Los antiguos pobladores de la remota y desértica cuenca del Tarim, en la región de Xinjiang, al noroeste de China, enterraron a sus muertos hace 4.000 años en ataúdes de madera con forma de pequeños botes de remo y los cubrieron con pieles de ganado. Estos individuos, inhumados con coloridas ropas hechas con lana de las ovejas de Eurasia occidental, se momificaron de forma natural debido a las excepcionales condiciones medioambientales de la zona. El árido ambiente incluso ha favorecido la conservación de restos de alimentos —queso, trigo o mijo— depositados en las tumbas como una suerte de ajuar.
El origen de las llamadas momias de la Edad del Bronce del Tarim —las primeras se descubrieron a principios del siglo XX y en las últimas décadas los arqueólogos han identificado varios centenares más, datadas entre 2000 a.C. y 200 d.C.— ha sido sujeto de profundos debates en la comunidad académica. El gran enigma ha sido ofrecer una respuesta científica a su inusual apariencia física, de rasgos occidentales, y a su economía agropecuaria. Algunos investigadores han apuntado que estas gentes descendían de poblaciones que emigraron de lo que ahora es el sur de Siberia, el norte de Afganistán o las montañas de Asia Central.
Sin embargo, un nuevo estudio de ADN realizado por un equipo de investigación internacional ha desvelado una ascendencia inesperada para estas momias: los individuos procedían de una población indígena local genéticamente aislada, con profundas raíces asiáticas, pero que era culturalmente cosmopolita y desarrolló un gusto por la comida lejana, con especial predilección por los productos lácteos. Los resultados del trabajo se han publicado este miércoles en la revista Nature.
Los investigadores de la Universidad de Jilin, el Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de China, el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Harvad han analizado el genoma de trece momias del Tarim datadas entre 2100-1700 a.C. Se cree que estos restos humanos son los más antiguos descubiertos en Xinjiang, una región que formó parte de la famosa Ruta de la seda y fue escenario de la confluencia entre las culturas orientales y occidentales.
Los análisis apuntan que las momias más misteriosas de Asia no pertenecían a una comunidad recién llegada a la zona, sino que descendían directamente de una población que se desarrolló durante el Pleistoceno y que en gran medida desapareció a finales de la última Edad de Hielo. "Los arqueogenetistas han buscado durante mucho tiempo poblaciones de euroasiáticos nórdicos antiguos (ANE por sus siglas en inglés) del Holoceno para comprender mejor la historia genética de Eurasia interior. Hemos encontrado una en el lugar más inesperado", asegura Choongwon Jeong, autor principal del estudio y profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Seúl.
Estos resultados rebaten las tres hipótesis que se manejaban hasta el momento sobre el origen de las momias, asentadas en la cuenca del Tarim, en sitios como Xiaohe, Gumugou y Beifang, en torno a 2000 a.C. La primera proponía que eran descendientes de inmigrantes de los pastores yamnaya, una cultura muy móvil de la Edad del Bronce natural de las estepas del sur de Rusia. Otra teoría ubicaba su embrión en Asia Central, en la cultura del complejo arqueológico Bactria-Marguiana, un grupo con fuertes lazos genéticos con los agricultores de la Meseta Iraní. Más polémicas eran las propuestas que les otorgaban la expansión de las primeras lenguas indoeuropeas en Asia oriental.
Vaca, oveja y cabra
Como parte del mismo estudio también se han analizado las secuencias genéticas de cinco individuos más antiguos, entre 3000-2800 a.C., identificados en la región aledaña de Dzungaria, separada de la cuenca del Tarim por la cordillera del Tian Shan. La conclusión es que los habitantes de esta zona no solo descendieron genéticamente de poblaciones locales, sino también de la cultura Afanasievo, un grupo de pastores de la estepa procedentes de los montes Sayanes, en el actual territorio meridional de Siberia. Una mezcla en el ADN, compartida con otras comunidades cercanas, que no manifiestan sus vecinos del sur.
El hallazgo de este amalgama de genes en toda la región a lo largo de la Edad del Bronce hace todavía más singulares a las momias del Tarim, ya de por sí calificadas como una forma de enterramiento excepcional en Asia Central. Sin embargo, ese asilamiento fue solo en lo referente a sus orígenes y no en términos culturales. El análisis proteómico de los dientes de varias de estas momias han desvelado que esta población consumía leche de vaca, oveja y cabra y que conocía las diferentes culturas, cocinas y tecnologías de las comunidades de su alrededor.
"A pesar de estar genéticamente aislados, los pueblos de la Edad del Bronce de la cuenca del Tarim eran notablemente cosmopolitas desde el punto de vista cultural: construyeron su cocina en torno al trigo y los lácteos de Asia occidental, el mijo de Asia oriental y plantas medicinales como la efedra de Asia central", destaca Christina Warinner profesora de Antropología en la Universidad de Harvard y líder del grupo de investigación del Instituto Max Planck.
"La reconstrucción de los orígenes de las momias de la cuenca del Tarim ha tenido un efecto transformador en nuestra comprensión de la región, y continuaremos el estudio de los genomas humanos antiguos en otras épocas para obtener una comprensión más profunda de la historia de la migración humana en las estepas euroasiáticas", concluye Yinquiu Cui, otro de los firmantes del artículo y profesor de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad de Jilin.