. El humanismo es otro de los rasgos que Pablo Vázquez subraya del actor de películas como El chico ideal o 50 primeras citas, algo que le pone en la estela de clásicos como “Capra o John Ford”.
A pesar de todos estos rasgos que muchos se empeñan en reivindicar, la crítica sigue dándole la espalda. Y eso que a algunos de sus colegas de Saturday Night Live les hacen reverencias, como a Will Ferrell, y ya no hablemos de otros 'popes' del humor como Louis C.K. o Ricky Gervais. “La etiqueta del humor inteligente ha hecho mucho daño. Toda película de Sandler, incluso las más aparentemente banales, es profundamente inteligente y está llena de diferentes lecturas”, censura Vázquez.
Si se estrenaran hoy, comedias como 'El maquinista de la General', 'Una noche en la ópera' o incluso 'Sucedió una noche' serían tachadas de banales y superficiales
El único consuelo que queda al actor es que el tiempo ponga a cada uno en su lugar y sus obras terminen en el pedestal de la alta comedia incomprendida en su momento. Así lo creen los autores de este libro, que ponen de ejemplo a Buster Keaton o los hermanos Marx. “Si se estrenaran hoy, comedias como El maquinista de la General, Una noche en la ópera, El terror de las chicas o incluso Sucedió una noche serían tachadas de banales y superficiales. Y hoy nadie se atreve a toser a los clásicos. Por tanto, tiempo al tiempo. Y sobre todo, libertad a la hora de soltar la carcajada. Porque la clave de un buen chiste, o de una buena comedia, es precisamente la sencillez, su conexión con el público, su conocimiento aparentemente- sólo aparentemente- básico de los mecanismos de la risa”, apunta el coordinador de la obra.
Puede que para eso queden décadas y Adam Sandler haya vuelto a ganar otros 10 premios Razzies, pero seguro que ahora muchos espectadores verán al actor con otros ojos, con la mirada de un niño que le permite sus travesuras a un eterno Peter Pan.