No es el presente heredero del pasado sino al revés: el pasado es un puro constructo del propio presente. Tiene clara está máxima Gonzalo Pontón (Barcelona, 1944), historiador y editor que a lo largo de más de medio siglo de labor literaria ha publicado unos mil títulos de carácter histórico. Todo ese conocimiento —la esencia de su obra se resume en brindar al lector una historia que no se aprenda de memoria, que sea crítica y empuje a la reflexión y a la búsqueda de respuestas a las coyunturas actuales— lo vierte ahora en las páginas de España (Pasado&Presente), un viaje, como se explica en el subtítulo, por la historia común desde el Neolítico hasta la actual crisis del coronavirus.
Emerge en este libro, que pone el foco en la radiografía de las clases más bajas —el 95% de la sociedad, según el autor— una historia de España diferente, en la que las glorias quedan avergonzadas y desnudas ante un mal endémico de la nación: la desigualdad. Pontón ya ganó en 2017 el Premio Nacional de Ensayo por un estudio, La lucha por la desigualdad, sobre este tema.
Encabeza la obra con ese poema de Jaime Gil de Biedma que dice que la historia de España es la más triste de todas porque acaba mal. ¿Usted comulga con esa visión?
Uno recurre a poetas que pueden tener una visión distinta de la de un historiador. No es que suscriba exactamente lo que dice, pero hay unos puntos curiosos en el poema, cuando habla de la pobreza y la miseria de España. Está bien su planteamiento, pero contiene una mentira histórica que se ha ido arrastrando durante mucho tiempo: la pretendida pobreza de España, que se ha repetido hasta la náusea. España nunca fue pobre, al menos en comparación con el mundo occidental. Lo que tuvo fueron unas clases sociales, sobre todo las dirigentes, que crearon un sistema para apoderarse de la riqueza del país no compartiéndola con las clases humildes. Los poetas, como casi siempre, pueden decir verdades que son mentiras y mentiras que son verdades.
¿Ese papel desempeñado por la élite constituye el principal problema histórico de España?
Sí, es el problema fundamental. Al igual que nunca fue pobre, nuestro país nunca estuvo sometido a la bota extranjera. Aquí no pasó nada parecido a lo de Irlanda, Bélgica, Italia o Polonia. ¿Qué ocurrió entonces? Pues que hemos tenido las clases dirigentes probablemente más corruptas, reaccionarias y, sobre todo, las menos preparadas de Europa. Eso ha pesado mucho en nuestra historia y sigue pesando, llega hasta el día de hoy. Esa corrupción, ese reaccionarismo y esa falta de comprensión del mundo nos ha llevado al cuadro macroeconómico que en estos momentos no es para dar saltos de alegría.
Dice haber llamado a las puertas de la historia para alimentar respuestas sobre los problemas y las desigualdades actuales. ¿Qué ha encontrado en esa búsqueda, en ese "pensar históricamente"?
El principio de la desigualdad como forma de vida en España a lo largo de la historia. En estos momentos somos el último país de la UE según el índice de Gini, que mide la desigualdad. Llevamos muchos años con un sistema de desigualdad que es específico español. (...) El paro actual es el mismo que a lo largo de los siglos empujó a la gente fuera del campo desde el siglo XIV, expulsados por los propietarios de las tierras. Esa constante histórica no tiene ningún rebote espectacular con la excepción de los famosos años 60, cuando los salarios incrementaron y se empezó a institucionalizar un Estado de bienestar. En el resto de la historia de España, 5.000-10.000 años, nunca ha habido un periodo de baja desigualdad, es un fenómeno permanente.
¿Se pueden concretar su embrión y las razones?
La desigualdad en toda Europa en época medieval es estática. Los señores que poseen la tierra son grandes creadores de desigualdad. En España, la nobleza y el clero copan el 70% de las tierras disponibles con unos sistemas institucionalizados que no permiten la venta. Controlan las tierras y las alquilan a campesinos a precios cada vez más altos, sobre los que se abate una enorme carga tributaria que los ahoga hasta tal punto que para salir adelante tienen que pedir censos. Es decir, préstamos a la Iglesia y la nobleza. Estos están esperando que dejen de pagar para poder expulsarlos y poder poner la tierra en alquiler a otros que puedan pagar un poquito más reduciéndoles el tiempo del contrato.
En el siglo XVIII, en general, arranca en Europa la revolución industrial y la revolución burguesa. En España no se produce, no hay una burguesía. Uno de los dramas de nuestra historia es la falta de una burguesía sólida, de gente que hubiera comprendido las ventajas que le ofrecía el capitalismo y hubiera invertido fuertemente en las industrias. No lo hacen porque el burgués español lo que quiere es imitar a la aristocracia. Cuando consigue algún dinero, lo suele invertir en tierra. Le compra al rey un diploma de nobleza, una ejecutoria de hidalguía, y alquila también los terrenos y vive de las rentas. El fin último del burgués español es vivir como un señor en un palacio sin dar un palo al agua. Por el contrario, la burguesía de Inglaterra, Países Bajos, Francia o Alemania será riquísima, pero creará riqueza y trabajo en la que los más pobres puedan participar.
El principio de la Monarquía Hispánica se suele ver como un periodo de clímax hispánico. Ese imperio en el que no se ponía el sol. Pero usted escribe que los Austrias mayores fueron "los mayores creadores de desigualdad entre los españoles".
La historia tradicional y nacionalista española es falsa como todas las historias nacionalistas. Tratan de ordenar al público, de reorganizarlo bajo una bandera. Pero la historia científica, la basada en documentación y datos económicos, no puede aceptar esa visión. Si no se ponía el sol, no se ponía para Carlos V, para Felipe II y la aristocracia, pero a los pobres, al 95% de los españoles, no les sirvió absolutamente de nada toda esa pretendida gloria del Imperio, sino todo lo contrario.
El Imperio era cuestión de una familia originaria de Suiza que por una serie de casualidades llegó a reinar España. Se enriquecían para los fines familiares. Carlos V fue el hombre más endeudado de Europa en el siglo XVI.
¿Y quién pagaba eso?
Los pecheros de Castilla. A Carlos V y a Felipe II nunca les dio dinero, desde el punto de vista de la recaudación fiscal, ni la Iglesia ni la nobleza. Llegaron a apretar a la gente del común a unos extremos tan inconcebibles que no había en todo el continente una presión fiscal mayor, y que es una de las causas que contribuyeron al abandono del campo de tantos campesinos porque no podían pagar. Ese es el inicio de la España vaciada, que es en realidad una España rural que fue potente pero que fue emigrando a partir del siglo XVI a Madrid cuando se constituye en capital o al norte o al este, que es donde había una posibilidad de ganarse la vida remotamente.
Lo que hay que tener en cuenta es que cuando Carlos V y Felipe II ya les han sacado a los pecheros toda la sangre a través de impuestos, lo que hacen es pedir préstamos a banqueros europeos sobre bienes de Castilla, como la plata de Indias o los derechos de la Orden de Santiago. Esos créditos sirvieron para que Carlos V pudiera ser nombrado emperador, para sus guerras y para sus fastos. Nunca hubo tantísima miseria como en la época del Imperio español, en la Península y en las Indias. La masa humana a la que se explotó en Perú o México hasta caer muerta como bestias es la que explica la riqueza y el poder de Carlos V y Felipe II. ¿Qué tenemos que agradecerles los españoles a los Habsburgo o a los Borbones? Esa es la historia del Imperio y del sol que no se pone, la realidad económica y documentada.
Hemos tenido las clases dirigentes probablemente más corruptas, reaccionarias y, sobre todo, las menos preparadas de Europa
¿Qué historia emerge cuando se pone el foco en las clases subalternas, en ese 95% de la población?
Una historia muy diferente.
Entonces, los españoles conocemos mal nuestra historia.
Claro que la conocemos mal, pero pasa en casi todos los países. Los gobiernos, en el siglo XVIII, se dieron cuenta de que la historia era un arma extraordinariamente útil para organizar al personal si se utilizaba debidamente. Los franceses en la época de la Revolución diseñaron una historia nacional que solo hablase de las grandezas del país y colocara a la gente en la situación de tener emociones y sentimientos nacionales.
Nos hemos acostumbrado a ese tipo de historia que hace que la gente se sienta orgullosa. Si salimos a la calle y le preguntamos a gente que solo ha estudiado la historia de la escuela, dirigida por el poder para sus necesidades y condicionamientos, aún puede quedarse embobada hablando de la historia de España, que es algo muy parecido que si un hincha del Real Madrid o del Barça habla de su equipo. Es decir, es el recurso a los intestinos del personal para que la gente no piense, sino actúe emocionalmente. Esto quiere decir que hay una gran inteligencia por parte de los dirigentes y una gran estupidez de la masa, pero eso no es su culpa. Ya lo explicó muy bien Spinoza, que dice que todos nacemos y morimos igual de estúpidos, pero no es culpa nuestra sino de que los dirigentes se preocupan de que no podamos aprender.
Y como defiende en su obra, toda historia es la genealogía del presente.
Es sobre lo que deberíamos reflexionar. El pensar históricamente tiene que ver siempre con el presente. Yo soy un muchacho de 25 años con dos carreras, hablo tres idiomas y no encuentro trabajo desde hace tres años. ¿Qué tipo de historia me dice a mí más? ¿La del Imperio donde no se pone el sol? Me parece que las lecciones hay que sacarlas de la realidad. No hace tiempo, la jerarquía eclesiástica le diría que no se preocupe que la vida es muy dura pero en el cielo tendrá su recompensa. Esto es algo que no compra ningún joven, no creo que ninguno pueda comprar tampoco la España imperial.
Estamos viendo un cierto renacimiento en las loas a las glorias de la historia de España para responder a la supuesta leyenda negra. En una entrevista con este periódico, Ricardo García Cárcel decía que esta es una realidad que los historiadores de su generación ni se imaginaban. ¿Por qué se ha abierto este escenario?
Desde hace unos años se han publicado una serie de libros que se han vendido muy bien reivindicando España. Me parece muy bien que se escriban, pero se hacen sobre la base de la historia tradicional, de leyendas, de volver todavía a Don Pelayo… No son historias basadas en la realidad documental que disponemos, sino que están pensadas para azuzar esos sentimientos nacionales, para que la gente se sienta orgullosa de donde está y no proteste, no se ponga en contra y haga una revolución. Esas historias tienen esa intencionalidad, que es la misma que las del franquismo. Lo que me preocupa es que esos libros encuentren tanta audiencia porque quiere decir que la gente todavía lee con los intestinos, le da mucha más importancia a las emociones que al razonamiento.
Nunca hubo tantísima miseria como en la época del Imperio español
Estas obras han coincidido con el desafío independentista. ¿El procés explica la ansiedad de autoestima española de parte de la sociedad?
Sin ninguna duda. El nacionalismo español es un nacionalismo de corte clerical. No lo construyó la burguesía sino la Iglesia católica. Es un nacionalcatolicismo, y es todavía la ideología del PP y de VOX en el sentido de que España es mi patria pero España es la Iglesia. Diez millones de personas votan a estos partidos. La gente lo que quiere es tranquilidad, sosiego, ganarse bien la vida… si hay diez millones que piensan que el nacionalcatolicismo les va a dar eso es porque en parte no conocen bien la historia. Si lo hicieran, sabrían que el nacionalcatolicismo jamás se preocupó por la condición de los pobres, y no creo que en España haya diez millones de pobres.
¿Cómo es posible que esos pobres crean seriamente que los dirigentes de estos partidos se van a preocupar por ellos por mucho que lo diga su propaganda? Por otro lado, estamos bajo un Gobierno cuyo presidente, cada vez que sale a los medios, es para decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Pues no es verdad.
Ni tanto ni tan poco.
La gente debe tener elementos para decirle que no es verdad y explicarle cómo los gobiernos del PSOE de Felipe González y Zapatero hicieron mucho daño a las clases pobres de este país. Entre otras cosas, crear el sistema de precariado que hay en los contratos de trabajo. A ver si utilizamos el conocimiento que nos da la historia para reflexionar sobre nuestras opciones para nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos… Ese vivir y pensar históricamente nos puede permitir tomar decisiones que nos ayuden a mejorar nuestras vidas.
¿Cree que la derecha se ha apropiado en los últimos años o que la izquierda no se ha interesado suficientemente por ella?
La izquierda se ha interesado y escrito muchísimo historia, sobre todo la contemporánea. Lo ha hecho mal políticamente. Mucha gente sigue arrastrando la tradición por la pereza de no pensar. La izquierda no ha conseguido que la educación en la escuela sea completamente distinta, que esa historia se haya dado de una forma seria. Es un enorme fracaso, una gran incapacidad política que la gente no tenga a su disposición textos que hace muchísimos años que ya conocemos.
Algo ha hecho muy mal la izquierda para no conseguir que la ciencia histórica llegue a la gente. Y cuando alguien de izquierda ha estado al frente del Ministerios de Educación ha cambiado la ley, pero no acaban de entender que educar no es que los niños aprendan cosas de memoria, sino educarlos en la vida civilizada, de la democracia, del desarrollo y crecimiento personal. Eso no se está haciendo y creo que el gran culpable es la izquierda.
¿Qué es lo que mayor satisfacción y orgullo le produce de su vasta labor como editor, fundamentalmente de obras de historia?
Recibir de vez en cuando cartas, emails, de profesores de institutos de España y América Latina que me confiesan lo importante que han sido para ellos ciertos libros que he publicado porque les han permitido poder explicar a sus alumnos las cosas de una manera distinta a como se las habían enseñado. Eso, haber ayudado a pensar, me causa más satisfacción que todos los premios que me hayan dado en mi vida.