El Estado Islámico “vapulea la permisividad occidental”. “Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de intensidad apasionada”, Slavoj Zizek recuperó esta cita de William Butler Yeats para montar una reflexión de urgencia a raíz del asesinato de 12 trabajadores del Charlie Hebdo. Para el filósofo, sociólogo y psicoanalista esloveno los fundamentalistas se consideran inferiores ante la civilización consumista. Por eso dice que se hace evidente la grieta insostenible “entre liberales anémicos y fundamentalistas apasionados”. Islam y modernidad, publicado por Herder, es una de las lecturas más incorrectas y apropiadas para estos días y los que vengan. No pide sucumbir a una “islamofobia ciega”, sino despojar al fanático suicida del mito demoníaco:
Hipocresía democrática
Zizek agarró el teclado cuando vio la foto de los jefes de Estado abrazados, por las calles de París, tras los atentados contra la revista satírica. Un espectáculo kitsch. “Si alguna vez hubo una imagen de falsedad e hipocresía, fue esa”, escribe, la del “indignante” espectáculo de Putin y Netanyahu, “los líderes responsables del lodazal en el que nos encontramos”. La venganza a esta imagen llegó en forma de caca de paloma: cuando François Hollande abrazaba a Patrick Pelloux, médico y columnista de Charlie Hebdo, delante de las oficinas de la revista y de las cámaras, aquel bombardeó el hombro derecho del presidente.
Problema de conciencia
Este análisis de urgencia titulado Islam y modernidad van acompañadas por un Reflexiones blasfemas, que anticipa el arte en el que mejor se mueve el pensador marxista, la crítica de los lugares comunes. Es decir, escriba lo que escriba, será con doble dosis de polémica. Lo que Zizek viene a decir es que hay un asunto no resuelto, una grieta de conciencia por la que se cuelan los fundamentalistas para atentar contra Occidente, en su propio campo: cuanto más exploran su culpa “los izquierdistas liberales occidentales” por rechazar cualquier crítica al Islam, más son acusados por los fundamentalistas musulmanes de ser hipócritas que tratan de ocultar su odio al islam. Según esta visión -el filósofo la llama “banalización barata del crimen”- Salman Rushdie habría “provocado innecesariamente a los musulmanes y fue por tanto responsable de la fatwa que lo condenaba a muerte”.
Fracaso de la izquierda
Ahora recoge la vieja idea de Walter Benjamin de que “cada ascenso del fascismo da testimonio de una revolución fracasada” para señalar que el auge del islamismo radical es la prueba de la desaparición de la izquierda secular en los países musulmanes. El ascenso del fascismo y la intensidad apasionada de los terroristas demuestra “una falta de verdadera convicción” contra este auge. Es el nihilismo pasivo contra el nihilismo activo: “En Occidente, inmersos en estúpidos placeres cotidianos, mientras los radicales musulmanes están dispuestos a arriesgarlo todo, entregados a la batalla hasta la autodestrucción”.
Fracaso liberal
Así es. “El liberalismo no es lo suficientemente fuerte como para salvarnos de la acometida fundamentalista”, escribe Zizek. El fascismo surge como reacción a las deficiencias del liberalismo, por eso el fundamentalismo es generado una y otra vez por el mismo liberalismo. ¿Qué es lo único que puede salvar a la civilización liberal? “Una izquierda renovada. Para que ese legado clave sobreviva, el liberalismo necesita la ayuda fraternal de la izquierda radical. Esta es la única manera de derrotar al fundamentalismo, mover el suelo bajo sus pies”. Zizek exige abandonar la suficiencia autocomplaciente del liberal permisivo.
Religión contra bienestar
Zizek se opone a pensar que el auge del Estado Islámico es el último capítulo en la larga historia del nuevo despertar anticolonial. El Estado Islámico ya ha dejado claro que la principal tarea del poder no es la regulación del bienestar, sino priorizar la vida religiosa, la preocupación por que toda la vida pública se atenga a las leyes religiosas. El lema del Estado Islámico es “ocúpate de cuidar la religión y el bienestar se cuidará a sí mismo”.
Servicio a dios
El Estado Islámico concibe la libertad universal, como lo hizo la Revolución Francesa, a partir de la ausencia de cualquier amo. “Mi servidumbre a dios es la garantía negativa del rechazo de cualquier otro amo”. Mi subordinación a dios es mi rechazo a todos los amos terrenales. La sumisión a una norma abstracta que trascienda los Estados es lo que garantiza la libertad personal. Zizek compara la subordinación divina a la de los mercados. “Su contenido puede ser antiguo, pero su forma es ultramoderna”. Es un caso de modernización pervertida: la práctica diaria de las bandas del Estado Islámico incluye violaciones en grupo, tortura y asesinato.
Redención liberal
El filósofo se pregunta cómo es posible que los musulmanes, que estuvieron expuestos a la explotación, la dominación y otros aspectos “destructivos y humillantes del colonialismo”, detesten la mejor parte del legado occidental: el igualitarismo y las libertades personales, incluida la ironía y la burla contra todas las autoridades. Zizek explica que lo que hace insoportable al Occidente liberal es que no sólo practica la explotación y la dominación violenta, sino que “presenta esta realidad brutal con la apariencia de lo contrario, de libertad, igualdad y democracia”. Es decir, el sistema liberal, perverso y corrupto, basa su funcionamiento en los mismos vicios que públicamente deplora.
[Actualizado el 23 de noviembre]