Unos hechos acontecidos hace cinco siglos han abierto un cisma diplomático entre México y España; o, más bien, el órdago personal lanzado por Andres Manuel López Obrador. El presidente del país norteamericano envió recientemente a Felipe VI una carta en la que pedía que se haga "un relato de agravios" y "se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones" cometidas durante la conquista de lo que actualmente es México. La misiva y las reivindicaciones de AMLO han sorprendido a los historiadores consultados por EL ESPAÑOL.
"Me parece que no es momento de perdones, sino de una colaboración fraternal en todos los campos", cuenta a este periódico Feliciano Barrios, Premio Nacional de Historia 2016 y poseedor de la Orden Mexicana del Águila Azteca, la mayor condecoración que concede el país norteamericano a un extranjero. "Soy amigo de México y de su cultura, de la mistura entre lo español y lo indígena, pero hay que huir del presentismo, es peligroso". Y lo ejemplifica, siguiendo la tesis de López Obrador, con el absurdo supuesto de que España reclamase un perdón a Italia, como sucesora de Roma, por el asalto a Numancia y las guerra cántabras; o a Francia por los destrozos cometidos durante la invasión napoleónica.
"El debate es profundamente anacrónico, por perfectamente contemporáneo: no nos ayuda a entender los procesos históricos que podemos denominar conquista o colonización", añade Carlos Santamarina Novillo, profesor en la Universidad Complutense e investigador en Historia y Antropología de América. "El dicho aquel de que 'la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles' tiene mucho de cierto: la conquista jamás hubiera podido llevarse a cabo si los conquistadores españoles no hubieran contado con alianzas indígenas, pues muchos pueblos querían librarse del yugo del Imperio Mexica".
Hernán Cortés, al mando de medio millar de hombres, desembarcó hace 500 años en el actual México y supo granjearse el apoyo de los nativos sometidos al poder de Moctezuma, el emperador azteca. "Aquellas masacres y excesos fueron cometidos por muchos pueblos indígenas, como los tlaxcaltecas o lo xochimilcas, contra otros pueblos vecinos", corrobora el historiador mexicano Alfredo Ávila en conversación telefónica con este periódico. Sin estas alianzas, olvidas aparentemente por López Obrador, resulta complicado imaginarse los triunfos militares del conquistador extremeño, culminados con la toma de Tenochtitlán en 1521.
Es cierto, por lo tanto, que el desembarco de Cortés y sus hombres desencadenó un proceso violento, pero no toda la responsabilidad recayó sobre ellos —la gran tasa de mortalidad se explica también por las demoledora epidemias de la época—. Es importante, asimismo, resaltar que la Corona hispana trató de evitar o moderar los abusos promulgando las Leyes de Indias. De hecho, Feliciano Barrios, secretario de la Academia de la Historia, recalca un dato importante: "Fueron españoles quienes los denunciaron, como Bartolomé de las Casas o el fray Antonio de Montesinos".
"Los abusos de los conquistadores sobre los conquistados son universales", añade Carlos Santamarina. "En el caso hispano se ha exagerado bastante por influencia de la Leyenda Negra y por los nacionalismos hispanoamericanos decimonónicos. Sin embargo, históricamente el modelo hispano de colonización tendió al mestizaje y a la integración de los indígenas y mestizos".
Herederos del reino de Castilla
La llegada de las gentes del otro lado del Atlántico supuso, además, la implantación de la religión cristiana en la conocida como Nueva España. "Pero la evangelización también la hicieron los indígenas, fue un proceso hecho por neófitos educados en conventos cristianos", explica Alfredo Ávila, que además menciona la implicación de los nativos en conquistas posteriores de otros territorios, como Querétaro: la expedición estuvo comandada por el capitán Conín, un otomín que se cambió el nombre por el de Fernando de Tapia y expulsó a otros pueblos del Bajío.
El historiador mexicano ofrece una explicación pertinaz para desmontar los argumentos que reclaman la purga de los pecados del pasado: "El Estado español no existía a principios del siglo XVI, era la Corona de Castilla, la monarquía católica, y el México tampoco, su territorio estaba compuesto de una diversidad de pequeños estados. Contra lo que cree la mayoría, España no conquistó México. Por lo tanto, no se trata de asuntos de Estados modernos: sería muy útil para México y España reconocer que se cometieron atrocidades por ambas partes".
¿Y por qué López Amador, el presidente del país norteamericano, sigue defendiendo esos postulados que buscan el enfrentamiento? "Por la educación que recibió, fue una época en la que se estaba promoviendo la identidad mexicana indigenista, cuando se decía a todos los alumnos que eran descendientes de los aztecas", responde Ávila, muy en desacuerdo con los términos de "reconciliación histórica" utilizados por AMLO: "No es necesaria porque las relaciones entre ambos países son buenas".
Por su parte, Mª Camen Martínez, profesora titular de Historia de América de la Universidad de Valladolid, coincide en que los hechos del siglo XVI hay que contextualizarlos y valorarlos en función a su época: "Tenemos que tener la serenidad de leer los acontecimientos históricos desde la perspectiva histórica y buscar la historia que nos une y no la que nos separa, y con México nos unen muchísimas cosas", ha asegurado a la Agencia Efe.
No cree Feliciano Barrios, Premio Nacional de Historia 2016, que el debate sobre el supuesto carácter genocida de la denominada conquista, las versiones enfrentadas que azuzan o tratan de desmontar la Leyenda Negra, vaya a desaparecer. Mientras tanto, él recalca el patrimonio cultural que brotó con la llegada de los peninsulares a los territorios del Imperio azteca. "España dio lugar a una sociedad mestiza que no ha nacido en ninguna otra colonización, que ha dado lugar a una cultura mestiza. Se hizo presente con universidades, con obras públicas, con iglesias, con agitación cultural... Cuando las ciudades de Estados Unidos no eran nada, las de México eran centro cultural de primer orden".
Y gran parte de este legado se explica gracias al idioma, al español, que se desarrolló en América como en ninguna otra parte del mundo. "No diría que España dejó rastro, sino que somos descendientes, herederos, de aquella tradición cultural que se rompió hace 200 años con la independencia", opina Alfredo Ávila. A ese proceso se le rinde homenaje en el Parque del Oeste de Madrid, como bien recuerda Barrios, con un monumento del cura Miguel Hidalgo, uno de los principales próceres de la independencia mexicana, símbolo del reconocimiento de España a esa emancipación, de hermanamiento. Y zanja su colega maxicano: "Si España es hoy heredera del Reino de Castilla, México también lo es".