Han levantado el suelo y se han encontrado en el 28 de marzo de 1939. Ese día el coronel Adolfo Prada, con gafas de sol, viste un chaquetón de cuero. Frente a él está el coronel franquista Eduardo Losas, cubierto con chilaba de los regulares. Tras Losas un nutrido grupo de oficiales de ambos ejércitos.
El Estado Mayor franquista acompaña a Prada, que acaba de rendir a Madrid y resolver la guerra, tres años después del Golpe de Estado (del que hoy se cumplen 82 años). La estampa la completan las ruinas del Hospital Clínico, del que apenas queda el esqueleto en medio de un campo devastado y la estructura abatida del asilo de Santa Cristina. Ni rastro de vida en el frente más cruel en los tres años de enfrentamiento.
“El jefe enemigo de la ciudad universitaria se entrega a nuestras fuerzas. Todo ha terminado en aquel histórico sector”, relata la voz en off del NoDo titulado “La liberación de Madrid”. Mientras el relato de la propaganda reconstruye la historia a su antojo, un pasodoble militar celebra el momento de la rendición. Los dos bandos se encuentran por primera y última vez. Estrechan sus manos y se marchan. Unos al campo de concentración y otros a celebrar la victoria.
Este año, 2018, el arqueólogo Alfredo González-Ruibal ha podido contratar una pala excavadora para levantar varios metros de arena que cubrían el lugar donde creía que podría estar el lugar en el que los republicanos se rindieron a los sublevados. “A veces, mil o dos mil euros más marcan el éxito de la excavación”, cuenta el arqueólogo del CSIC, que esta campaña tiene dos estudiantes extranjeros más. Gracias a la aportación económica de los alumnos estadounidenses el científico puede hurgar en el pasado español. No recibe ni un euro de subvención.
El canal de suministros
Los protagonistas de la grabación que certifica el final de la guerra, abandonan el lugar sangriento por una trinchera de dos metros de profundidad. Es la trinchera principal de comunicación, que conectaba el Hospital Clínico con la retaguardia franquista. “Era el cordón umbilical para quienes estaban en el Clínico”, cuenta el arqueólogo a este periódico. “A través de ella recibían los suministros. Conectaba la retaguardia con la vanguardia”. Por ahí movían las municiones desde la Casa de Campo, atravesando el puente del Generalísimo y la trinchera de “la muerte”. De hecho, el equipo de 21 arqueólogos han encontrado restos de huesos de las mulas que porteaban los suministros.
El año pasado encontraron decenas de bombas a las puertas del Hospital Clínico, semienterradas en el parque a orillas del centro médico madrileño. Este verano querían hallar el mítico lugar de la rendición. ¿Por qué? “La arqueología contemporánea descubre pero no sólo para el conocimiento. Este caso es más una arqueología de la emoción que arqueología del conocimiento, porque estamos excavando la derrota del Ejército republicano. Es el punto exacto, hemos encontrado lo tangible de la derrota. Es un término muy abstracto, pero una trinchera no. Quizá lo más emocionante es descubrir sitios clave de la Historia, hitos e iconos que están olvidados y enterrados”, cuenta Ruibal.
Enterrar la memoria
Tenían localizada la trinchera en las fotografías aéreas y el documento del NoDo. Pero todas las referencias del campo de batalla habían desaparecido. Tras la guerra, transformaron el lugar y borraron del mapa los vestigios bélicos con toneladas de arena. Enterraron la memoria una vez acabaron las bombas y las balas y dejaron a la vista pocas cosas. Una de ellas era la huella del asilo, perforado en todas direcciones por galerías, trincheras y abrigos. “Un laberinto subterráneo”. Las tropas de Franco aquí se encontraban rodeadas por enemigos en tres lados, así que cavaron y cavaron. Era la única forma de sobrevivir. Bajo el asilo había un refugio.
Y junto al asilo, la trinchera. Durante la campaña del año anterior intentaron llegar a ella, pero el terreno está muy alterado y no tenían dinero para alquilar la pala excavadora. “¡Hemos dado con ella!”. Van a escavar quince metros de largo (originalmente tendría unos 500 metros). Tiene metro y medio de ancho y dos metros de altura. “Tenía que estar. La única duda era lo que íbamos a tardar en encontrarla”, cuenta el arqueólogo.
La excavadora sacó dos metros y medio de tierra de profundidad antes de tocarla. “Es una superficie más profunda que muchos yacimientos paleolíticos de hace decenas de miles de años”. Las fotos aéreas les ayudaban, pero no con el punto exacto. Habían localizado la línea sobre el terreno, pero no es tan fácil ubicarla sobre el terreno. Además, dudaban si la trinchera se había conservado o destruido por completo. “Está perfectamente conservada”.
Las sorpresas del suelo
Lo que llama la atención de Ruibal es que se conserva íntegra, no la destruyeron cuando intervinieron en el terreno. Simplemente la cubrieron con escombros del asilo que echaron abajo. Han encontrado botas, pantalones y chaquetas de uniformes. Era el basurero de la guerra. Este sábado esperan tenerla descubierta del todo -y poder experimentar cómo era pasar por ella- para la jornada de puertas abiertas a quien quiera acercarse (a las 10:30 y 12:00). “Confiamos en que el suelo de la trinchera nos dé bastantes sorpresas”, acaban de hallarla y esperan tenerla lista en tres días.
“La arqueología tiene el elemento del azar como determinante. Creíamos que no íbamos a encontrar nada, pero hemos encontrado. Creíamos que no íbamos a encontrar nada, pero hemos encontrado mucho. Por ejemplo, aparecen botellas de vino llenas. Es el suelo del final de la guerra, del 27 y 28 de marzo. Interpretamos este sitio como la celebración de la victoria, debieron darse un festín y luego se marcharon a su casa”. Y cuando acabe el yacimiento, lo volverán a tapar todo. Porque no lo que han encontrado no le interesa al Ayuntamiento de Madrid. Ahora Madrid no ha mostrado ningún interés en estos tres años en las investigaciones sobre la memoria más presente. Quizá sea el momento.