El odio de Adolf Hitler por los judíos se remonta a su juventud cuando, todavía sin tener una ideología concreta, se dejó embaucar por diferentes líderes antisemitas de la política austríaca. Una vez llegó al poder en 1933 dejó claro en sus discursos que eran los judíos los responsables de la derrota alemana en la Gran Guerra y prohibió progresivamente cualquier derecho fundamental a un colectivo que llevaba generaciones viviendo en tierras germanas. Su sueño era que los judíos desaparecieran de Europa.
En los primeros años de la Segunda Guerra Mundial todo indicaba que la victoria alemana era inminente. El ejército de la Wehrmacht controlaba prácticamente la totalidad del continente europeo y las cúpulas nazis preparaban todo tipo de campañas y experimentos para intentar probar científicamente la superioridad de la raza aria. Otro de los temas a tratar era qué hacer con los millones de judíos que vivían en guetos y campos de concentración —la conocida solución final solo se llevó a cabo a partir de 1942, cuando la victoria nazi era cada vez más improbable—.
En un principio, la obsesión del führer para con los judíos solo se limitaba a una emigración forzada. Con la invasión de Polonia surgió la idea de crear una "reserva judía" en el país eslavo. Tal y como escribe el historiador Thomas Childers en El Tercer Reich: una historia de la Alemania nazi (Crítica), libro en el cual ha invertido cinco años de su vida, ese plan provisional había sido aprobado por Göring y Himmler, pero se había suspendido cuando no se pudo llegar a un acuerdo sobre su ubicación. Hans Frank, el gobernador del Gobierno General —la autoridad que gobernó los territorios polacos ocupados— recriminó que Polonia se estuviera convirtiendo en "un vertedero de indeseables, y dijo que no podría manejar una gran afluencia de judíos".
Asimismo, Frank se oponía a la sobrepoblación judía en su territorio debido a que el régimen había programado traslados desde Bohemia-Moravia y Austria al Gobierno General. De esta manera, los diferentes administradores de las zonas geográficas del Reich competían entre ellos para ser los primeros territorios en declararse como judenrein, es decir, "libres de judíos".
África, el "destino ideal"
El dictador alemán había encargado a su fiel Heinrich Himmler la dirección de la política racial general en el este pero en la práctica dicha función había sido delegada a Reinhard Heydrich. El oficial nazi comprendía la complejidad de ocupar Polonia de millones de judíos y buscaron alternativas fuera de Europa.
Las SS consideraron que el nuevo destino de los judíos podía ubicarse en algún lugar de África. "La colonia francesa de Madagascar aparecía como un destino ideal", escribe Childers. Ya en la década de los 30, Polonia y Francia habían discutido la posibilidad de deportar a los judíos indeseados a la colonia francesa localizada frente a la costa oriental del continente africano. Pese a pertenecer al estado francés, la isla de una superficie total de 587,041 km² carecía de hospitales e infraestructuras básicas para el clima hostil y las fiebres que se padecían en la isla. En resumen, "la vida en Madagascar sería insoportable para los judíos europeos. Era una sentencia de muerte".
La vida en Madagascar sería insoportable para los judíos europeos. Era una sentencia de muerte
Estas negociaciones que habían quedado en el olvido fueron retomadas en 1940. "Espero ver el concepto «judío» completamente eliminado con la posibilidad de una gran migración de todos los judíos a África o bien a una colonia", escribió Himmler en un memorando a Hitler.
Los especialistas de las SS redactaron numerosos informes sobre cuestiones relacionadas con el derecho internacional o el transporte pero finalmente cayeron en la cuenta de que los obstáculos logísticos para trasladar a los millones de judíos hasta Madagascar eran insalvables.
No obstante, el curso de la guerra estaba cambiando y los alemanes no tenían ninguna intención de iniciar planes costosos para deshacerse de los judíos. "El este se había convertido en un área de operaciones moralmente distinta", considera el catedrático estadounidense. Fue de esta forma cómo se desestimó cualquier intento de crear una colonia judía para dar comienzo a la implantación de los campos de exterminio donde aproximadamente 11 millones de personas —gitanos, discapacitados, homosexuales y opositores, además de judíos— fueron víctimas del Holocausto nazi.