Cuando Cristóbal Colón descubrió un nuevo mundo, la economía y el comercio cambiaron drásticamente. Había nuevas tierras con las que intercambiar productos y con las que conocer nuevas y lejanas culturas. En 1494, Tordesillas fue la localidad que albergó uno de los tratados más importantes entre los Reyes Católicos y Juan II de Portugal, donde, entre otros acuerdos, se garantizaba al reino portugués que los españoles no interferirían en su ruta del cabo de Buena Esperanza.
Aquella limitación impedía al incipiente vasto Imperio español establecer relaciones comerciales con el Sudeste Asiático. Sus territorios en el continente americano, en Filipinas y Europa no estaban conectados marítimamente hasta que un experimentado militar, cosmógrafo y religioso llamado Andrés de Urdaneta, logró documentar una ruta a través del océano Pacífico desde Filipinas hasta Acapulco -hecho que hasta el momento había sido una operación fallida por marineros de la talla de Magallanes-.
Andrés de Urdaneta había nacido en Ordizia (Guipúzcoa) hacia 1508. Participó en grandes expediciones junto a figuras como Juan Sebastián Elcano y se ganó el favor de la Corona para realizar uno de los grandes y olvidados hitos históricos de la historia de España en la mar. España buscaba encontrar una ruta segura desde las islas de las codiciadas especias hasta sus tierras en América sin que los portugueses interfirieran en sus asuntos.
Los vecinos lusos controlaban las Molucas, lo cual supuso una guerra de varios años que dejó clara la necesidad de que España encontrara un camino alternativo. Fue Felipe II quien ordenó crear una base permanente en el archipiélago filipino y la apertura de una ruta de regreso que todavía se desconocía.
Agustín R. Rodríguez González, doctor en Historia y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, recupera la hazaña de Urdaneta en su reciente libro, Urdaneta y el tornaviaje. El descubrimiento de la ruta marítima que cambió el mundo (La esfera de los libros). "Ha sido injustamente olvidado por nuestra historia naval", considera.
Astucia de Urdaneta
Resultaba evidente que Andrés de Urdaneta era indispensable para la empresa. El obstáculo no era partir desde América a Filipinas, pues ya se había hecho previamente. De hecho, la misión principal de Magallanes había sido abrir una ruta comercial por Occidente, pero circunstancias adversas obligaron a la campaña a la circunnavegación. "El problema era asegurar esa vuelta o tornaviaje", señala Rodríguez González.
Así, el 21 de noviembre de 1564 zarparon desde el Puerto de Navidad (hoy conocido como Barra de Navidad) y gracias a las rutas ya documentadas, llegaron a Filipinas en tan solo dos meses. Tras permanecer en el archipiélago otros cuatro reparando los barcos y esperando al clima oportuno, iniciaron el histórico regreso el 1 de junio de 1565.
Para este retorno Urdaneta contaba con 200 hombres, de los cuales solo 10 eran soldados. Asimismo, las provisiones estaban calculadas para ocho meses. "La ruta ideada por Urdaneta era navegar todo lo posible al noreste, subiendo en latitud, para encontrar vientos y corrientes favorables que le llevaran a América", apunta el escritor. La astucia de Urdaneta le llevó a pensar que si en bajas latitudes, cerca del Ecuador, vientos y corrientes iban de este a oeste, es decir de América a Asia, por fuerza más al norte tenían que ir en sentido contrario.
"Puede parecer sencilla la suposición, pero todavía se estaba, pese a los descubrimientos de portugueses y españoles, en una etapa poco científica, en lo que lo excepcional, lo mítico y lo maravilloso parecían estar siempre presentes en territorios desconocidos", se explica en el libro.
Pese al escorbuto que se adueñó de la nao y el hambre, los marineros llegaron al puerto de Acapulco el 8 de octubre del mismo año. El precio del tornaviaje fueron 26 hombres muertos en plena navegación y otros cuatro en el puerto. Una vez en tierra, el explorador vasco confeccionó "una completísima carta de su ruta, indicando vientos, corrientes y toda clase de referencias, que estuvo en uso durante muchísimos años".
Mercado asiático
Urdaneta viajó a España para informar del éxito de la misión a Felipe II. El monarca le preguntó sobre las corrientes marítimas, los pueblos filipinos y las riquezas de aquellas tierras. En compensación apenas recibió distinciones y tras haber unido Asia con América regresó a su hogar en Nueva España. Murió el 3 de junio de 1568 y recibió sepultura en la cripta de su convento hasta que un incendio seguido de una inundación en el siglo XVII provocó la desaparición de sus restos.
Agustín R. Rodríguez González se pregunta cuántos de los considerados grandes navegantes de aquella época y de siglos posteriores se le pueden comparar, a pesar de lo cual pocas veces se le recuerda entre ellos. La importancia de su descubrimiento se comprobó a largo plazo, puesto que la ruta documentada por Andrés de Urdaneta se empleó durante 250 años.
Filipinas concretamente no se convirtió en un gran aliado comercial, puesto que no había demasiados recursos que interesaran en aquellas tierras. El Imperio chino fue el principal proveedor y se importaron desde allí todo tipo de vajillas de porcelana, tejidos etc. Ellos, por otra parte, no encontraban ningún atractivo en los productos españoles, por lo que se interesaron en la plata. "Todavía hoy se descubren de tanto en tanto en China tesorillos de monedas españolas enterrados dentro de algún recipiente, lo que prueba la importante circulación que tuvieron", apunta el autor.
Solo la independencia de México en el siglo XIX rompió esa vía que unía Filipinas con España. A partir de entonces, hubo que recurrir a la antes evitable ruta portuguesa. Los tiempos habían evolucionado desde el siglo XVI y la hazaña de Andrés de Urdaneta no era necesaria a partir de entonces. Décadas más tarde, la apertura del canal de Suez permitió facilitar las comunicaciones entre España y sus posesiones en el Pacífico. El explorador que acompañó a Elcano quedó en el olvido.