Nadie fallecerá aguardando leer un libro, aunque muera de impaciencia. Las listas de espera de las bibliotecas públicas de Madrid y Cataluña suman un retraso de casi un año para leer las novelas de éxito. En Madrid hay 81 peticiones o reservas de Palmeras en la nieve (Temas de Hoy), obra de Luz Gabás. La chica del tren (Planeta), de Paula Hawkins, colapsa Cataluña, tiene 85 reservas. En ambas comunidades -cada turno de lectura por usuario es de un mes-, cada vez hay menos presupuesto para comprar novedades y más personas que acuden al préstamo público para no dejar de leer a pesar del bolsillo bajo mínimos.
Cuando la demanda crece y los presupuestos se recortan, el acceso a la cultura salta por los aires. Por ejemplo, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del PP decidió que, en los Presupuestos Generales del Estado de 2012, las bibliotecas tendrían que dejar de recibir ayudas para la compra de ejemplares. Congelaron a cero toda la legislatura, a pesar de lamentar el bajo índice lector de la población.
No podemos comprar sólo best-sellers. Somos bibliotecas, no almacenes de libros de éxito
La lista recorre el resto de best-sellers que coronan los medios de comunicación y las librerías. Los más vendidos son los más prestados. Lo que más llama la atención es que Palmeras en la nieve es una obra de hace casi cuatro años. La lista de espera madrileña continúa con La chica del tren (71 reservas) y La amiga estupenda (Lumen), de Elena Ferrante (57 reservas).
“Contamos con la misma cantidad de dinero que el año pasado”, explica a este periódico Pedro Valverde, el jefe de la unidad de bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid. El presupuesto es de 2,3 millones de euros. Antes de la crisis, recuerda, llegaron a tener más de 8 millones de euros, además de la subvención del Ministerio, que ascendía a dos millones de euros más. De hecho, la ayuda de esta cartera en su mejor momento fue de 40 millones de euros, quedó en 20 millones de euros y de ahí a la nada, como recuerda Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores. Dice que PSOE, Ciudadanos y Podemos han prometido recuperar la antigua situación, pero hasta que no lo vea no lo creerá.
“Nos hubiera gustado tener más dinero para comprar libros, pero tenemos que hacer frente a una inversión muy fuerte en la obra de consolidación de los cimientos de la biblioteca de Retiro”, cuenta Valverde. Explica que una novedad muy demandada, un best-seller, suele contar con muchos ejemplares para hacer frente a la avalancha. El problema está en otros libros, menos populares pero con muchos lectores y con menos ejemplares. Por ejemplo, la última de Rafael Chirbes, París-Austerlitz (Anagrama). “Entonces nos podemos poner en ocho o diez meses de espera”, asegura.
Cultura de escaparate
Valverde avisa: “No podemos comprar sólo best-sellers”, aunque sean las más demandas por el lector. “Somos bibliotecas, no almacenes de libros de éxito. Podríamos comprar cientos de ejemplares con cada lanzamiento editorial, pero debemos atender la necesidad más que la novedad, que en un mes será superada por un nuevo título. Nuestra intención no es quitar libros de ciencia para niños, aunque tengan menos tirón que los best-sellers. ¿A qué se dedica una biblioteca: a la cultura de escaparate o a la de fondo? Yo tengo que preservar el fondo”, reconoce el responsable madrileño.
En Madrid, la red de bibliotecas públicas está duplicada en Ayuntamiento y Madrid. “Una dualidad absurda que esperamos sea anulada”, aseguran los propios funcionarios, que advierten del doble esfuerzo económico y de esfuerzos. Las del Ayuntamiento tienen 600.000 lectores y 900.000 las de la Comunidad.
Las bibliotecas somos uno de los mejores clientes de las librerías, nuestras compras suponen el 15% de su facturación anual
El compromiso de Valverde es con los ciudadanos, sobre todo a la hora de negociar los precios de compra de ejemplares con los libreros. La Ley del Precio Fijo del Libro permite a las bibliotecas aprovecharse de un descuento del 15%. Los clientes particulares sólo lograrán un máximo del 5%. La ley estaba pensada para los tiempos en los que el volumen de compra era mucho mayor que el actual. Por eso los libreros, hoy, se revuelven con este descuento. “A pesar de ello, las bibliotecas somos uno de los mejores clientes de las librerías, nuestras compras suponen el 15% de su facturación anual”, dice Valverde.
Además, son un escaparate de compra para los lectores que se acercan a las bibliotecas. Sin embargo, los libreros consultados por este periódico entienden el préstamo como competencia. Alguno propone, incluso, que se retrase todo lo que se pueda la llegada de las novedades a las bibliotecas: “Si fuera por mí, no tendrían libros con menos de cinco años de antigüedad”.
Fomentar la lectura
Tal y como cuenta Carme Fenoll, jefe de servicio de las bibliotecas de la Generalitat de Cataluña, las bibliotecas no tienen problema para adquirir una novedad el mismo día de su aparición, siempre y cuando dependan del presupuesto municipal. “Si la partida depende del ámbito provincial y nacional puede tardar meses en llegar el libro”, dice. Carme Fenoll también cree que las bibliotecas deben ofrecer algo más que las novedades.
Hay otro problema grave derivado de la falta de oferta de novedades: la conversión de las bibliotecas en centros culturales, con actividades de todo tipo distantes a la lectura. “Nosotros fomentamos la lectura crítica”, dice Valverde. “No somos una casa de cultura. Nuestro fin es otro y a la hora de repartir el presupuesto estas actividades se llevan mucho de la compra de libros. Un taller de conga siempre será más atractivo que la lectura, pero no debería ser nuestra función… si no tiene como fin el fomento de la lectura”.
En Cataluña, los recortes también han colapsado las bibliotecas. La inversión de todas las administraciones (ayuntamientos, diputaciones y Generalitat) creció en 2014 hasta los 8,4 millones de euros. El mejor año de la última década fue 2008, cuando se invirtieron 17,4 millones de euros para nutrir de contenido estos espacios. A finales de 2015, había 384 bibliotecas en toda la región y 11 bibliobuses.
Acabar con la piratería
Ya saben que siempre hay una noticia buena y una mala. La buena, el 29,3% de los españoles encuestados por el CIS dice ser un aficionado a la lectura y leer “todos los días”. La mala, el 35% de los encuestados nada de nada, ni una línea. En España leemos -de media- poco más de ocho libros al año. Las comparaciones escuecen si miramos al norte y vemos una población lectora como la finesa, que agarra las tapas de 47 ejemplares al año.
Julio Alonso, especialista en la gestión bibliotecaria y responsable de la Biblioteca de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca (y creador del blog Universo abierto), asegura que el préstamo digital está aliviando las listas de espera en otros países como en los EEUU, con licencias a perpetuidad: las bibliotecas negocian un precio con los dueños de los derechos del libro para mantener la obra siempre activa para sus lectores.
“La gente no espera a la reserva. La mayoría opta por otro libro o directamente van a la descarga pirata y esto es algo que deberían entender los editores españoles a la hora de negociar las licencias de los ejemplares digitales”, cuenta Alonso que desvela el fracaso de la plataforma de préstamo digital implantada por la Secretaría de Estado de Cultura.
La gente no espera a la reserva. La mayoría opta por otro libro o directamente van a la descarga pirata y esto es algo que deberían entender los editores
Otra mala noticia: los españoles han recortado en gastos según perdían poder adquisitivo. Los libros no eran prioridad en el mermado bolsillo y los años de la crisis financiera han supuesto un apagón librero. En 2009 invertíamos, según el anuario de estadísticas culturales del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 1.461 euros en libros no de texto. Cinco años después, fueron 758 euros. Una reducción drástica.
“Una buena disposición de libros en la biblioteca digital rebaja el pirateo. El libro no es un producto en sí mismo, también es un servicio. Holanda y Suecia hacen préstamo digital desde hace más de una década y allí la tasa de piratería es del 7%. Aquí, del 70%. Los editores creen que la biblioteca digital es contraria a sus intereses económicos. Están muy confundidos”, añade Alonso. Otro inconveniente en el préstamo digital: sólo un 6% de la población es nativa digital. “La mayoría somos lectores de transición”, dice Julio. Por eso, en realidad, no hay enfrentamiento entre formatos: “Papel y digital conviven completamente”.
Una buena señal -no para los libreros- es que según reducíamos a la mitad nuestras compra habitábamos con más frecuencia las bibliotecas. A menos libros vendidos, más lectores inscritos en los centros de préstamo público: de 14.794, en 2006, a 20.380, en 2012. En 2012 había en España 6.835 bibliotecas. El porcentaje de población llama la atención: en 2007 fueron un 17,6% los españoles en hacer uso de este espacio público, y en 2015 el 22,7%. Un aumento notable que no ha sido acompañado por la mayor inversión en recursos, como la compra de novedades.