Alta, con labios carnosos y de raza aria: ¿tenían los soldados nazis una muñeca hinchable?
Para evitar enfermedades de transmisión sexual en el frente, se habría diseñado una modelo que los combatientes podían portar en sus mochilas.
28 mayo, 2021 11:50Noticias relacionadas
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial todos los ejércitos agredieron a civiles que encontraban a su paso. El frente no fue el único lugar de conflicto y los habitantes de Europa sufrieron el terror de los soldados enemigos que ocupaban sus aldeas. Las violaciones o la prostitución estaban a la orden del día y muchos de los hombres saciaban su desesperación en el campo de batalla recurriendo a estos actos.
Las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis y la gonorrea, eran comunes entre los combatientes de todos los colores. Los alemanes habían conquistado prácticamente toda Europa en poco más de un año y el Tercer Reich se sentía victorioso en una contienda que aún no estaba decidida. No obstante, cuando el Ejército Rojo comenzó a avanzar y los Aliados empezaron a cosechar sus primeras victorias, la Wehrmacht y las Waffen-SS empezaron a escasear de unidades para resistir.
Había que racionar recursos y ser extremadamente efectivos en las campañas militares. Cada soldado era indispensable para proteger el Reich. "Cuando el signo de la guerra empezó a cambiar y los peones de Hitler caían uno tras otro en el tablero de ajedrez del conflicto, la sífilis dejó de ser un mal menor. Había que combatirla con mayor determinación que antes", explica el investigador y profesor de la Universidad Complutense Javier Noya en su reciente libro, Bergen-Dresden. Campos de concentración, bombardeos aliados y opinión pública desde la II Guerra Munfial hasta la actualidad (Tecnos).
La solución para evitar incapacidades innecesarias habría sido ideada por Heinrich Himmler, líder de las SS. Al parecer, encargó al médico Olen Hannussen el diseño de una muñeca hinchable que fuera capaz de satisfacer los apetitos sexuales de las tropas.
Cánones nazis
La fabricación en masa de esta muñeca habría tenido lugar en la ciudad de Dresde. "A la altura de la raza aria, la damisela debía medir unos 1,80 metros y estar dotada de unos labios carnosos y pechos prominentes que le hiciesen apetecible a un joven soldado que todavía no hubiese perdido la virginidad y soñase con hacerlo en brazos de una Walkiria", escribe Noya.
De hecho, esta acompañante fue bautizada como Borghild, una figura femenina de la mitología nórdica. Para el rostro de la modelo se pensó en la actriz húngara Käthe von Nagy, quien había trabajado en varias películas propagandísticas del mensaje nacionalsocialista. Sin embargo, la musa húngara habría rechazado la oferta, por lo que se decantaron por las atletas Wilhelmina von Bremen y Annette Walter para desarrollar la cara de Borghild.
"La 'chica de Dresden' no tuvo mucho éxito entre sus jóvenes compatriotas en el frente. Según algunos historiadores norteamericanos, los soldados alemanes preferían las noches de soledad y abstinencia a los labios sensuales, pero, al fin y al cabo, artificiales y plastificados de Borghild", apunta el autor. Otros expertos argumentan que la muñeca ocupaba demasiado espacio en la mochila y, por si fuera poco, "aún mayor resultaba la vergüenza de caer en el campo de batalla y tener que mostrar a la indecorosa acompañante hinchable".
Asimismo, los Aliados llevaron a cabo bombardeos constantes sobre la población de Dresde, un ataque que también es desgranado y relatado por Javier Noya en su último libro. En uno de estos bombardeos nocturnos sobre la ciudad, la fábrica donde se desarrollaban estos placebos sexuales fue destruida.
Propaganda
Bergen-Dresden narra la censura durante la Segunda Guerra Mundial y cómo descubrir el funcionamiento de la maquinaria de la muerte del nazismo podía repercutir en las gentes de Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña. En este sentido, la propaganda y los bulos fueron armas a tener en cuenta.
Si bien es cierto que las enfermedades venéreas eran un problema grave para la cúpula nazi, el escritor considera que Borghild debió formar parte de una estrategia de los Aliados para ridiculizar a los alemanes. "Las fake news y su utilización política no son nada nuevo, y Borghild es un ejemplo seductor para quien le guste la propaganda o la pornografía", concluye Noya.