Recientemente el terrorismo ha vuelto a golpear Europa. El centro de la histórica ciudad de Viena se vio envuelto en un tiroteo donde cuatro personas murieron y al menos 17 resultaron heridas de gravedad. Además de Austria, en la última década Francia, Reino Unido o España han sido varios de los países en los que se han producido atentados terroristas. El origen de este tipo de ataques a la población civil, una estrategia común adoptada por la mayoría de grupos terroristas de la actualidad, se remonta a la noche del 12 de febrero de 1894.
Émile Henry era un joven anarquista franco-español que había crecido en un ambiente revolucionario. Nacido en Barcelona el 26 de septiembre de 1872, fue testigo del creciente movimiento revolucionario de finales del siglo XIX. Una vez instalado en París, el anarquismo era uno de los principales inconvenientes de la policía parisina. Según un reciente libro publicado por Siglo XXI y escrito por el profesor de Historia de la Universidad de Yale John Merriman, El club de la dinamita, los archivos policiales contaban solo en 1882 con el registro de 2.400 anarquistas, de los cuales 852 eran "peligrosos".
"El anarquismo era especialmente atractivo en los suburbios industriales en expansión", describe Merriman en el libro. En una capital creciente, donde la desigualdad latía en la ciudad del amor, los anarquistas franceses realizaban pequeñas y modestas reuniones sobre cómo actuar. En esta atmósfera, Émile Henry ayudaba a las familias más necesitadas a mudarse por la noche, y sin que el casero se diera cuenta, a un nuevo hogar —de esta forma evitaban pagar el alquiler—. Asimismo, debatían sobre cómo iniciar la revolución.
Impulsado por una corriente que defendía la matanza de personas —Émile Henry pensaba que la revolución se hacía "mediante acciones o hechos"—, el anarquista español decidió fijar un objetivo: el Café Terminus. Se trataba de una popular cafetería ubicada cerca de la estación de Saint-Lazare en París, y era frecuentada por la élite adinerada de la capital. "Henry consideraba que la burguesía que estaba en el Café Terminus era culpable por el mero hecho de existir", apunta el escritor.
Así, el 12 de febrero de 1894, vestido con unos pantalones negros gastados, chaqueta, botas y una camisa blanca con corbata negra, y tras haber consumido dos cervezas, arrojó una bomba al interior de la cafetería. Esta golpeó en la lámpara de araña del gran salón y cayó cerca de la orquesta, donde explotó con un sonido que cambiaría radicalmente la historia. "En todas direcciones volaban balas y trozos de plomo. Las mesas de mármol, las sillas de metal y los espejos quedaron destrozados", escribe Merriman.
Murió una persona y hubo hasta 20 heridos. El resultado, a ojos de Henry y nivel cuantitativo, no fue tan desolador como se podría haber pensado. No obstante, con aquella bomba comenzó un modus operandi que conocemos actualmente por organizaciones como ETA, IRA, ISIS o Al Qaeda.
Terrorismo moderno
Evidentemente, tal y como señala el autor, existen grandes diferencias entre los terroristas anarquistas del siglo XIX y los terroristas actuales. Por poner un ejemplo, en Irak el terrorismo se aprovechó de un gobierno central enormemente débil. El anarquismo de entonces, en cambio, reaccionaba contra Estados cada vez más poderosos.
Sin embargo, Émile Henry inició una tendencia que daría pie al terrorismo moderno. En primer lugar, la bomba que puso Henry "se distinguía de los ataques violentos que habían tenido lugar en Rusia, donde el blanco eran zares, gobernadores u oficiales del Ejército a quienes, por razones obvias, se les identificaba con el Estado".
La legitimidad de los actos tenía un carácter innovador. En la década de los noventa, Osama Bin Laden anunció que, debido a las acciones de los Estados Unidos en Oriente Próximo, estaban justificados los ataques a población civil, sin intención de atacar per se a cargos políticos. "Henry había tomado una decisión mortal similar un siglo antes. Cuando lanzó su bomba dentro del Café Terminus, transformó el concepto mismo de terrorismo", matiza el autor.
Asimismo, "tanto el terrorismo anarquista como el fundamentalismo islámico de hoy es transversal a las clases sociales". Precisamente, Henry era un intelectual de clase media, muy parecido a quienes recientemente "han protagonizado las más recientes olas del terrorismo".
A su vez, tanto Émile Henry como muchos de los terroristas islamistas de la actualidad perseguían la inmortalidad revolucionaria: "Estos militantes tenían la esperanza de inspirar a otros con su martirio heroico".
En definitiva, ya fuera en el siglo XIX o en este siglo XXI, el gobierno francés tuvo que lidiar con una serie de ataques que a la vez que quitaban las vidas de cientos de inocentes, estigmatizaron al anarquismo convencional y el islam pacífico.
En cuanto a Émile Henry, compareció ante el tribunal el 27 de abril de 1894. En el juicio, el anarquista se mostró desafiante y finalmente fue guillotinado a los 22 años de edad, a las 4 de la mañana del 21 de mayo de 1894 en París. El barcelonés murió, pero su espíritu anarquista perduró los años posteriores en los ataques sucesivos. El libro de John Merriman relata la historia de este movimiento y marca este atentado como el origen del terrorismo moderno.