Dieciocho marineros famélicos y enfermos, "flacos como jamás hombres estuvieron", y tres indios que se habían unido a su quimérica aventura unos meses antes en las Molucas, entraron en la bahía de Sanlúcar el 6 de septiembre de 1522. Capitaneados por Juan Sebastián Elcano y a bordo de la nao Victoria, acababan de demostrar que la tierra tenía forma esférica. No era ese el objetivo inicial de su viaje, iniciado tres años antes. Pero casi de una manera inconsciente transformaron el mundo y la historia para siempre.
La circunnavegación al orbe emprendida por Fernando de Magallanes y culminada por el marino vasco fue una hazaña que tuvo implicaciones inmediatas a nivel comercial, cartográfico, en el plano de las comunicaciones o para la botánica y la zoología. Fue el eje vertebrador de una primera globalización. 2022 alumbra al fin el V centenario de estos hechos asombrosos, que llevan conmemorándose desde 2019. Un programa de actividades tan largo como el propio viaje, ampliado hasta el 30 de junio de 2023.
Publicaciones, congresos académicos, iniciativas culturales y deportivas, documentales y películas e incluso varias vueltas al mundo han tratado —y lo siguen haciendo— de esquivar durante todo este tiempo a la pandemia para rendir un merecido homenaje a los protagonistas de esta historia. La Comisión Nacional creada en el seno de la Administración del Estado, además de impulsar exposiciones estupendas como El viaje más largo, que se pudo ver en el Archivo General de Indias de Sevilla, ha lanzado un proyecto para de candidatura de la Ruta Magallanes/Elcano a la lista de Patrimonio Mundial de UNESCO.
El valor excepcional de la primera circunnavegación radica en que representa de forma real y simbólica la primera visión integral (global) del mundo desde un punto de vista geográfico, cultural, científico y antropológico. Asimismo, constituye un tipo de paisaje único y dinámico y simboliza mejor que cualquier otra ruta trasatlántica todos los viajes de exploración que ampliaron la visión del planeta durante el siglo XVI, especialmente a partir del descubrimiento del estrecho de Magallanes y del océano Pacífico.
Vino y procesiones
El propio Elcano atisbó la dimensión de lo alcanzado nada más llegar a la Península Ibérica. En una carta remitida al emperador Carlos V para darle cuenta del viaje, escribió: "Mas sabrá su Alta Majestad lo que en más avemos de estimar y temer es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente".
El marino de Guetaria, Guipúzcoa, alcanzó el mando de la expedición —formada al principio por cinco naves y unos 250 hombres— el 21 de diciembre de 1521. En Tidore, la Trinidad, hizo aguas y se decidió tratar de repararla para regresar por el estrecho de Magallanes. La Victoria, con 47 tripulantes europeos y 17 indígenas, zarpó por la ruta oriental, incumpliendo los tratados con los portugueses. Desde Tidore hasta Cabo Verde, una ruta que les llevó más de cuatro meses, no tocaron tierra.
Golpeados por el escorbuto y la falta de víveres, Elcano decidió desembarcar en tierra enemiga. Era una situación límite. Los portugueses negociaron al principio con ellos, pero sus sospechas se acrecentaron cuando algún marinero empezó a pagar las provisiones en clavo, en especia. Trece hombres fueron apresados, pero no la nao, que arribó a Sanlúcar de Barrameda tras catorce días más de navegación por el Atlántico. Los locales recibieron al puñado de supervivientes con desconcierto y vítores, y se prestaron rápidamente a satisfacer su hambre, entregándoles 12 arrobas de vino, 75 hogazas de pan y roscas, un cuarto de vaca y melones.
El lunes 8 de septiembre de 1522 se culminó la empresa. Largaron ancla en el puerto de Sevilla fundiendo en salvas la pólvora que les quedaba y bajaron del barco en procesión, descalzos y con cirios en la mano hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, en Triana, para dar gracias a la Virgen, a la que se habían encomendado "en los momentos de angustia". Delante de esa misma talla también había rezado Magallanes antes de iniciar su pionera aventura. Pero la gloria, al menos en vida, recayó en Elcano, convertido en hidalgo por Carlos V y a quien se le concedió un escudo con dos ramas de canela junto con las especias de nuez moscada y clavo, cimbrado por un casco y la esfera terrestre cruzados por la leyenda: primus circumdedisti me.