La necrópolis de Jebel Sahaba, al norte de Sudán, donde hace unos 13.400 años se inhumó a más de medio centenar de personas, fue descubierta a mediados de la década de 1960. El sitio sorprendió a los arqueólogos por dos hitos principales: se trataba de uno de los primeros cementerios documentados en el mundo, datado a finales del Pleistoceno superior; y por las marcas de impactos que presentaba la mayoría de los huesos de aquellos hombres, mujeres y niños. El yacimiento está considerado como uno de los primeros testimonios de violencia interpersonal de la historia.
Hasta ahora se creía que Jebel Sahaba reflejaba el trágico resultado de un simple enfrentamiento bélico, una sola batalla prehistórica —o masacre— entre dos grupos de cazadores-recolectores que habitaban la zona del valle del Nilo con un único enterramiento masivo. Sin embargo, un nuevo estudio científico, valiéndose de los últimos métodos antropológicos y forenses, pone en duda esta interpretación. La guerra entre estas comunidades, seguramente por controlar los recursos de la zona en un periodo de cambio climático, consistió en realidad en pequeñas y esporádicas escaramuzas, razias o emboscadas.
Los especialistas del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia y las universidades de Burdeos y Toulouse han reanalizado los restos de 61 individuos hallados en la necrópolis y que se conservan en el British Museum. Los resultados se acaban de publicar en la revista Scientific Reports. Las nuevas técnicas microscópicas han revelado 106 lesiones previamente no identificadas, entre las que se distinguen heridas por proyectiles de flechas o lanzas de piedra —las más numerosas, con 52—, traumatismos o huellas relacionadas con la decadencia natural.
De todos los esqueletos examinados, 41 registraban al menos una evidencia de herida cicatrizada o sin cerrar; y de este grupo, el 92% había sido lastimado con objetos arrojadizos o mediante golpes. La presencia de lesiones previas al momento de la muerte de los individuos y otras que pudieron ser causa de la misma, según apuntan los investigadores, "apoya firmemente [la hipótesis de] esporádicos y periódicos episodios de violencia interpersonal" entre estas comunidades del Valle del Nilo. Además, la frecuencia de los cortes curados "confirma que esos sucesos no fueron siempre letales y pudieron ocurrir varias veces durante la vida de un individuo".
Otra de las conclusiones más relevantes de los científicos es la ausencia de un patrón de violencia: hombres, mujeres y niños fueron atacados de forma indiscriminada. La guerra hace 13.400 años era, en esencia, la misma que se refinaría a lo largo de la historia, sin capacidad para distinguir entre edades o sexos. Uno de los casos que mejor ilustra la complejidad de Jebel Sahaba es un doble enterramiento de dos infantes de cuatro y cinco años, ambos con perforaciones en el cráneo y en los huesos de la cadera o el fémur provocadas por artefactos líticos.
El cambio climático
Mediante el reanálisis de todo el material arqueológico conservado, los investigadores han podido confirmar el uso de estos objetos, compuestos por varias láminas afiladas de piedra, como armas arrojadizas. Algunos, de hecho, presentan variaciones en la orientación del filo, lo que sugiere que estaban moldeados para causar el mayor daño y pérdida de sangre del enemigo.
¿Se puede entonces hablar de guerra prehistórica? "Teniendo en cuenta las heridas, la dirección de los proyectiles también revela un número similar de impactos [en el cuerpo] anteriores y posteriores que no respalda la hipótesis de batallas cuerpo a cuerpo", valoran los científicos. Se decantan, por lo tanto, en calificar esta historia como pequeños episodios de violencia periódica en forma de asaltos o emboscadas contra dicha comunidad, unos lances que tuvieron que registrarse en un corto periodo de tiempo "dada la homogeneidad del lugar y las prácticas de entierro".
La investigación descarta, en cualquier caso, que lo que sucedió en Jebel Sahaba se pueda encuadrar en un incidente de violencia doméstica; y también que se trate de una fosa común de una única batalla al comprobar la variación en las dataciones de algunos de los cuerpos. "Este análisis, que modifica la historia de la violencia en la Prehistoria, invita a reconsiderar otros yacimientos arqueológicos de la misma época", añaden.
Los autores del estudio, encabezado por la paleoantropóloga Isabelle Crevecoeur, apuntan que esta escalada de tensión en el Valle del Nilo a finales del Pleistoceno superior (entre hace 126.000 y 11.700 años) puedo haber sido causada por el cambio climático y las peleas por los recursos para sobrevivir: "La intensa rivalidad territorial entre los grupos de cazadores-recolectores de la región es probable que tuviese lugar cuando se vieron forzados a adaptarse a los drásticos cambios medioambientales registrados al final del Último Máximo Glacial o a comienzos del Periodo húmedo africano".