Pilar Primo de Rivera, Mercedes Sanz-Bachiller y Carmen Polo, juntas de nuevo. La primera con su cabello corto, con su mandíbula prominente y su dentadura oscura, con su labio fino, apretado, de insobornable falangista. La segunda, con sus trenzas acabada en moño, sus mofletes blandos, su lunar en el pómulo y los ojos de anfibio separados, suavemente discordante dentro del movimiento. De la tercera, qué decir: adicta como era a las joyas y las antigüedades, con el cuello flaquísimo, poderosa y excéntrica, avinagrada y letal. Pilar, Mercedes y Carmen, tristemente pioneras, precursoras pero de qué, hembras influyentes en esa época en la que las mujeres eran ciudadanos de segunda y vivían anuladas y oprimidas por un Régimen tiránico y patriarcal.
Hoy, y hasta el domingo, se reúnen en las tablas del Teatro Español en La Sección, una obra de Ruth Sánchez González y Jessica Belda, dirigida por Carla Chillida, que quiere relatar la vida de las silenciadas desde la boca de las potentadas. “El falangismo, como muchas ideologías, era bastante machista. Sin embargo, tenía una Sección Femenina desde sus inicios. Aquí la gran paradoja. Estas mujeres eran machistas a la vez que eran mujeres muy organizadas entre ellas”, explica a este periódico Ruth Sánchez. “La Sección Femenina, tanto antes de la guerra como después, era una organización destinada al buen funcionamiento de las mujeres como madres. Las mujeres eran únicamente el motor de la maternidad”, señala.
Discusiones internas entre hermanas falangistas
¿Cómo llegaron a ser tan magnas en tiempos tan falocéntricos? Relata la dramaturga que “Falange se había fundado en los años treinta y la guerra comenzó en el 36, así que las mujeres de otras organizaciones de derecha, como las carlistas, tuvieron que poner de su parte en tiempos bélicos”: “Eso fue lo que les posibilitó tener una unión tan fuerte, y fue lo que propició que después tuvieran una importancia casi absurda, por lo paradójica, dentro del Estado franquista”. Claro que ellas no se definían como “machistas”: eso, según la autora, habría sido muy anacrónico, pero sí que se definían como “no feministas”. Para ellas, las hembras tenían dos destinos posibles: o la familia, o la religión. Lo demás era un despojo.
Lo más curioso de la obra es que las líderes discuten entre sí. “Eso es bastante interesante. Pilar y Mercedes eran las dos muy activas en la Sección Femenina, en sus inicios y en la guerra, y están en desacuerdo, por ejemplo, en cuanto a si el servicio social (que es una copia del auxilio social nazi) deben llevarlo hombres y mujeres y sólo mujeres”, expone la experta. “El auxilio social se lo inventó Mercedes, y Pilar piensa: ‘Esto lo ha inventado una mujer, así que lo deben llevar solamente las mujeres’. Mercedes cree que los grupos de trabajo pueden ser mixtos, y ahí empieza la paradoja”. Subraya Ruth que “desde luego, ellas no son feministas, lo tenemos claro, están a las órdenes del Estado patriarcal, pero ah… ellas son relativamente autónomas, no tienen reparos en organizarse, en tomar decisiones, y en discutir sobre ella”.
Aclara la dramaturga que no las quiere salvar. Se limita a señalar “lo que ocurre cuando las mujeres se organizan, independientemente de sus posiciones políticas”. Cuenta que Pilar manejó la Sección Femenina durante 40 años. “Era como si les hubieran dado un Ministerio para ellas solas, con una especie de servicio militar que ellas llamaban social, con dinero que no se sabía bien de dónde venía ni a dónde iba… había muchísimas mujeres a sus órdenes. Muchísima burocracia”. Pilar Primo de Rivera “triunfó” y Mercedes “acabó por irse de la Sección Femenina porque dejó de verlo claro”: “Fíjate que ella fue procuradora en Cortes casi 40 años, y empezó con un proyecto que se llamó ‘la caja de previsión’. Se la inventó ella”.
La Guía de la buena esposa
¿Qué hay de la relación entre estas mujeres y la célebre Guía de la buena esposa? Se publicó en 1953 y recogía once reglas “para mantener a tu marido feliz”, entre las que se encontraban “ten lista la cena”, “luce hermosa”, “sé dulce e interesante”, “arregla tu casa”, “hazlo sentir en el paraíso”, “prepara a los niños”, “minimiza el ruido” o “no te quejes”. Ese último punto era fundamental. A las mujeres españolas del franquismo se les arrebató el derecho a la réplica. A la disidencia. El derecho a pensar por sí mismas, a expresarse, a patalear.
“Esa guía pertenecía a la corriente de la época pero no era como tal obra de la Falange, sino de ciertas estructuras satélites. Ellas organizaban charlas, coloquios y campamentos donde explicaban cómo había que comportarse ante el ámbito familiar, cómo tratar la higiene, qué darle de comer a los niños, cómo educarlos, cómo arreglar la casa… lo hacían tanto con las mujeres de campo como con las de ciudad. Pero ellas no se involucraban. Pilar Primo de Rivera, por ejemplo, nunca se casó ni era monja”. Sistema para todas, menos para ella.
Carmen Polo, la impulsora de Franco
Carmen Polo, por su parte, entra en la obra “como excusa” para poder hablar del sistema franquista. “Y, sobre todo, de las reprimidas, de las que no tienen nombre. Queríamos hablar de cómo la represión fue ejecutada también por mujeres. Y de sus efectos. Pilar y Mercedes eran ideólogas del servicio social, pero queríamos tratar también del papel del Estado, más que el de la Iglesia. Carmen Polo ejerce aquí de interlocutora. Es la mujer que algunos historiadores, como Viñas, señalan como la gran impulsora de la carrera de Franco”.
Entre unas y otras acabaron organizando la vida de la mitad del país. “Las mujeres no podían trabajar desde el momento en que se casaban, no podían acceder a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, no podían ser juezas ni magistradas… podían estudiar, pero todos conocemos las dificultades sociales para acceder a los estudios. Su labor era tener hijos para la patria. La represión era social y legal. No eran sujetos”. Un poso ha quedado de aquello en la España de 2019, según Ruth. “Creo que seguimos siendo el soporte de los cuidados de la familia. Somos las que cuidan: a los bebés, a los mayores. Es una herencia difícil”.
¿Qué aprender, de cara a las próximas elecciones, de las tiranas pasadas? “Que todo lo que construyeron las mujeres de la República se les arrebató en tres años de contienda. Todo lo conseguido hoy también nos lo pueden quitar. No hemos nacido con derechos, los hemos conquistado”.